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ALEXIS ALGABA
Sábado, 28 de octubre 2017, 08:10
El presidente del Grupo CNA, Jorge Parladé, ha vivido una semana llena de decisiones del todo comprometidas para su compañía. El pasado lunes, y bajo el pretexto de «reforzar la seguridad jurídica de la empresa, proteger los intereses de sus clientes, de sus trabajadores y ... garantizar la operativa diaria», Parladé anunciaba el cambio de domicilio social de Cata Electrodomésticos. La empresa se convirtió así en otra más dentro del millar largo de firmas catalanas que abandona la comunidad debido al proceso secesionista. 70 años después de su fundación, la compañía traspasa su domicilio social de Torelló (Barcelona) a Madrid. Y apenas cuatro días después, la empresa dio ayer un paso más en la línea de confirmar el fracaso de su gestión en el reflotamiento de la histórica Fagor Electrodomésticos con la presentación en el juzgado de San Sebastián de la solicitud de entrada en concurso de acreedores de Edesa Industria, heredera de la antigua cooperativa.
Cuatro años han discurrido de esta forma desde la quiebra del antiguo buque insignia de la Corporación Mondragon hasta la nueva caída de la renacida compañía bajo la dirección de CNA. Exactamente 1.444 días han sido los que han discurrido de un precipicio a otro. Lejos quedan los días en los que el CNA avanzó que se alcanzaría una facturación de 400 millones de euros para 2016 y 705 empleos en sus plantas vascas. El futuro a corto plazo se antoja muy gris ya que el posible futuro de la compañía pasa por ser una firma que monte productos fabricados a miles de kilómetros, con alrededor -en el mejor de los casos- de 160 empleados y alejado de la fábrica de Garagartza, el alma y corazón de lo que en un día fue un proyecto de referencia para la industria vasca.
Desde el pasado 30 de junio se tenía constancia de que Edesa Industrial caminaba sobre el alambre tras recurrir al preconcurso de acreedores. Sus redes de seguridad, las que hubieran garantizado la supervivencia de la compañía sin caer en la quiebra, eran el diseño de un nuevo plan industrial solvente, la renegociación de su deuda con sus bancos acreedores y la posibilidad de encontrar y convencer a un inversor industrial que apostara por la continuidad de la firma y aportara liquidez para retomar una producción prácticamente en suspenso desde julio.
A mediados de este mes de octubre se cubrió la primera premisa de esta lista, con el despido de 141 trabajadores a través de un ERE de extinción que se ha negado a firmar el comité de empresa al considerar que para los restantes 163 trabajadores no hay «un plan industrial concreto y de garantías». Pero para el resto no ha habido tiempo, y como el preconcurso vencía el próximo lunes, Edesa ha recurrido al concurso de acreedores voluntario para tratar de descifrar esas dos incógnitas en un plazo máximo de tres meses.
«Actualmente Edesa Industrial S. L. está finalizando las negociaciones con inversores industriales que le permitirán la presentación de una propuesta anticipada del convenio de acreedores», señaló ayer la filial del Grupo CNA a través de un comunicado.
La compañía manifestó ayer que tiene una «absoluta confianza en presentar las ofertas vinculanets que resuelvan definitivamente el futuro de la empresa». Una ‘confianza’ que también destacó en julio cuando aseguró que la presentación del preconcurso iba en la dirección de buscar un blindar la continuidad del negocio y poder concluir el plan de ajuste que tenían entre manos. Sin embargo, parece que para que todo salga bien harán falta muchas más horas de negociación para poder solucionar todos los frentes abiertos. Por un lado, los trabajadores han rechazdo el plan de viabilidad poco definido que, en la práctica supone fabricar muy poco en Euskadi, para convertir la empresa en una comercializadora de productos fabricados en China o países de bajo coste con la mitad de empleo que tiene ahora.
Además, la empresa tiene una deuda de alrededor de 102 millones de euros, algo más de la mitad a su ‘pool’ de bancos acreedores, que debe refinanciar tras convencer a las entidades de crédito correspondientes.
También necesita encontrar una ubicación nueva, pues han asegurado que Gagarartza es carísimo y no le compensa seguir allí. De hecho, el llamado Plan de Viabilidad incluye una partida de un millón para el traslado a ese nuevo emplazamiento. Y, para rizar el rizo, CNA ha de encandilar a un inversor industrial que aporte, de entrada, unos 16 millones en los próximos años para ayudarle a relanzar la marca Fagor y sus productos, que con tanto tiempo sin producción han perdido parte de su espacio en el mercado.
Una enseña, la de Fagor, que no es propiedad del grupo catalán sino de la cooperativa de segundo grado (cooperativa formada a su vez por cooperativas) Fagor S Coop., que condiciona el alquiler de la misma a que Cata mantenga un buen número de empleos industriales directos en Euskadi. Una casuística del todo difícil en la coyuntura actual.Las cosas pintan oscuras y, de hecho, el perito encargado del informe trasladado con el ERE a los trabajadores reserva un apartado a la hipótesis de «no continuidad» de Edesa Industrial. Y al comienzo del mismo desgrana sin ambages la situación actual: «El valor actual de la empresa como unidad de negocio en funcionamiento sería negativo (9,8 millones), puesto que no genera ningún recurso ni se espera que lo haga en el futuro, sino que los consume; se da la circunstancia de que cuanto más produce (la empresa), más pierde». «En la situación descrita, el cierre de la empresa y su liquidación maximizaría el valor actual de la misma», añade.
La consejera vasca de Desarrollo Económico e Infraestructuras, Arantxa Tapia, espera que las negociaciones que mantiene Edesa Industrial con dos inversores internacionales permitan «dar continuidad» a esta compañía. Así se refirió respecto a la entrada en concurso de acreedores de la firma en la clausura del congreso de AFM en Donostia. «A ver si de la mano de esos dos inversores internacionales es posible dar continuidad a la empresa», afirmó, al tiempo que deseó que esto sirva para «mantener» aunque sea unos «mínimos» empleos.Por su parte, los trabajadores de Edesa apuntaron que les parece «vergonzoso que se presente la solicitud de concurso el mismo día que se ejecutan los despidos». En un comunicado del sindicato LAB, reiteraron que «el proyecto para 160 nace muerto y que a día de hoy no ha ningún planteamiento clarificado que garantice el futuro» de la empresa. La plantilla ha solicitado que se anulen los 141 despidos incluidos en el ERE.
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