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ALBERTO SURIO
Jueves, 16 de marzo 2006, 01:00
SAN SEBASTIÁN. DV. El PNV y el PP han dado un paso clave en el deshielo de sus relaciones a pesar de las profundas diferencias que mantienen. El presidente del EBB, Josu Jon Imaz, y el líder de la oposición popular, Mariano Rajoy, celebraron hace aproximadamente 15 días un encuentro en el que intercambiaron impresiones sobre la situación vasca y constataron sus hondas discrepancias. El encuentro se ha mantenido hasta ahora en una notable reserva y no fue confirmado ayer pero tampoco desmentido por fuentes de ambas formaciones políticas.
En medios nacionalistas se asocia la apertura de este canal de diálogo a la voluntad expresa del presidente del PNV por recomponer relaciones con todo el arco político y explorar complicidades en una etapa que considera decisiva para buscar nuevos consensos políticos. En los últimos meses, el líder jeltzale ha celebrado numerosos contactos con líderes políticos, sindicales y empresariales, tanto en el País Vasco como en Madrid. De hecho, mantiene una fluida interlocución con el presidente Rodríguez Zapatero y con dirigentes del PSOE.
En el contexto de estas conversaciones hay que encuadrar esta reunión con el presidente del PP, un movimiento que no tendrá consecuencias a corto y medio plazo pero que puede ser interpretado como un deseo de los jeltzales por no participar en estrategias de aislamiento de los populares. La llegada de Imaz a la presidencia del EBB implicó el reestablecimiento de sus relaciones con las cúpulas de todos los partidos. Tras años de profunda desconfianza, el factor humano se ha convertido en una pieza necesaria para engrasar los entresijos de la política vasca, durante años bloqueados por una dinámica de incomunicación y confrontación de frentes; ahora, sin embargo, combina la áspera dialéctica pública con una intensa pero discreta diplomacia entre bambalinas en busca de una mesa de partidos en la que el PP ya ha dejado claro que no piensa participar.
Rechazo a las dos mesas
No obstante, el PNV pretende terminar por normalizar sus relaciones con el principal partido de la oposición en España y quiere además implicar paulatinamente al PP en un futuro escenario de diálogo político, una posibilidad que los populares rechazan de plano por entender que forma parte de la estrategia de 'dos mesas' planeada, a su juicio, por ETA y por la izquierda abertzale.
Imaz quiere suavizar la oposición frontal del PP ante un eventual nuevo escenario en Euskadi, una vez que una decisión clara de ETA de cese de la actividad terrorista provoque un movimiento de fichas en el tablero vasco. Los jeltzales pretenden amortiguar en la medida de lo posible los poderosos recelos del PP ante los movimientos de Zapatero, explicitados anteayer en Bilbao por el propio Rajoy, en una intervención en la que consideró «una burla macabra» la política del presidente favorable a un diálogo con la organización terrorista para que abandone definitivamente las armas, a pesar de que pudiera prosperar una tregua. El discurso de Rajoy dirigió una carga ideológica de profundidad contra el nacionalismo vasco, al que acusó de jugar con ventajismo político en un supuesto final de la violencia y de plantear posiciones lejanas a los «derechos de ciudadanía». En el PP se valora el talante dialogante de Imaz pero se considera que la estrategia que mantiene Ibarretxe en defensa del derecho de autodeterminación conserva los ingredientes soberanistas que precipitaron el rechazo del Congreso al plan del lehendakari.
Los nacionalistas intuyen que, con el tiempo, los populares tendrán que modular su posición frontal porque la hipótesis de un fin de la violencia le obligará a revisar su política de máxima rigidez. Contra este vaticinio opera el clima de gran desconfianza entre los dos principales partidos y la ruptura de puentes de diálogo entre Zapatero y Rajoy.
El documento del EBB aprobado el 22 de octubre diferencia la paz de la normalización y aboga por renegociar los principios del proyecto de nuevo estatuto aprobado por el Parlamento Vasco en busca de un acuerdo plural que concite una mayor adhesión que el Estatuto de Gernika, con una formulación sobre el derecho a decidir que pueda ser pactada.
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