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La comparsa de Kresala tiene el relevo asegurado con los txikis. Fotos. Iñudes y artzaiak en Gros
Una tradición de época por todo lo alto

Una tradición de época por todo lo alto

La Parte Vieja viajó ayer al pasado con las iñudes y artzaias de Kresala, que cada año suman más público

ARANTXA ALDAZ

Lunes, 1 de febrero 2016, 07:29

Es 3 de julio de 1916. El hipódromo donostiarra se acaba de inaugurar. El periódico da buena cuenta de la jornada de apertura. En la Parte Vieja, un grupo de txikiteros se toma un respiro en mitad de la ronda para sacarse una foto con un móvil. ¿Un móvil? Vaya gazapo histórico, pero en días de fiesta como el de ayer el fotógrafo de la época, con el artilugio de madera a cuestas, no pudo competir con tanta tecnología... La Parte Vieja donostiarra viajó al pasado de la mano de la comparsa de iñudes y artzaias de la sociedad Kresala, que recrea la Belle Époque donostiarra. La cita, con cada vez más público, se ha convertido en fecha obligatoria en el calendario festivo y ha contagiado a otros barrios como Gros, el Antiguo o Amara.

Sin tiempo casi para recuperarse de la noche de Caldereros -había integrantes que hicieron doblete-, las iñudes y artzaias de Kresala montaron el revuelo que se les presupone por las calles durante más de dos horas de bailes al son de Sarriegi. El preludio al Carnaval no pudo salir más redondo. Ni la lluvia se atrevió a caer. Capitaneados por un incansable Julen Agirre, que dirigía a la tamborrada, y con la música de la charanga The Joselontxo's, fue imposible no contagiarse de la fiesta.

Los personajes estuvieron como siempre perfectamente caracterizados y metidos en su papel. El médico llevaba cargado su maletín de cuero para solucionar cualquier urgencia; los txikiteros cosecharon gran éxito con su parodia e invitaban a vinos a los espectadores; también las enfermeras cumplieron con su tarea de velar por la salud de los bebés y el cura repartía la hoja de inscripción para el Colegio Los Ángeles, en la calle San Juan, «educación masculina», y para el Colegio San Miguel Arcángel, en la calle Campanario, «colegio de señoritas». Instalados en la moda de lo vintage y de las antigüedades, algunas damas de época no desentonaron tanto con el mundo contemporáneo. Hasta vuelven a llevarse los carritos estilo 'inglesina', así que no fue ninguna sorpresa encontrarse con uno de ellos por la calle.

Como todos los años, los organizadores se reservaron divertidos guiños. Como novedad, la comparsa incorporó a dos espectadores y a un jockey de época que venía de correr de un recién inaugurado hipódromo, como informaba la edición del 3 de julio de 1916 del periódico que repartieron entre el público para la ocasión. Las noticias despertaron sonrisas entre los lectores. «Individuo de mala catadura: A la una de la tarde fue detenido en el jardín de villa Cristinaenea Jacinto Alzaga, de 22 años, el cual se había tumbado a dormir en aquel lugar; como su aspecto no era nada tranquilizador, la portera llamó al guardia que lo detuvo» y otra que decía: «Entre mujeres: En el muelle han reñido dos mujeres, las cuales después de dirigirse toda clase de improperios se liaron a trompada limpia». El periódico costaba cinco céntimos ¡y la suscripción, una peseta al mes!

Pero con permiso del resto del espectáculo, el momento más esperado fue la Comparsa de nodrizas, el tradicional baile en el que las iñudes lanzan los muñecos al aire mientras los artzaias que las cortejan dan un salto acompañado de un grito de alegría que también coreaba el público. Los turistas, que todavía los hay por estas fechas, no daban crédito a lo que veían. «¿Qué se celebra?», preguntaba un matrimonio francés en una abarrotada plaza de la Constitución, con los balcones casi tan solicitados como el día de San Sebastián. Una japonesa inmortalizaba la fiesta, con la cámara de vídeo en una mano y el palo de selfie en la otra.

Los dantzaris aguantaron las dos horas de baile sin descanso. Igual que el público, que aguantó largo rato para tener sitio en primera fila en la Consti. Y al final, ya de vuelta a la sociedad Kresala, se intercambiaron los roles. Las iñudes portaron las makilas y los artzaias cogieron a los bebés, un gesto muy moderno para la época.

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