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JULIO DÍAZ DE ALDA
Lunes, 30 de junio 2014, 07:16
Las grandes ideas son siempre pequeñas cuando nacen. En 1963, un tal Amancio Ortega Gaona fundaba en La Coruña un minúsculo taller llamado Goa Confecciones, dedicado a la fabricación de batas. Hoy no hace falta explicar quién es el personaje y cuál ha sido su trayectoria y la de su empresa, Inditex. Cinco años después, unos muchachos llamados Steve Jobs y Steve Wozniak aprovechaban el garage de la casa de los padres del primero para fundar allí, en pleno Silicon Valley, una firma que hoy es más que global, Appel.
Tiempo después, en 1997, y no en un garage sino en una carnicería de Andoain, un grupo de jóvenes vascos fundaba Ibercom, una empresa de telecomunicaciones alejada de la imagen prototípica de las 'puntocom' y con la misma ambición que la de Amancio o los dos Steve. José Poza, uno de los 'padres de la criatura' y hoy consejero delegado de una firma que crece como la espuma, ríe al recordar la anecdota de la carnicería: «quitamos la carne y metimos los ordenadores, nos hacía falta bastante frío para los servidores...».
El inicio de la historia podría quedar en anécdota, pero Ibercom se ha convertido en muy poco tiempo y en plena crisis económica -a la que hay que añadir aquel pinchazo de la burbuja tecnológica- en toda una referencia en un complicadísimo mercado, el de las telecos. Un sector en el que los tres o cuatro gigantes que dominan el negocio apenas dejan margen para la iniciativa. Sin embargo, y a la luz de los números que presenta Ibercom, se puede afirmar que la empresa hoy afincada en unas modernas instalaciones del parque empresarial Zuatzu lo ha conseguido. Y quiere más.
¿Cómo? Pues a base de creerse el proyecto y de actuar con tanta prudencia como inteligencia. El 'truco' fue aprovechar los nichos de mercados que los grandes dejaban olvidados por el camino, como el segmento empresarial, sobre todo el de las pymes, en el que Ibercom se especializó. El propio Poza reconoce que la firma quiere crecer «como lo han hecho Inditex o Mercadona, sin apenas publicidad, poco a poco». «Mi reto es conseguir que Ibercom se quede con un 1% de una mesa en la que cada año se juegan 24.000 millones de euros y en a la que he llegado en sexto lugar», afirma en declaraciones a DV.
Un pinchazo que no duele
Aunque resulte paradójico, Ibercom aprovechó el pinchazo de la burbuja para realizar algunas compras que resultaron estratégicas en su pelea por ser un operador de telecomunicaciones al 100%; esto es, con capacidad de ofrecer todo tipo de servicios y, lo más importante, con infraestructuras propias. Ya lo ha conseguido. Ya juega en primera división y puede decir que es la competencia de Euskaltel, Orange, Yoigo o de la propia Telefónica.
Esa historia de compras y de crecimiento inorgánico -que ni mucho menos ha acabado- comenzó en 2002 con la adquisición, por un euro, de Loop Telecom, una firma de capital estadounidense que contaba con la primera red de ADSL comercial en España. «Estaban en el World Trade Center de Barcelona, y sólo el hall era más grande que nuestras instalaciones; nos preguntaron si podíamos hacernos cargo de sus clientes sin que les llovieran problemas, y les dijimos que sin problema», relata Poza. Más tarde, llegaron Balada Telecomunicaciones (en 2005) y Tiscali Telecomunicaciones España, ya en 2007. Operación esta última que permitió a la guipuzcoana quedarse con todos los activos en los que había invertido el Grupo Tíscali en su vano intento de crear el primer operador paneuropeo y manejar su propia red de voz y datos, así como un montón de clientes de la italiana que vinieron a Donostia.
El prestigio de Ibercom ganaba enteros entre las pymes, gracias también a una inmensa red de distribuidores repartidos por toda España; unos 1.000 puntos de venta que han logrado que la compañía tenga ahora 16.000 pequeñas y medianas empresas como clientes. El 15% de esos clientes están en Euskadi.
«Mientras el mercado se mueve con menús de primero, segundo y postre, nosotros ofrecermos servicios a la carta. ¿Para qué quiere una empresa o un autónomo una oferta que incluya canales de televisión, como lanzan muchos competidores? Se trata de cuidarles, de darles lo que quieren y de solucionar sus problemas cuanto antes, para eso es esencial tener una red propia como la nuestra y no depender otros», explica Poza. El directivo no oculta que Ibercom aspira a ser la cuarta teleco de España, tras Telefónica, Vodafone, Orange y British Telecom.
Subida del 430%
Pero llegó la crisis, y con ella las buenas palabras de los bancos que, hay que decirlo, habían creido y financiado la aventura de este profesor de informática de la UPV. «Qué podíamos hacer? ¿Esperar? No», dice Poza. Por eso Ibercom se armó de valor y, de la mano de Norgestión, se atrevió a cotizar en Bolsa. En concreto, en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB). La ventura, iniciada en marzo de 2012, salió bien. Y desde entonces las acciones de la firma guipuzcoana han subido un 430,7%. Un vértigo bien bien aprovechado, pues en los últimos meses la empresa ha continuado su estrategia de crecimiento inorgánico con más compras.
Entre éstas, las de Digital Valey (especializada en servicios de data center), Quantum Telecom (un operador mayorista en el mercado de transporte internacional de llamads de voz) y MásMóvil, un operador virtual que presta servicios de telefonía principalmente al segmento residencial. Las dos últimas operaciones, que se han pagado con 'papelitos' (con acciones de Ibercom), han cerrado el círculo y han convertido a la empresa que nació en una carnicería en un operador global, optente y con credibilidad. Tras un cambio de nombre (la empresa se llama hoy MásMóvil Ibercom), la firma acaba de ganar la primera subasta de telefonía móvil de voz y datos de España, impulsada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que ha elegido a la donostiara por presentar la mejor oferta de todo el mercado.
Todo un aval para crecer más. De hecho, eso es lo que prevé su último plan estratégico. Un documento, al que ha tenido acceso DV, y que contempla llevar los ingresos a 167 millones y el ebitda a 28 en sólo cuatro años. Hoy, esas cifras son 72 y 5 millones, respectivamente.
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