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ALTO DEBA

De empresa emblemática a pasto de oscuros intereses inmobiliarios

PPLL

Martes, 18 de abril 2006, 02:00

ARRASATE. DV. La Unión Cerrajera de Mondragón pasará a la posteridad no sólo como el máximo exponente del poderío industrial de la 'villa cerrajera', sino también como la empresa-madre de muchas de las realizaciones sociales y económicas que hoy hacen de Mondragón y comarca una de las zonas más pujantes de Gipuzkoa y de Euskadi.

Buen ejemplo de ello lo constituyen la Hermandad de Trabajadores de Unión Cerrajera (Hetruc) creada en 1935, como un sistema de seguridad social privativo de la empresa y verdadero anticipo de la actual Seguridad Social; lo mismo sucede con la Escuela de Aprendices, auténtica universidad laboral práctica y germen de la actual Escuela Politécnica, cuna, a su vez, del movimiento cooperativista conocido hoy por hoy como Mondragón Corporación Cooperativa; o con el Economato de la Cerrajera, idea desarrollada luego por el complejo Caja Laboral-Eroski; o con los planes de vivienda para los trabajadores ya desde los años 20, o con las «múltiples y variadas contribuciones a la comunidad en que desarrollaba sus actividades, desde los aspectos religiosos a los deportivos (campos de fútbol, piscinas), pasando por los docentes en sus primeros niveles», tal y como destaca Iñigo Agirre en el exhaustivo estudio realizado en 1981 con motivo de los 75 años de Unión Cerrajera.

Concebida como una verdadera empresa integral, Unión Cerrajera se dotó de Altos Hornos, centrales hidroeléctricas y todo los necesario para autoabastecerse. Su prosperidad fue aumentando paralelamente al volumen de su catálogo de productos, que en los momentos de máximo esplendor -entre los años 40 y 50- rondaba el millar de artículos.

Su plantilla alcanzó por entonces su cifra récord: 1.500 trabajadores en Mondragón y otros mil en los Altos Hornos de Bergara. Era tal su éxito empresarial, que sus artículos se vendían prácticamente solos, a menudo arrebatados por los compradores mayoristas cuando aún no se hallaban completamente acabados.

Como líder absoluto en todo el mercado estatal, la Cerrajera nunca necesitó de una red comercial. Sólo a partir de los años 80 empezó a tratar de crear esta red de vendedores, pero ya era demasiado tarde: los pequeños talleres de cerrajería que en gran número proliferaron por Arrasate, Are-txabaleta y Eskoriatza le había comida la tostada.

Por otro lado, la conflictividad política, social y laboral de los años 70 acabó por ahuyentar el espíritu patronal de la Cerrajera y la empresa se fue ahogando víctima de su propia obsolescencia y de la falta de inversiones por parte de sus últimos patronos, una sociedad de 'tiburones' financieros cuyo único objetivo se reducía a esperar a que la obsoleta actividad industrial de la Cerrajera se ahogara y poder así liquidar los enormes y apetitosos terrenos que ocupaba la fábrica.

Este objetivo se frustró gracias al compromiso asumido por el Ayuntamiento a instancias de los propios trabajadores para no recalificar como residencial el terreno de la Cerrajera mientras la empresa siguiera en manos de los 'tiburones financieros'. Sólo cuando estos especuladores vieron frustradas sus pretensiones, accedieron a vender la empresa a los trabajadores por el precio simbólico de 1 peseta.

Con la titularidad de la empresa en su poder, los trabajadores consiguieron que el Consistorio accediera a recalificar los terrenos con el fin de venderlos y conseguir así la financiación necesaria para reflotar la actividad industria de la vieja Cerrajera.

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