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ELISA BELAUNTZARAN
Domingo, 23 de abril 2017, 13:24
Nervios e ilusión se mezclan en los días previos a la apertura de los pastos de Aralar. Como cada 1 de mayo se abrirá la verja de Zamao para el paso del ganado a las campas de la sierra. Este año alrededor de 18.000 cabezas de ganado pastarán a sus anchas por el extenso y tranquilo terreno que se extiende por la sierra que tan bien conocen los pastores y ganaderos de la mancomunidad Enirio-Aralar, que tienen derecho al uso y explotación de sus pastos durante los próximos meses.
Andoni Murua, ganadero de Zaldibia es uno de ellos. Como cada año, subirá sus vacas a Aralar y reconoce que ya ha comenzado la cuenta atrás tanto para ganaderos como para el propio ganado. «Estamos deseando que llegue el primero de mayo. Mejor dicho, el ganado está nervioso porque quiere subir al monte, con ganas de que les abras la puerta para salir corriendo hacía el monte. Es algo instintivo en todos aquellos animales que han nacido en el monte. En cuanto llega la primavera están deseando subir y pacer al aire libre».
El buen tiempo de los últimos días ha hecho que este año hayan permanecido plácidamente en los terrenos que Murua tiene en torno a su explotación. «Después de haber pasado los meses de invierno estabulado, sacamos a las vacas al exterior para que se vayan acostumbrando al frío, a permanecer bajo la lluvia... Además, empiezan a comer más hierba fresca, su alimento básico durante los meses que permanezcan en Aralar».
Mientras los animales superan su etapa de adaptación, el ganadero zaldibiarra habla de trabajo. «Soltar el ganado en Aralar, trae consigo mucho trabajo. Antes de subirlo tenemos que desparasitarlo, hacerle un 'reconocimiento veterinario' que impida que aquel animal enfermo pueda contagiar al resto del propio rebaño o de los que se encuentren en las campas de montaña. También les tenemos que colocar los cencerros para que los animales se vayan acostumbrando a llevarlos...».
Andoni ya ha subido en varias ocasiones a Aralar para realizar una valoración de los pastos y según asegura «este año también hay mucha hierba, tienen de sobra para pasar los próximos meses. Van a estar a placer, con suficiente pasto y agua».
Grupo de Whatsapp
Inma Mendizabal, ganadera de Zaldibia, cuenta con un nutrido grupo de yeguas que están pariendo o parirán a lo largo del mes de mayo en las campas. Reconoce que «subir el ganado te libera en cierta forma de la carga de trabajo de mantener estabulado el rebaño pero también te exige estar pendiente de los animales por si se producen partos difíciles, tanto para la madre como para el potro, sobre todo al principio. Subimos varias veces a la semana, pero se pueden producir complicaciones y es difícil tener todo el grupo controlado». Pero según cuenta Inma, «es habitual mantener un contacto continuo con los pastores y ganaderos que tienen sus animales los meses de verano en Aralar y de hecho, tenemos un grupo de whatsapp, en el que estamos los propietarios de los animales». Son los 125 ganaderos de las localidades que conforman la mancomunidad de Enirio-Aralar y que hacen uso de los pastos, «en cuanto alguien ve una res en peligro o con algún problema se comunica e incluso se envían fotos, para que su dueño pueda acudir rápidamente a ayudarle o lo que proceda».
Modernidades que, según reconoce Inma, «facilitan mucho nuestro trabajo e incluso ayudan a no tener pérdidas, en el peor de los casos, porque puedes dejar bien a tu ganado y en cuestión de horas producirse cualquier caída, por ejemplo. Y, si no subes en varios días, puedes perder a ese animal».
Inma, junto a su marido Félix Garmendia, continúa la tradición familiar que ya comenzara su suegro Joxe Garmendia del caserío Miranda. Conocida familia de Zaldibia, se dedica a la cría de yeguas para la posterior venta de su carne y aporta a la economía familiar un importante ingreso, además de ayudar a Inma a cotizar pudiendo conciliar el cuidado de su hija y de su suegra. «Algo habitual en los caseríos y entre los baserritarras y ganaderos», reconoce Mendizabal. A esto hay que sumar las obligaciones propias de esta época, «después de echar el ganado al monte debemos continuar con las labores propias de la temporada como la recogida y almacenamiento de hierba seca con la que alimentaremos las yeguas en el invierno».
Todo el verano en la txabola
Kontxi Lertxundi, pastora de Zaldibia, anda estos últimos días también muy ajetreada. La subida de su rebaño a Aralar acarrea el traslado de toda su familia para los meses de verano a la txabola que tienen en la sierra. Una mudanza en toda regla que supone una gran organización, porque en el caso de la familia de Kontxi, además de atender las ovejas paridas o a punto de hacerlo, debe continuar con la producción de queso y «los primeros días andamos como locos arriba y abajo. Subimos la ovejas por lotes con sus corderos, pero seguimos ordeñando y haciendo queso en la quesería de Lazkaomendi. Además, tenemos que controlar el rebaño que hemos llevado al monte».
Su txabola, Elutzeta Goikoa, está en la zona zaldibiarra de Ausa-Gaztelu a la que no hay pista directa y, según cuenta, «subir con el todoterreno es muy peligroso. Yo no me atrevo, me da miedo. Sube mi marido que tiene más experiencia en su manejo, pero el terreno debe estar seco porque sino no sube. Los días de niebla cerrada tampoco es fácil subir, o mejor dicho, no se puede subir porque lo hacemos campo a través y es muy fácil desviarse y desorientarse. Siempre estamos preocupados de dónde andarán cuando empiezan a retrasarse, porque además no tenemos cobertura en el móvil. Estamos siempre pendientes del tiempo para subir o bajar y eso nos limita en nuestra vida cotidiana».
La falta de acceso hace que su estancia en la txabola sea más dificultosa, «sobre todo a partir de junio, cuando estamos arriba toda la familia. Hasta entonces, los chavales están en clase». Una vez arriba, Lertxundi reconoce que «nunca falta el trabajo. Tenemos que atender a las ovejas que están pariendo y después, cuando dejan de hacerlo tenemos que dar uso a toda la leche que producimos para hacer el queso que posteriormente venderemos». Pero, «es nuestra vida y nos gusta lo que hacemos».
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