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JOSEBA LEZETA
Lunes, 26 de junio 2017, 07:58
La parsimonia de sus movimientos entre tanto y tanto, una palidez más acentuada de lo habitual y lo temprano que pidió su primer descanso, en el 5-5, delataron a Jokin Altuna en el choque de cuartos de final del Torneo San Fermín que le enfrentaba a Danel Elezkano ayer en el Astelena de Eibar. Su estado físico empeoró con el paso de los minutos y en el parón obligatorio del tanto 18 entró al vestuario en busca de una solución milagrosa, imposible de encontrar cuando tu organismo está así de mal. Trató de vomitar. No podía. Minutos antes ni siquiera había sido capaz de ingerir glucosa. Su cuerpo solo admitía agua.
El calvario de Altuna III había comenzado horas antes en casa. Vomitó varias veces y sus familiares tuvieron que acudir a una farmacia en busca de Fortasec. En un momento dado, el entorno del pelotari llegó a plantearle que renunciara al partido que debía disputar por la tarde. El amezketarra tiró hacia delante. Al mediodía comió arroz y pollo con la esperanza de mejorar. La decisión de jugar ya estaba tomada.
Una vez sobre la cancha, Jokin Altuna vivió una de las victorias más sufridas de su carrera. Más porque su propio cuerpo le apretó lo indecible que por las dificultades que le presentó su oponente. Ante su estado, su botillero, Ekaitz Saralegi, le pidió que buscara con decisión el saque-remate. Firmó cuatro tantos gracias a ese tipo de acciones. Incluso, paradojas de la pelota, seis de los diez tantos que alcanzaron o rebasaron la decena de pelotazos cayeron de su lado.
No sin sufrimiento. No sin angustia. No sin pedir la atención de Juanjo Sías, el ATS de la empresa Aspe. Media docena de regalos y la falta de capacidad de Elezkano II para aprovechar su superioridad física significaron el mayor alivio para el delantero de Amezketa, quien cobró siete tantos de ventaja en el 7-13 gracias a una combinación de aciertos propios y errores del contrario. Administró después la ventaja a duras penas y con gotas de clase.
La pelota en el ancho que Danel Elezkano falló en el último tanto permitió a Altuna III enfilar con celeridad el pasillo del vestuario. No estaba para entrevistas ni para hablar con nadie. Tras permanecer sentado unos minutos frente a la ducha, entró en el botiquín para tumbarse, para encontrar de alguna manera alivio en compañía de Juanjo Sía y de su botillero Ekaitz Saralegi. También llegó su padre, Joaquín. El pelotari pasó un mal rato largo, alrededor de media hora, hasta recuperar parte de la normalidad. Ninguna celebración, ni nada que se le pareciera.
«Jokin ha sufrido durante todo el partido, ha sufrido demasiado», indicó Saralegi. «Ha resuelto el compromiso a base de estar y de sufrir. Lo que ha conseguido hoy tiene doble mérito».
La semifinal, el domingo
Eso sí, Jokin Altuna tiene en el bolsillo el billete para disputar la semifinal del Torneo San Fermín dentro de la rama de Aspe el domingo en Sopelana contra el vencedor del Ezkurdia-Mendizabal III del jueves en Mungia. Necesitará unos días para recuperar energías.
Los problemas de salud mermaron las prestaciones de Jokin Altuna, que pese a ello acabó con trece tantos de jugada. La clase no se lleva en el estómago. Está en la cabeza o en las manos. Su tanto de dos paredes en el 1-1 es muestra de ello, lo mismo que la dejada con efecto en el ancho desde las tablas de contracancha que se sacó de la manga casi de rodillas en el 7-11. Tampoco estuvo mal su gancho del 13-18 en una pelota que se le cayó más de lo previsto en el frontis. La alcanzada de Elezkano II le obligó a levantarse rápido y terminar el tanto de derecha en la pared izquierda. Volvió a demostrar clarividencia táctica para adelantarse tres veces a restar de volea o sotamano los saques de derecha de Danel, que no destacan por su velocidad.
El de Zaratamo ensayó durante el calentamiento saques de zurda desde la pared izquierda. No los puso en práctica después. «Los había ensayado durante los entrenamiento», reconoció.
Danel Elezkano había preparado a fondo este Torneo San Fermín, pero careció de acierto y determinación suficientes para sacar partido de la debilidad física de su oponente. Desaprovechó la mayor velocidad que imprimió a sus pelotazos.
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