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JUANMA VELASCO
Miércoles, 27 de junio 2018, 15:56
«En San Sebastián, al amanecer se sintió un intenso temblor que duró diez segundos. En Berastegi, el temblor hizo que tocaran por sí solas las campanas de la iglesia. En Hernani, el vecindario se echó a la calle por temor de que ocurrieran desgracias». Así relataba la prensa de entonces los efectos que tuvo en Gipuzkoa un terremoto ocurrido el 10 de julio de 1923. Hasta aquí nada fuera de lo normal, si no fuera porque el movimiento sísmico ocurrió en Huesca, a más de 150 kilómetros de Donostia.
Gipuzkoa no se encuentra en una de las zonas sísmicas más activas de Europa. Pero eso no significa que esté libre de la influencia de terremotos, como los ocurridos recientemente en Orexa y Lizartza, o los que puedan ocurrir lejos de aquí. De hecho, el subsuelo de San Sebastián se ha comportado históricamente como un foco de repetición y ampliación de las ondas sísmicas de terremotos registrados lejos de aquí y cuyos efectos se sintieron en San Sebastián y su entorno, creando en ocasiones daños materiales y el temor entre los vecinos.
Según sostiene Antonio Aretxabala, geólogo de la Universidad de Navarra, este fenómeno ocurrió en el siglo pasado en al menos cuatro ocasiones con terremotos ocurridos en Pamplona (1903), Huesca (1923), La Rioja (1929) y Arette (1967). «Donostia ya ha mostrado que posee una configuración geológica peculiar capaz de amplificar y convertir su subsuelo en un foco repetidor de terremotos más o menos lejanos», asegura.
Este experto, director técnico del laboratorio de Arquitectura de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, habló de este fenómeno recientemente en Donostia, durante una conferencia en las VII Jornadas de Gerencia de Riesgos y Emergencias, organizada por la Guardia Municipal de San Sebastián.
«Foco repetidor sísmico»
Aretxabala se topó con este fenómeno de forma casual, cuando investigaba los daños sufridos en 2008 por unas viviendas en Txomin Enea, en Donostia, a causa de unas obras. «Los pilotes de las viviendas habían quedado tocados y, entre otras cosas, analizamos la sismicidad en la zona», señala el experto. «Los terremotos con foco en Gipuzkoa siempre han sido muy pequeños. Eso sí, los vecinos mayores recordaban que allí se sintió el terremoto de Arette, de 1967, y ya más cerca, los de 2004 con epicentro en Itoiz», añade.
Hurgando en el pasado, se topó con que ya en 1931 Alfonso Rey Pastor el principal sismólogo de la época, describió por primera vez este fenómeno, por el que Donostia y su entorno se comportan como un foco de repetición y ampliación de ondas sísmicas con terremotos registrados lejos de Gipuzkoa. Aretxabala lo llama «efecto de foco repetidor sísmico».
Según cuenta, el propio Rey Pastor se preguntaba «cómo era posible que un terremoto del 10 de julio de 1923, en la cola del embalse de Yesa, ya en la provincia de Huesca, en una zona tan lejana, llegue con escala 5 a Donostia». El diario ABC recogió el movimiento en sus páginas: «En San Sebastián, a las cinco y media de la madrugada se sintió un temblor de tierra que fue repetido en dos ocasiones. La duración del temblor fue de algunos segundos, observándose el movimiento en los muebles».
El 18 de febrero de 1929, otro terremoto de intensidad 5,1 en Turruncún, en La Rioja, también se notó en San Sebastián. El 13 de agosto de 1967 volvió a ocurrir lo mismo con el terremoto de Arette (Francia), que también se notó en Gipuzkoa, con «desperfectos» en algunas viviendas. En todos los casos, se dio la circunstancia de que en localidades intermedias entre el foco del terremoto y Donostia «apenas se notó» la actividad sísmica, asegura el experto.
Como un 'frontón sísmico'
«Investigué si pasó algo similar con el movimiento sísmico de 1903 en Pamplona, y no solo se repetía lo de los otros terremotos sino que el efecto fue peor. Entonces hubo roturas de cristales y problemas en algunas edificaciones», señala.
Pero, ¿a qué se debe ese efecto repetidor y amplificador de las ondas sísmicas? Aretxabala atribuye a tres teorías y causas distintas, pero que podrían darse al mismo tiempo en el subsuelo de Donostia y su entorno. «Por un lado, San Sebastián tiene una macroestructura geológica que se comporta como un 'frontón sísmico', por lo que cuando llega, la onda rebota. Es decir, tiene una disposición de las capas perpendicular a la dirección de las ondas y, como si fueran olas de mar que rompen contra un muro, rebota y choca con otra onda, lo que produce una cresta tremenda que provoca este fenómeno», afirma.
La segunda causa estaría en que San Sebastián funciona «como una 'caja de resonancia' que amplifica la onda sísmica. Y la tercera teoría supone que se produce un efecto de 'simpatía' en las fallas que están cerca e inertes y que al darse el movimiento sísmico se estimulan entre sí y se produce una especie de contagio del temblor, algo que ocurrió en el terremoto de Pamplona de 1903. Yo creo que se dan las tres causas», afirma.
Estudio «en profundidad»
El geólogo no pretende «alarmar» con su estudio, pero asegura que de cara a «este siglo XXI esta cuestión merece un estudio en profundidad que no se ha hecho nunca, aunque las evidencias son claras. Es algo que se debía haber tenido muy en cuenta en las sucesivas distribuciones de la ciudad». Aretxabala recuerda que en el entorno de Donostialdea «hay 450.000 personas expuestas a otro impacto de este tipo».
El experto explica que la recurrencia histórica de este fenómeno es tan dilatada que es muy difícil de predecir. «Los terremotos del siglo pasado fueron muy lejanos y de intensidades que no llegaban a una magnitud 6 en la escala Richter. No obstante, el terremoto de Lorca de mayo de 2011 tuvo una intensidad de 5,1 y mira el daño que hizo», advierte.
Pero Gipuzkoa está lejos de Lorca. Eso sí, se encuentra relativamente cerca de los Pirineos, la segunda región con mayor sismicidad de la península Ibérica. «En los últimos 650 años, en Pirineos ha habido al menos cuatro terremotos con una intensidad destructiva por encima de VIII. El último fue hace más de 250 años y el problema es que hay muy pocos datos de los historiadores», se lamenta. Además, Gipuzkoa también está bajo la influencia de la sierra de Cameros, en La Rioja, como se comprobó tras el terremoto de Turruncún de 1929.
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