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óscar b. de otálora
Domingo, 18 de septiembre 2016, 14:08
El poder de la cultura norteamericana llega incluso al Estado Islámico (EI), por mucho que este país sea para ellos el cuartel general de Satán. El rap -la música creada por los negros en los guetos estadounidenses y popularizada por la 'pecaminosa' MTV-, es uno de los sonidos con mayor influencia en los militantes del Califato. Todos los expertos en islamismo coinciden en señalar que la influencia de este estilo, muy difundido por internet, es clave para entender la captación masiva de jóvenes que se han radicalizado en las redes sociales al utilizar un lenguaje dinámico y actual . Pero además, algunos de los cantantes se han convertido en líderes terroristas capaces de organizar comandos y ordenar masacres, lo que ha dotado a sus canciones de una aura aún más mítica a la hora de influir en los jóvenes.
El último caso conocido del poder de esta música es el de Rachid Kassim, un rapero francés de 29 años, que según las investigaciones llevadas a cabo en París, era quien desde Siria estaba en contacto con los terroristas que han actuado en Francia y les animaba para cometer sus acciones. Los dos islamistas que el 26 de julio asesinaron al párroco Jacques Hamel en una iglesia próxima a Normandía sen comunicaban con este antiguo músico galo. También se mensajeaban con él algunas de los arrestadas la pasada semana por los preparativos para atentar en la capital francesa, en lo que ha supuesto el descubrimiento del primer comando femenino del EI en Europa.
Kassim, vivía en Roanne, una ciudad próxima a Lyon. Allí era conocido como un fanático de las artes marciales que trabajaba como asistente social, en especial con jóvenes inadaptados. En 2011 grabó un disco titulado 'Primera arma' bajo el seudónimo del Oranés (por la ciudad de Orán, en Argelia) en el que alentaban a cometer atentados y, por ejemplo, defendía la decapitación. Un año más tarde viajó al país argelino y allí se radicalizó. No tardaría en acudir a Siria para ponerse al servicio del Estado Islámico.
Su caso es similar al del rapero alemán Denis Cuppert, cuyo seudónimo como cantante es Desso Dog, uno de los músicos más conocidos que se pasó al yihadismo y se convirtió en uno de sus propagandistas más siniestros. Este artista, que ha llegado a aparecer en vídeos con las cabezas decapitadas de prisioneros, es hijo de una alemana y un ghanés que abandonó la familia. Su madre mantendría más tarde una relación con un soldado norteamericano destinado en Alemania, con el que Denis Cuppert siempre tuvo problemas. Tuvo una infancia problemática, con continuas detenciones por tráfico de drogas que le llevaron a los reformatorios. Allí se convirtió en miembro de las bandas de emigrantes de origen árabe o turco que se enfrentaban a los neonazis. En 2010, cuando su carrera como rapero estaba iniciándose, sufrió un accidente de tráfico que aceleró su conversión al islam. En ese momento contactó con un sector social al que denominan los 'Dark nazis', apodo que se da a los musulmanes que simpatizan con el nacionalsocialismo.
Apología del terror
Según los expertos en yihadismo, los vídeos que Desso Dog grabó a partir de esos contactos son claves para entender los procesos de radicalización de jóvenes musulmanes que, tras ser captados por Internet, se obsesionaban con viajar a Siria. En ellos, Cuppert aparecía rodeado de armas y defendiendo la violencia de forma explícita. Su estética reunía todos los iconos de los jóvenes que triunfan en el rap estadounidense más salvaje pero adobada con guiños a las traiciones musulmanas.
En 2013, tras grabar varios temas investigados por su apología del terrorismo y tras haber sido procesado, se marchó a Siria. En este país, que ya estaba sumergido en su sangrienta guerra civil, se afilió a grupos islamistas radicales de todo tipo hasta que acabó en las filas del 'Global Islamic Media Front', el aparato de propaganda del califato y de otros grupos. Su imagen de músico comenzó a fusionarse con la de un soldado, lo que le convirtió en un personaje mítico en las filas yihadistas. Era el artista asesino.
El rap del Estado Islámico se enfrenta a un problema teológico. Según los dichos atribuidos a Mahoma, el profeta prohibió a sus más fieles «el sexo, los vestidos de seda, beber alcohol y los instrumentos de música» . A lo largo de los siglos, para sortear esta última limitación, los músicos utilizaron la música coral -sólo usan la voz humana- y una pequeña percusión. Este estilo se denominó en el ámbito árabe el 'nasheed'. El Estado Islámico, en su medieval vuelta a los orígenes, sólo permite este tipo de canciones. Por ello, la mayoría de los raperos que viajan hasta Siria tienen que reconvertirse a este austero estilo y reinventarse como líderes de un coro de fieles. El 'nasheed' que ahora graba el Estado Islámico está acompañado de imágenes de jóvenes que se inmolan con cinturones explosivos y asesinatos de 'infieles'
Cuppert es uno de los pequeños enigmas del Estado Islámico. Desde el 2014 se le ha considerado muerto en numerosas ocasiones, tanto por ataques de Estados Unidos como por atentados llevados a cabo por grupos terroristas que operan en Siria. Sin embargo, su fallecimiento no ha podido ser comprobado de forma fehaciente en ningún momento.
Otro de los músicos que trabajó de forma activa para los yihadistas es Abdel Majed Abdel Bary, 'L Jinn', el hijo de un islamista egipcio que estuvo investigado por sus relaciones con Al Qaida, cuando este movimiento comenzó a extenderse por Europa. 'L. Jinn' nació hace 26 años en Londres, donde su familia había buscado refugio en su huida de Egipto. Su carrera comenzó con canciones en las que, frente a otros estilos de rap que defendían el uso de drogas, promovía la vida sana y la defensa de la familia. Se sabe que en 2013 huyó a Siria para unirse al Estado Islámico. Para muchos jóvenes musulmanes británicos se convirtió en un héroe, una fama que aumentó cuando las fuerzas de seguridad le atribuyeron erróneamente ser parte de 'Los Beatles', apodo de un grupo del Estado Islámico formado por británicos y que se especializó en decapitaciones. Su caso es paradójico, puesto que hace un año se le perdió la pista cuando, supuestamente, huyó a Turquía como desertor del EI. Su rastro se esfumó pese a que estaba siendo buscado tanto por los islamistas como por los turcos y los servicios secretos occidentales.
El pionero de toda este rap yihadista es 'Sheik Terra', un músico británico que en 2004 lanzó la denominada 'Digihad', jugando con los términos digital y jihad. Este rapero se convirtió en un referente para todos los futuros islamistas músicos ya que combinaba de forma profesional las imágenes de los atentados de Al Qaida con los desmanes de los ejércitos occidentales en países como Irak o Afghanistan. Con su canción 'Dirty Kuffar' (sucio infiel) ofrecía una venganza musical al imaginario musulmán al tiempo que llamaba a la lucha contra Occidente. En una época en la que el Estado Islámico no era todavía conocido, 'Sheik Terra' aparecía ya con una capucha negra y una pistola en la mano amenazando a todos los europeos infieles. Este fue el primer vídeo de la yihad.
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