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Final Manomanista: Altuna III recupera la txapela para Gipuzkoa

Madura el partido, mueve a Aimar a las esquinas y termina más entero para calarse su primera txapela en la competición reina

JOSEBA LEZETA

Domingo, 27 de mayo 2018

La dejada al txoko con la que Jokin Altuna apaciguó los nervios de sus familiares, amigos y seguidores, originó un estallido en el Bizkaia de Bilbao en el que se jugó la final del Manomanista y provocó más de una y dos lágrimas entre la gente que le quiere. Primero se puso de rodillas en mitad de la cancha, después levantó la mirada en busca de no se sabe qué ni quién, recibió la felicitación de otro campeón, Aimar Olaizola, y por fin encontró a Ekaitz Saralegi para fundirse con su botillero en un abrazo interminable.

Mucho me temo que los que lloraron ayer corren serio riesgo de dejar de hacerlo a nada que el III de los Altuna, el sobrino del I y del II -remontistas ambos-, mantenga esta progresión, siga creciendo hasta no se sabe dónde y no pierda en ningún momento el convencimiento de que hace falta trabajar y sufrir mucho para llegar a lo máximo.

Julen Otamendi, su zaguero de la niñez en las filas del club Zazpi Iturri, el único valiente que osó viajar a Bilbao con una camiseta roja de Altuna III en una cuadrilla plagada de azules, no sabía dónde fijar su mirada. A veces en la cancha, otras en el suelo... Los nervios le invadían. Las ventajas de Altuna aumentaban su desasosiego en lugar de mitigarlo. Veía la txapela del Manomanista tan cerca y tan lejos a la vez.

El más tranquilo de todos, si me apuran, era Jokin, aquel niño que seguía las evoluciones de los mayores desde el balcón del frontón Larrunarri de Amezketa mientras su ama Kontsuelo impartía clases de piano en el interior de un local contiguo. El niño que soñaba con dibujar dejadas como la última al txoko que significó el 14-22. Además en una final como las que veía en la tele.

El mismo pelotari que hace mes y medio, antes de la eliminatoria de octavos de final, emplazaba a todos a un futuro sin fecha exacta para incluirlo entre los verdaderos candidatos a la txapela más preciada, es campeón con todas las de la ley. Superó primero a Julen Retegi, sorprendió después a Mikel Urrutikoetxea, frenó a un Joseba Ezkurdia pletórico de confianza y ha puesto la guinda con la victoria ante Olaizola II, un cuádruple campeón dieciséis años mayor que él y sedienteo de recuperar una txapela con la que soñaba como un chaval aunque pudiera ser la quinta.

Seis semanas le han bastado para robustecer la magia, para aparcar el estatus de artista y convertirse en un autor con mayúsculas. No existe otra manera de superar a pelotaris que le sacan una cabeza y pesan diez kilos más. Cuando el amezketarra sube a la báscula, los números se detienen en 74,5. «El mismo peso de mi tío», asegura Atano X en referencia a Atano III, al mito.

El propio Jokin Altuna, con la clarividencia que le caracteriza -al menos cuando habla de pelota-, contestó así el día de la elección de material a la pregunta de si le convenía un partido rápido: «Para ser campeón manomanista, hay que estar listo para un partido corto, para uno largo, para uno duro... para todo». Para rematar, para defender, para aguantar, para sufrir, para sacar, para restar, para intuir las jugadas, para mantener fría la cabeza...

Todas esas virtudes y alguna más exhibió Altuna III durante un choque de exigencia máxima desde el punto de vista físico. Ni Jokin ni Aimar rehuyeron la batalla. Dieciocho pelotas en el 1-0, obra del de Goizueta pese a que el primer saque le correspondió al de Amezketa; veintidós en el 2-1; veinte en el 3-3; doce en el 3-4; trece en el 5-6; quince en el 5-7. No había tregua. El escaso acierto con el saque de uno y otro, unido a la facilidad con la que restan estos dos fenómenos, contribuía a endurecer el juego.

Encontrar los ángulos

Desde el inicio, el amezketarra buscó mover al rival a base de encontrar ángulos. Alternó paradas y dejadas al txoko con ganchos y cortadas en busca de la línea de contracancha. Como ha hecho en sus duelos del cuatro y medio contra un pelotari que a sus 38 años ya no se mueve con la rapidez de antaño, sobre todo hacia las tablas de contracancha.

Pese al equilibrio en el electrónico, pese a que el 8-8 significó el quinto brazo en el marcador, ambos maduraban la final. Ninguno de los dos lograba tacadas largas de tantos, pero el desgaste iba a hacer mella tarde o temprano. Altuna III abrió la primera brecha con seis tantos consecutivos para subir el 8-14 al marcador.

Pero Olaizola II nunca se rinde. Ni se ha rendido ni se rendirá. Sacó fuerzas de flaqueza para limar su desventaja y aproximarse a un tanto, 13-14. No pudo empatar. Altuna adivinó dónde iba el gancho a resto de saque de Aimar, equilibró el peloteo y terminó con un dos paredes de volea marca de la casa.

Jokin recuperó el saque para tomar de nuevo la iniciativa. Olaizola siguió defendiendo dentro de los límites de su capacidad, lo que no evitó la segunda tacada de seis tantos obra del campeón del Cuatro y Medio, a quien el 13-20 abrió las puertas de la gloria. Los encargados de seguridad comenzaron a colocar las cintas para evitar la entrada de gente a la cancha. Mal presagio.

Altuna mandó fuera su posterior derechazo, 14-20, y el saque volvió a manos de un Olaizola II que dominó el siguiente tanto. Pero Jokin devolvió dos pelotas imposibles y, con las piernas ya pesadas, el de Goizueta mandó por encima del fleje de la pared izquierda. 14-21 y adiós.

Gipuzkoa tiene ya a su octavo campeón del Manomanista tras Atano III, Gallastegi, Soroa, Arriaran II, Atano X, Tolosa -amezketarra como Altuna III- e Irribarria. Pero no solo eso. Hay en ciernes un pelotari llamado a marcar una época.

Imagen. Gran ambiente y caras conocidas en la final del Manomanista

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