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ARTURO GARCÍA
Martes, 21 de febrero 2006, 01:00
-Ambos enseñan, escriben, traducen literatura ¿dónde se siente que se es uno mismo?
-Marta Sanz: Esas facetas reflejan una pasión por la literatura que tiene que tener salida de alguna manera. Somos dos personas fascinadas por la literatura. Hemos sido ávidos lectores, estudiamos, hicimos tesis en literatura...
-Eduardo Lago: En mí todo han sido como disfraces, siempre con un contacto con la creación. Voy disfrazado de traductor, de crítico literario, de entrevistador incluso, de profesor. Pero debajo de ese disfraz, estaba un escritor al que, a lo mejor, le quedó grande el nombre durante mucho tiempo.
-¿Y qué resulta más satisfactorio?
-M.S.: Sin duda escribir, aunque la labor docente ayuda a escribir. El conocimiento nunca estorba, al revés, ayuda a ser más riguroso.
-¿Cuesta mostrar lo que se escribe?
-E.L.: Es para mí el tema más duro: el miedo. Pero, ¿qué miedo? publicar depende de otros, y suele obedecer a intereses bastardos. Yo no me atrevía. En mi novela hay un homenaje explícito a los escritores no reconocidos. Tengo muchos amigos que tienen mucho talento y no siento que me lo merezca mucho más que ellos.
-MS.: El miedo es real porque te expones muchísimo, si además esa novela es premiada el miedo es doble porque se supone que la crítica va a ser más crítica.
-En un año de premios polémicos su palmarés no ha sido criticado
-MS.: Coincidimos ambos en que éste era de los pocos a los que nos hubiéramos presentado: en otros que notas que no se te va a oir.
-E.L.: En el caso de Marta, es una novelística complicada que no quiere complacer los gustos elementales. En mi caso, soy un desconocido. Bueno, me conocían tres y mi familia a la hora de comer. Hasta el punto de que uno de los editores me decía, serio: estamos un poco preocupados porque no te conoce nadie.
-M.S.:Eduardo debuta y dice que le conocían tres. Yo tengo cuatro novelas y me conocían tres y medio.
-¿Y por qué cree que ocurre eso?
-M.S.: Porque a la hora de visibilizar autores los medios se suelen limitar a sota, caballo y rey.
-E.L.: Hay que atomizar, potenciar las editoriales pequeñas, la gente con ilusión. Luego, hay mucha gente arriba que uno no entiende muy bien qué hace ahí. A esos sí que el nombre de escritores les queda grande.
-¿Los premios están dando poder a autores que en otras circunstancias no lo tendrían?
-M.S.: Siendo instrumentos de difusión de las editoriales, acaban siendo una estrategia de marketing por la vía fácil: perpetuar hábitos de lectura con los cuáles un sector de lectores se siente cómodo. Esto es una novela: tiene que ser misterio, cursilería, toque metaliterario y todos nos sentimos a gusto.
-E.L.: Nuestra postura trata de poner al lector en una posición que no es cómoda, reflexiva, donde tiene que responder al riesgo que tanto Eduardo como yo asumimos como escritores.
-Parten de un hecho sorpresivo que desencadena reacciones
-E.L.: La muerte era para mí la puerta de entrada de la novela. Parto de una idea de Passolini: que no se puede decir nada de nadie hasta que se ha muerto. Hasta entonces, todo es incompleto, no se puede empezar a contar la historia. Así que empiezo por cargarme al protagonista.
-M.S.: Mi novela se inicia con una acción reprobable dentro de nuestros cánones culturales y de convivencia. Quería contar, no los motivos que desencadenan esa acción, sino las del resto de personajes.
-¿Poner de manifiesto los tabúes, la doble moral, estereotipos?
-M.S.: Y algo que me importa mucho, que soy muy temerosa de la muerte y este sentimiento trágico de la vida me lleva a buscar motivos para transformarla positivamente.
-¿Hay cobardía en ambos relatos?
-M.S.: En el caso de Susana quise darle la vuelta a la tortilla porque hay muchas cosas en el mundo en el que vivo que me incomodan.
-E.L.: Ante la que mi novela es una invitación a la rebeldía, a mirar lo que no se ve, las cosas en las que no se fija la gente. Vivo en Nueva York, sociedad conflictiva pero muy interesante, que desde España se ve de una manera monolítica aunque tiene muchos lados. Me he fijado en los desposeídos del sueño americano donde la gente está obligada a triunfar.
-¿Hasta qué extremo?
-E.L.: Mis alumnos se gradúan y, para integrarse tienen que empezar a funcionar. Ahí surge una descompensación enorme. Las relaciones no son auténticas, no saben dónde van. Y me fijo en los colgados, en los que no quieren entrar en esa dinámica.
-M.S.: Yo en los viejos. Son como enemigos, ni siquiera compran libros, marginados hasta de las novelas. Quiero recordar a Unai Elorriaga que rompió en Un tranvía en SP ese tabú. En mi novela los enfermos son marginados sociales dentro de un núcleo familiar donde se les aparta. Incomodan y molestan porque nos recuerdan nuestra propia muerte.
-¿La escritura se convierte en una obsesión para mirar la realidad?
-E.L.: Mi novela es un ataque frontal a esta cultura de los malls, de grandes centros comerciales que imitamos. Porque nos metemos con los americanos pero les copiamos en todo.
-M.S.: Por no hablar de las excusas para recortar las libertades.
-Hablan ambos de amistad, lealtad, generosidad, memoria.
-M.S.: Estos temas se han tocado siempre. Pero en la narrativa española a partir de la transición se ha vivido una literatura enfocada hacia una realidad que apenas se preocupaba por tocar de una manera muy selectiva aspectos desde los que hablar de cosas complacientes: daban una visión muy reducida del mosaico social. Sé estaba muy feliz de salir de una sociedad reprimida
-E.L.: Donde quedaban cuentas pendientes y realidades turbias.
-Ambos son profesores de literatura, ¿coinciden sus puntos de vista para la docencia literaria?
-E.L.: A mí me interesa entregarles la literatura más viva y más difícil. Lo pongo en el programa: va a ser un curso difícil y si no tienen ganas de trabajar duro mejor matricúlate en otra cosa.
-M.S.: Es muy distinto porque trabajamos en contextos y realidades educativas opuestos. Nos dirigimos a alumnos radicalmente distintos. Por lo que me dice, en Eduardo son alumnos estimulados con ganas de leer literatura en español y yo no siempre he tenido esa suerte. He tenido alumnos que me decían: esta bibliografía es muy larga y yo sólo leo en el water.
-¿Y qué les respondía?
-Este año vas a tener diarrea.
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