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IÑIGO ARISTIZABAL
Domingo, 5 de marzo 2006, 01:00
IRÚN. DV. Que el Gummersbach iba a pasar a semifinales de la Copa EHF era algo casi inevitable. Que el Bidasoa fuera capaz de tutear al equipazo alemán en los dos partidos y que en el de vuelta le tuviera muy cerca de las cuerdas, dependía de que los bidasotarras dieran el doscientos por cien de lo que tienen. Y lo dieron. Y demostraron que es posible vencer a un casi intocable de la Bundesliga.
Empezó mal el intento de gesta. Atenazado por esa mezcla de ilusión y miedo a la hora de atacar la fortaleza teutona, electrificada con los nueve goles de renta de la ida, las primeras embestidas del Bidasoa-Irún resultaban ridículas, con graves problemas para atacar la defensa 3-2-1 y absurdas pérdidas de balón que daban alas al poderoso. ¿Cómo iba a remontar nueve goles si le temblaba el pulso hasta para sacar las faltas?
Pero la situación fue pasajera. Transcurridos los primeros compases, los irundarras se pusieron al tema. Viendo que no estaban en la misma sintonía que sus compañeros, Ruiz sentó pronto a Stojanovic y Stankovic, tan brillantes en Alemania, tan ausentes ayer. Así, dos jugadores que no pisaron cancha en la ida -Tioumentsev y Aranburu- tuvieron más minutos de los nunca soñados antes de una cita como ésta. Y cumplieron. También Arrieta en la atípica función de lateral derecho y como abanderado de la casta, a turnos con Julen.
Los irundarras fueron uno abajo o empate hasta el minuto veintitantos. En el 24, un maravilloso pase de espalda de Cartón a Julen se tradujo en el 9-8, primera ventaja desde el 1-0 inicial. Hasta tres de renta tuvieron los locales antes del descanso (12-9), pero sólo era uno al descanso. Mucho camino para recorrer en media hora.
Pero al cuarto de hora de la reanudación todo parecía un sueño. Las dinámicas de los equipos iban en direcciones opuestas y el marcador estaba creciendo hacia el lado bidasotarra con especial ayuda de Nilsson, cuatro goles en el parcial de 7-3 que condujo al 23-17. Con ese resultado y quince minutos por jugar, la hazaña estaba a la vuelta de la esquina. El pánico tocaba a la puerta del Gummersbach, aturdido y maniatado por la espectacular defensa amarilla. Pero salió a aflorar la inmensa calidad de la plantilla germana, que en cuatro minutos dibujó un parcial de 0-5 (23-22) para despertar del sueño al hasta entonces entregado e ilusionado Artaleku. Más de uno había visto factible culminar la remontada, pero ésta no entraba en los planes de gente como Narcisse -pletórico aguantando a su equipo en la crisis de la reanudación-, Sigurdsson -letal con doce goles en dieciséis lanzamientos- o el portero Ramota -suplente de lujo al auxilio de sus compañeros-.
Ya sabíamos que el Gummersbach iba a superar ronda. Lo que no sabíamos es que nos lo íbamos a pasar tan bien.
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