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TERESA FLAÑO
Miércoles, 1 de marzo 2006, 01:00
SAN SEBASTIÁN. DV. Escritor y periodista, Roberto Arlt (1900-1942), en noviembre de 1935, como cronista del diario argentino El Mundo, tomó un tren desde Santander con destino a Bilbao. Llevaba varios meses recorriendo España y enviando a su periódico la serie de relatos que, bajo el título de Aguafuertes, publicaba periódicamente. Durante dos meses recorrió parte del País Vasco y sus relatos son un documento que con el tiempo adquirieron una mayor trascendencia que la original porque al poco tiempo comenzó la Guerra Civil, de forma que se ha convertido en un testimonio casi único de una sociedad que no imaginaba el cambio radical que iba a sufrir. Ahora, la editorial Txalaparta ha recuperado estas Aguafuertes vascas que hasta ahora no se habían vuelto a publicar desde que pudieron ser leídas por los lectores del diario de Buenos Aires. Para ello se ha recurrido a la hemeroteca del periódico El Mundo, a partir de los propios ejemplares, tal y como salieron de la rotativa.
Zaloa Basabe, una de las responsables de la recuperación de los textos junto a Eider Rodríguez, comentaba ayer, en la presentación del libro, que «las crónicas de Roberto Arlt tuvieron tanto éxito que el periódico no los publicaba en una fecha fija para obligar a los lectores a comprar un ejemplar todos los días».
Sus textos reflejan el Bilbao industrial con sus callejuelas angostas, mezcla de opulencia y de necesidad, el nacimiento del acero en los Altos Hornos de Barakaldo, la sociedad matriarcal encarnada en las mujeres de Bermeo, la mezcla de religión y piedra de Elorrio, los otoños de San Sebastián, sin faltar sus impresiones sobre el nacionalismo o sobre la honestidad de los comerciantes. No duda en criticar el menosprecio que, a su entender, los vascos tenían respecto a otras regiones de España. Hay ocasiones en las que la pluma parece que se convierte en un pincel como cuando habla del color del Nervión o de la playa de La Concha.
Hijo de emigrantes
Roberto Arlt era hijo de emigrantes. Este hecho le influyó porque como su familia no tenía una buena situación económica comenzó a trabajar desde muy joven. Su contacto con la calle le llevó a tener un lenguaje directo y que lo entendían hasta las clases más bajas; también le permitió conocer a personajes marginales como ladrones, chulos, prestamistas, navajeros que luego aparecerían en sus relatos y, por último, le hizo tener una postura crítica con el poder.
Rodríguez comentaba ayer que «puede que por su escasa capacidad para el marketing o por su temprana muerte, no tuvo el éxito que merecía y no ha pasado a la historia como Borges, Sábato o Cortázar, a pesar de que todos ellos le alabaron». Recordó que «Roberto Arlt es uno de los más grandes escritores en lengua castellana del siglo pasado, y su obra es frecuentemente contrastada con la de Jorge Luis Borges: El escritor medio loco, pobre, anarco-revolucionario, marginal e informal, frente al burgués institucionalizado, elitista, refinado y culto». Fue Borges quien dijo que Arlt se entregaba a los negocios más inverosímiles, queriendo sacar dinero de forma poco honesta, y se reía de su intención de patentar panties antideslizantes.
Dejó escritas cuatro novelas: El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). Algunos de sus cuentos publicados en prensa fueron compilados en El jorobadito (1933) y El criador de gorilas (1941).
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