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M. G.
Lunes, 15 de mayo 2006, 02:00
Enfrentarse a una adicción como la del tabaco, que se fija fuertemente con los goznes de la dependencia física, psicológica y social, supone un esfuerzo. Pero es más fácil emprender esta batalla si se parte del pleno convencimiento de que es lo que se desea. «Si realmente se quiere dejar de fumar y hay motivación para ello, se consigue», explica el neumólogo Javier Laparra, de la Unidad del Tabaquismo del Hospital Donostia.
- Pero hay que enfrentarse al síndrome de abstinencia...
- Claro, es lo que pasa cuando uno se libera de una droga. Lo mismo ocurre con la nicotina.
- ¿Tanto como con las otras sustancias?
- La gente se cree que dejar de fumar es relativamente sencillo, pero la nicotina crea tanta dependencia como la heroína o la cocaína. El síndrome de abstinencia más severo es el del alcohol; luego, el de la heroína y el tercero es el de la nicotina. Así que no sólo es una cuestión de voluntad. El síndrome de abstinencia presenta manifestaciones físicas que se mantienen entre cuatro y seis semanas. Pero, una vez superadas, no quiere decir que no se pueda volver a caer. Desgraciadamente no es así por las dependencias sociales y psicológicas que implica el acto de fumar. Y es que cuando alguien deja el tabaco parece que le falta algo en la mano. Es la asociación mecánica a un hábito que se ha adquirido a lo largo de los años.
- Aquí entraría la ayuda.
- Una vez que se toma la decisión de dejar de fumar, si se cuenta con la ayuda de la medicación y las estrategias psicológicas, las cosas pueden ser relativamente fáciles. Es verdad que el síndrome de abstinencia le va poner dificultades. Pero una vez iniciado el camino, también va a encontrar estímulos. Por ejemplo, el hecho de respirar mejor, de poder subir a un monte sin cansarse tanto como antes, de haber recuperado el olfato y el gusto... Pero es muy difícil avanzar si el fumador no está preparado y suficientemente motivado. Y hay que elegir meditadamente el día en que se quiere dar el paso.
- ¿Si le dicen que ¿ya!?
- Esto no es una carrera al sprint, sino de fondo. Sí que hay gente que viene con el ánimo de dejar el tabaco 'mañana mismo', pero puede que le venga mejor concederse un plazo de una semana y aprovechar ese tiempo para autoevaluarse, para anotar las situaciones que más le incitan a fumar y en las que con más intensidad necesita un cigarrillo. Es un buen ejercicio para afrontar después el síndrome de abstinencia. Hay gente que fuma más los lunes, por ejemplo, y gente que podría prescindir de la mitad de los cigarrillos sin que eso le suponga un problema. Pero hay que saberlo.
¿En qué medida puede ayudar el entorno, la familia y los amigos?
Es fundamental. Se puede dejar de fumar solo, pero si se implica a los familiares y al círculo social, las ventajas serán mucho mayores.
- ¿La ley que entró en vigor en enero se ha notado?
- Creo que ha sido positiva. Influye, más que en reducir la demanda, en la percepción social del tabaco. Es decir, para que los chavales asuman que el patrón de fumar es un patrón social anormal de vida, que lo normal es no fumar. Y esto es importante porque el 69% de la población no fuma; sí lo hace el restante 31%.
- Sin embargo, la imagen que ha dado la publicidad de las tabacaleras reflejaba otra realidad.
- Claro. Esta industria invierte ingentes sumas de dinero en publicidad. Y cuando ya no le es posible llevar a cabo las promociones directamente en los medios, acude a los genéricos, es decir, a las mochilas, las zapatillas, las camisetas o las gorras con el logotipo de la marca. La F1, por ejemplo, está absolutamente subvencionada por las tabacaleras. Hasta Alonso lleva el anuncio de la firma más famosa de tabaco de Japón.
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