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ENRIQUE MINGO
Domingo, 23 de abril 2006, 02:00
SAN SEBASTIÁN. DV. Salían sonrientes, a pesar del madrugón y de haber tenido que mover su desnudez de un lado a otro durante casi cuatro horas, bajo la batuta -a ratos un poco ruda- del fotógrafo neoyorkino, pasando del frío suelo de mármol del Kursaal a la no menos fría, y además húmeda, arena de la playa de la Zurriola. Pero sí, las cerca de mil doscientas personas que participaron ayer en el espectacular montaje artístico, se mostraban encantadas casi unánimemente con la experiencia vivida.
«Ha sido muy bonito», aseguraba la madre de la familia Villate, que se había desplazado desde Hendaya con sus dos hijas de 7 y 10 años, por que «deseabamos participar en un evento artístico de este tipo. Nos encantó lo que hizo Tunick en Barcelona, y desde entonces teníamos la intención de estar en otro acto en cuanto nos fuese posible. Además, las crías se han portado estupendamente, incluso en los tiempos muertos entre foto y foto que han sido lo más latoso de todo».
Carlos, un azpeitiarra de 55 años, comentaba que «había seguido la obra de este artista, que me parece muy interesante, y aunque he pasado un poco de frío en el 'hall', todo ha ido perfecto. Como esperaba. Si hay una próxima vez, espero venir con mi mujer ya que con mis hijas no puedo contar... Parece que la juventud viene con más vergüenza que nosotros», reflexionaba con una sonrisa.
«La experiencia ha sido maravillosa», aseguraba casi al unísono un grupo de amigos treintañeros que habían «aprovechado esta fiesta para visitar Donosti y dejarse llevar». Simón, el burgalés de la cuadrilla, había participado en el montaje que Tunick realizó en Barcelona y «le debió de coger gusto al asunto ya que consiguió liarnos», comentaban sus amigos -un soriano, un madrileño, un gazteiztarra y un mirandés- . La fiesta tenía visos de continuar durante todo el día.
«Ésto, a Bilbao»
«El madrugón ha valido la pena», aseguraba Kepa, un bilbaíno que únicamente sentía que «este evento no se haya realizado en Bilbao». Mientras su mujer corroboraba con la mirada sus palabras, Kepa argumentaba que la participación había sido un poco baja ya que frente a Bilbao «que es más abierta, más cosmopotita», consideraba que San Sebatián era «una ciudad un poco puritana».
«El pudor, la vergüenza, se acaban en cuanto te quitas la ropa y te ves igual de desnuda que el resto», aseguraba Juanita, una chilena que reside en Iruña desde hace año y medio, y que celebraba de esta manera «tan natural» su 39 cumpleaños. «Ha sido una experiencia única», resumía sin poder quitarse la sonrisa.
La donostiarra Esther Esparza comentaba que «al comenzar la sesión, Tunick se nos ha dirigido de una manera muy personal, íntima, haciéndonos ver que este era un evento artístico entre él y nosotros. Quizá por eso, cuando nos hemos encontrado con las cámaras y los periodistas delante, hemos vivido una sensación violenta que ha motivado esos gritos de repulsa. Pero eso ha bastado para romper la tensión».
Para el donostiarra Fredy Díez, una de las cosas que más le ha asombrado de Tunick «es su capacidad de improvisación. Pensaba que las fotos iban a ser a tiro fijo, pero lo cierto es que ha sido sobre la marcha como ha ido colocando al personal para conseguir la idea que tenía en su cabeza».
Militancia nudista
El burgalés Felicísimo Lorenzo, acompañado de su mujer, Maribel Martín, aprovechó para comentar que la asociación naturista ANBU, de la que él es presidente en Burgos, había organizado el Iº Encuentro Interprovincial Nudista en la localidad de Arija (Burgos) para el próximo fin de semana. Tampoco dejó pasar la ocasión para piropear las iniciativas del alcalde Odón Elorza en favor del nudismo.«Otros alcaldes deberían tomar nota de él».
Otras dos personas comprometidas con el mundo naturista que se dieron cita en el Kursaal son los donostiarras Javi Albaro y Álvaro Larekin, de 41 y 75 años respectivamente. El primero se mostraba feliz por el acontecimiento vivido y a la vez muy crítico «con la doble moral de esta sociedad y de esta ciudad. Muchos de los que ahora están criticándonos desde sus casas se irán esta noche a algún puticlub».
Larekin por su parte se apenaba de que no hubiera asistido más gente de su edad. «La mayoría hemos recibido una educación con mucha represión con respecto al sexo y al cuerpo. Este tipo de acontecimientos nos vienen muy bien para sacudirnos un poco esa educación rancia que hemos tenido».
Pocas cosas negativas
Pocas quejas se escucharon de boca de los protagonistas de ese gran mosaico de desnudos que Tunick conviertió en obra de arte ayer. Para algunos, la megafonía para seguir las instrucciones no era la más adecuada. «En el interior del auditorio se creaba una reverberación que hacía casi ininteligible lo que nos decía. Se escuchaba mejor fuera, en la playa».
El desapacible día con el que amaneció Donostia tampoco fue motivo de queja, aunque curiosamente para la mayoría resultó más frío el mármol del Kursaal que la arena mojada. Y para terminar, la anécdota de ese bebé que, libre del pañal y alucinado por el revuelo que vive a su alrededor, hace su pipí sobre el estudiante italiano de Erasmus que está a su lado. Se llama Güido.
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