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ION FERNÁNDEZ
Sábado, 30 de abril 2016, 10:28
«No me da problemas, pero no rinde en la clase». «Se mete en líos con los compañeros». «Habla mucho y me interrumpe». «No se queda quieto». «No puede estar en el círculo con el cuento con los demás compañeros». «Le cuesta mucho adquirir rutinas». «No me escucha cuando le hablo». Si varias de estas frases le resultan habituales en referencia a su hijo, bien porque usted mismo se da cuenta de ello o bien porque estas ideas se las transmiten sus profesores, puede deberse a que el niño padece un Trastorno de Déficit Atención con o sin Hiperactividad (TDAH). Obviamente, esto no supone un diagnóstico, pero sí debería considerarse como una alarma para comenzar a preocuparse por aclarar esta cuestión con expertos.
En la Asociación de Déficit de Atención con Hiperactividad de Gipuzkoa (Adahigi) lo conocen muy bien. El TDAH es un trastorno de origen neurológico y con un alto componente genético que conlleva dificultades de autocontrol y regulación a nivel emocional, cognitivo y de motor. Se puede presentar de tres maneras: hiperactividad o imposibilidad de estarse quietos durante un tiempo prolongado; impulsividad, que supone hacer las cosas sin pensar; y déficit de atención, que enmarca a aquellos que son incapaces de prestar atención. En función a estos síntomas las personas que los padecen se engloban en tres grupos: uno aglutina a los hiperactivos e impulsivos, un segundo reúne únicamente a los de déficit de atención y un último con aquellos que tienen signos de uno y de otro.
Estudios a nivel mundial demuestran la gran penetración de este trastorno en la sociedad, ya que entre un 4 y un 7% de la población de edades comprendidas entre los 6 y los 16 años sufre este síndrome, lo que se traduce en que al menos uno de cada 25 niños o adolescentes muestran estos síntomas, lo cual supone que en Gipuzkoa se superan los 6.000 casos. Además, el TDAH no se cura, pero si se trata adecuadamente y a tiempo, en la etapa adulta estas personas llevan una vida normalizada.
El problema, entonces, se encuentra en identificar a los niños que sufren este síndrome, porque «no siempre se consigue». La asociación de afectados de Gipuzkoa no se aventura a la hora de concretar un porcentaje de los casos sin diagnosticar, pero para intentar que el número sea el menor posible piden principalmente la colaboración y la atención por parte de los profesores de los centros escolares.
El motivo de apelar a este colectivo se debe a que el periodo óptimo para reconocer a estas personas va de los 6 a los 9 años, ya que en edades anteriores, «aunque se pueden aplicar herramientas preventivas, su diagnóstico resulta complicado», resalta la coordinadora de profesionales y psicopedagoga de la asociación Adahigi, Maite Urkizu. La experta concreta que los casos en los niños «resultan más evidentes» que en las niñas, dado que «ellos son más propensos a la hiperactividad y presentan síntomas claros, mientras que ellas suelen tener déficit de atención, con lo que pasan más desapercibidas».
Hay que dejar claro que estos pequeños tienen una capacidad intelectual «normal, tirando a alta en muchos casos». Esto puede producir que quienes tienen el TDAH superen los primeros cursos escolares sin problemas, ya que no resultan muy exigentes, pero al llegar a la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) ya no puedan continuar el ritmo de las clases y necesiten del apoyo. Es por ello que desde Adahigi demandan la atención de los maestros en esas edades tempranas de los afectados, ya que si estos niños no reciben tratamiento «puede conllevar a repercusiones graves a medio plazo», tales como sufrir fracaso escolar, tener una baja autoestima y rechazo social.
Cada vez más preparados
Para evitar llegar a ello los monitores «deben estar atentos, porque en su aula como mínimo va a tener un niño con TDAH». «Cuando en un centro me dicen que ellos no reciben a ninguno de estos pequeños yo les digo que es porque no los tienen diagnosticados», remarca Urkizu. Eso sí, la psicopedagoga matiza que «cada vez los colegios detectan más casos. Se ha pasado de un periodo con total desconocimiento sobre este trastorno a otro en el que los profesores ya están informados sobre el mismo, pero les falta llevar a cabo el tratamiento, les cuesta saber cómo actuar».
¿Qué se puede hacer desde los colegios? «Tenemos la mala costumbre de traducir todo al 'no le da la gana'. A los maestros hay que decirles que no se queden con esta queja sobre el niño y que utilicen herramientas para poner remedio», destacan. En este sentido, una vez identificado a uno de estos pequeños, «tener en todo momento contacto visual con él» se presenta crucial. También «hay que darle instrucciones básicas y cerciorase de que las ha escuchado, y luego ayudarle a que las recuerde. Si el problema del niño es la hiperactividad se debe buscar que realice sus movimientos de manera más natural, mientras que si es impulsivo habrá que tratar que realice las tareas de manera más pausada».
¿Y los padres? Los centros escolares resultan clave, pero también se requiere de la atención familiar, aunque Urkizu reconoce que «no tienen porqué saber que es el TDAH». Eso sí, deben estar atentos a las indicaciones de los profesores y una vez identificado el problema crear en casa rutinas consistentes. «Hay que acompañarles en sus actividades, pero no hacérselas, así llegará el día en que las acabe interiorizando», concreta la asociación. Los progenitores también deben focalizar qué quieren que su hijo aprenda y centrarse en que lo haga, así «el niño va a mejorar su autoestima, porque se va a sentir capaz y se va a sentir mejor».
Síntomas menos visibles
Los niños que siguen un tratamiento cogen habilidades y «se dotan de herramientas para superar sus dificultades, de tal manera que adaptan sus vidas para que esos síntomas sean menos visible y les perjudiquen lo menos posible en su día a día». Por otro lado, la hiperactividad desaparece ya en la edad adulta, pero «los despistes siguen estando y la impulsividad, sobre todo emocional, se sigue produciendo».
A un adulto con TDAH «le costaría trabajar en puestos monótonos. En una cadena de montaje de un coche, acabarían faltándole tornillos al vehículo», aclara. Deben buscar empleos que conlleven una variedad laboral, «son muy buenos comerciales o médicos porque es una profesión en la que se tienen distintos pacientes». Todo ello dentro de «una vida normal, con amigos, familia y trabajo».
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