Secciones
Servicios
Destacamos
A. MUÑOZ
Domingo, 20 de septiembre 2015, 08:58
El duelo es un proceso largo, con los tiempos marcados por quien pierde a un ser querido de una manera trágica y repentina. La luz del túnel, entonces, se empieza a ver cuando uno es capaz de hablar de la persona fallecida con una sonrisa en la cara. Así lo asegura Patxi Izagirre, psicólogo donostiarra especialista en duelos.
-De pronto, una llamada que lo cambia todo. «Señora, su hijo ha tenido un accidente».
- Una noticia llena de incredulidad. Por eso, cuando cualquier familiar recibe esa llamada la primera reacción es común: quieren ir al lugar de los hechos.
- Pero, ¿no sería mejor evitarles presenciar el escenario que ha matado a su ser querido?
- Seguramente sí, esquivaríamos una imagen traumática. Pero una madre, un padre, un hermano... cualquiera busca ir al lugar como una manera de reencontrarse con él. En el momento de shock y conmoción, cuando le dan la noticia, parece que le están contando una película de ciencia ficción y solo busca el reencuentro con esa persona, aunque cognitivamente sepa que ese momento va a ser impactante. Es el anhelo vincular de ir a ver esa persona, porque quieren constatar la realidad.
- Cuando llegan al lugar del siniestro, ¿cuál es la primera reacción de quien pierde a un familiar de una manera tan trágica?
- Mucha rabia y mucha incredulidad. Cuando hablamos del shock o de la conmoción es porque los sentimientos inundan a esa persona, y de repente se siente fuera, en otra realidad. Entonces la mente empieza constantemente a reaccionar como una moviola obsesiva a rastrear 'y si hubiera hecho, y si hubiese ido, es que no le dije...' Y eso se hace en un intento desesperado de dar la vuelta a una realidad que es irreversible. Tomar conciencia de que lo que ha ocurrido es verdad lleva tiempo, y se necesita mucho drenaje, porque la angustia y el estrés post traumático lleva a la persona a una profunda tristeza y soledad.
- ¿Cómo se les puede consolar entonces?
- Desde nuestra intención ayudadora siempre acabamos diciendo frases muy torpes como 'no te preocupes, aún eres muy joven y seguro que rehaces tu vida'. Y nunca hay que desautorizar el dolor, porque esa persona está rota por lo que ha ocurrido. Además, muchas veces las frases tópicas las decimos de forma contrafóbica, es decir, no soportamos nosotros ver el desgarro y la angustia de la otra persona y acabamos diciendo algo para quedarnos nosotros tranquilos. Entonces, es mejor acompañarles en silencio con una buena comunicación no verbal, una mirada, una palmada, un gesto o algo muy escueto como un 'lo siento'. A veces es mejor la transmisión de empatía más que el discurso metafísico de esperanza.
- Entonces llega la fase del duelo. ¿Se supera la muerte de un ser querido o se aprende a vivir con ello?
- El duelo es otra realidad. Es decir, es la invitación a construir un nuevo sentido a la vida, porque hablar de que van a volver a encontrar el mismo sentido es muy pretencioso. Hay quienes aprenden a vivir con esa angustia y que integran esa cicatriz del alma que no le supura y no se infecta cotidianamente, y otros que acaban sufriendo una enfermedad mental como una depresión profunda. Más que superar, yo diría integrar, encontrar una manera de que merezca la pena seguir viviendo. Aunque sea difícil.
- ¿Qué pautas aconsejaría para superar un ausencia repentina?
- Antes de nada, el duelo no es una patología y no es una rotura que aparece en una radiografía, pero existe alrededor de un 12-14% de casos que sí tienen riesgo de convertirse en una patología. Pero es porque se detectan a toro pasado. Por eso aconsejo que pidan ayuda profesional. Quien esté sintiendo resentida su salud mental que pida ayuda. Una persona se rompe la pierna y está meses de baja, en cambio se aconseja a una persona que vuelva pronto a su trabajo para que vuelva a la rutina y no piense. Y los tiempos los marca cada persona afectada. Se tiene mucha conciencia de la salud física y no tanta de la salud mental.
- ¿Cuándo se supera o se integra la muerte de un familiar?
- Cuando se habla de la persona fallecida desde el recuerdo agradecido, desde la sonrisa, y no desde el nudo en el estómago de la angustia. Eso es lo que genera esperanza. El objetivo no es nunca olvidar a nuestro ser querido, sino ser portavoces de lo bien vivido con nuestro pariente.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.