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Inaxio Aizpurua en Cracovia, donde se encuentra realizando prácticas.
«Por la epilepsia he sufrido mucho desde niño, mis compañeros me dejaron solo»

«Por la epilepsia he sufrido mucho desde niño, mis compañeros me dejaron solo»

El andoaindarra Inaxio Aizpurua relata cómo ha vivido las crisis, provocadas por un tumor cerebral. Ahora vuelve de nuevo al centro escolar

IRAITZ VÁZQUEZ

Martes, 24 de mayo 2016, 08:03

Inaxio Aizpurua apenas tenía seis años cuando sufrió la primera crisis de epilepsia. Un duro golpe para un niño que comenzaba a tejer sus primeras amistades y que a partir de ahí convirtió su día a día en un auténtico camino lleno de espinas. «Por culpa de la epilepsia he sufrido muchísimo», confiesa ahora catorce años después desde Cracovia, donde realiza sus prácticas del grado medio que cursa en Electricidad y Automatismos. «Me siento muy seguro y desde hace varios años he comenzado a remontar el vuelo. Estoy muy contento», cuenta con serenidad.

Aunque ya han pasado catorce años desde que sufriera aquella primera crisis, Inaxio aún recuerda con claridad los instantes previos: «La primera vez que me pasó me acuerdo que era verano y estábamos toda la familia juntos de vacaciones en Madrid», rememora este andoaindarra de 19 años. «Estaba jugando junto a mis otros tres hermanos en casa, me mareé y me caí el suelo. Recuerdo que me llevaron al hospital, pero no me acuerdo muy bien de los días siguientes, solo sé que supuso un trastorno muy grande para la familia porque los cuatro éramos pequeños. De ahí en adelante tengo el recuerdo de alguna prueba que me hicieron y estar acompañado de mi padre en el hospital». A partir de ese día, su vida no volvería a ser la misma para Inaxio.

La crisis que sufrió aquel día de verano por desgracia sería la primero de muchas. El calvario de Inaxio no había hecho más que empezar. «Poco a poco empezaron a ser más frecuentes. Además del mareo, de vez en cuando también iban acompañados de movimientos de cabeza y convulsiones», relata el joven. Hasta que a los nueve años la situación ya se convirtió en insostenible: «Las crisis ya no eran tan espontáneas, empezaron a ser todos los días y lo peor de todo fue que me comenzaron a dar en medio de clase». Lo que provocó que su día a día en la escuela fuera insoportable. «Ya sabes cómo son los chavales a esas edades, que se ponen chulos e intentan atacar al débil. Y me tocó a mí».

Es por eso que en este proceso que le ha tocado vivir, Inaxio reconoce que lo peor que ha llevado han sido las relaciones sociales. Los ataques epilépticos comenzaron a ser más virulentos en un momento clave, cuando los chavales de su edad tejen las primeras relaciones sociales. «Es la vertiente en la que más he sufrido porque, por ejemplo, no podía salir a la calle no fuera que tuviera alguna crisis. Muchas veces iba acompañado de mi madre y como podrás imaginarte el hecho de hacer amigos se complicó bastante. La epilepsia me ha hecho sufrir mucho en este sentido», subraya aún con dolor el joven andoaindarra. Aunque es verdad que en toda tempestad suele haber un rayo de luz y en el caso de Inaxio se lo proporcionó su familia: «Sin mis padres o mis hermanos no hubiera salido adelante, su apoyo ha sido fundamental, han sido muy importantes para mí».

Operación del tumor

Hasta que no encontraron la causa que provocaba los ataques a Inaxio, el andoaindarra no pudo respirar tranquilo. A los quince años supo qué era lo que le ocurría y que se le podía poner solución: «Tenía un tumor en la cabeza. Al ser una edad en la que en todo momento estamos recibiendo conocimiento, cada vez que el cerebro lo hacía, se producía una especia de cortocircuito, lo que provocaban esos ataques», cuenta con total naturalidad desde Cracovia. Se acuerda perfectamente de la operación: «Fue en Barcelona y desde ese momento poco a poco todo ha ido a mejor. No ha sido de golpe pero todo ha ido hacia arriba». En esa escalada que ha protagonizado hacia la normalidad desde que le intervinieron, «ya no he sufrido ninguna crisis como aquella, ahora me siento seguro».

Aquella operación a la que fue sometido con tan solo quince años, sirvió para resetear casi desde el comienzo su vida, que dio un auténtico vuelco: «Empecé a hacer deporte y la cosa comenzó a mejorar», explica. Ahora es remero de Arraun Lagunak, donde ha conseguido hacer una cuadrilla de amigos: «Salgo con ellos, aunque lo más importante para mí ha sido sentirme parte de un grupo y que me tengan en cuenta. Como no era bueno para hacer amigos, pasar bastante tiempo allí me ha ayudado mucho». En cuanto a los estudios también decidió cambiar de aires y comenzó un grado medio en San Sebastián, lo que le ha valido para ir «conociendo a más gente», reconoce con alegría Inaxio.

Ahora Inaxio sigue dando pasos en su recorrido vital al igual que lo hacen todos los jóvenes de su edad. Los estudios le han llevado hasta la ciudad polaca, donde se está sintiendo muy a gusto. «Hemos hecho un grupillo muy bonito y me he notado con más confianza para relacionarme con los demás, está siendo una experiencia muy gratificante». Pero a la vuelta de Cracovia le espera uno de los retos más importantes de su vida, volver a las aulas en las que sus compañeros de clase le dejaron de lado: «Vi que allí se impartía un grado superior en Electrónica y Robótica y lo quiero intentar. Mi madre me pregunta si estoy seguro del paso que voy a dar. Pero yo me siento con fuerzas y creo que no habrá problemas».

Inaxio ahora también centra sus fuerzas en ayudar a los chavales que puedan estar viviendo una situación como a la que se tuvo que enfrentar él. Por eso es voluntario de la Asociación Guipuzcoana de Epilépticos. «Quiero apoyar a los chavales porque a mí me hubiera gustado que alguien que hubiera sufrido lo mismo me hubiese apoyado».

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