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La puerta abierta
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Politica

La puerta abierta

ALBERTO SURIO

Lunes, 22 de mayo 2006, 02:00

ZAPATERO jugaba en casa y estaba exultante ayer tras su acto en el BEC de Barakaldo. Tenía algunos motivos para ello. Los socialistas vascos le tributaron un caluroso homenaje en su primera visita a Euskadi dos meses después del anuncio del alto el fuego y en un momento de esperanza en la sociedad vasca en el que, no obstante, comienzan a soplar algunos vientos de inquietud. El presidente es consciente de que su propósito es arriesgado, de muy largo alcance. Requiere tiempo para que madure porque suscita una gran ilusión pero también dudas e incertidumbres. Y sabe que se mueve sobre un delicado alambre que necesita una compleja red de protección. El voluntarismo puede que sea necesario pero resulta a estas alturas insuficiente.

Su discurso confirmó que es una apuesta sin marcha atrás a pesar de las dificultades. Busca no herir la sensibilidad de las víctimas y su compromiso para reconocer su sufrimiento en el preámbulo de la Constitución es un gesto evidente en esa dirección. Tiene que sortear una oposición frontal del PP que no le da tregua, pese a un tono más templado de Rajoy que ayer saltó por los aires por el radicalismo tremendista de Acebes. A un sector del centro-derecha, movido por el agravio, la pretensión de Zapatero le saca literalmente de las casillas. Pero también tiene que hacer frente a las prisas de los sectores más soberanistas del nacionalismo vasco que pisan el acelerador con una frivolidad inaudita, en un ejercicio de nerviosismo tacticista y de corto plazo que preludia una batalla ideológica larga, dura y difícil y que, es cierto, reabre en canal el debate sobre el derecho de autodeterminación. En el fondo nada nuevo bajo el sol.

El presidente tiene que hacerse un espacio, a pesar de esa doble 'pinza' política entre el PP y un sector del soberanismo vasco, con un mensaje que ayer tuvo numerosos destinatarios. En primer lugar, anunció que en junio comunicará a los partidos que abrirá el diálogo con ETA. Se supone que más que para verificar la autenticidad del alto el fuego, constatado por los informes policiales, será para evaluar la posibilidad de un final de la violencia, sobre todo una vez que ha recibido espaldarazos que considera decisivos para su estrategia como el de los empresarios vascos y el del presidente de la Conferencia Episcopal.

Zapatero cree que su proyecto necesita «luces largas». Ayer mostró un equilibrio entre «la valentía y la paciencia democrática». Insistió en que será el Gobierno el que se tome el tiempo necesario para dar pasos y asegurarse que desaparece cualquier signo de violencia o coacción. Un aviso frente a quienes exigen la mesa entre partidos cuando todavía no está del todo claro si ETA renuncia de verdad a tutelar un futuro proceso político.

Zapatero dejó sobre la mesa la posibilidad de un futuro diálogo político para «renovar un gran acuerdo de convivencia», en el que los socialistas, insistió, defenderán «el entendimiento». En cierta forma, su discurso en Barakaldo se asemejaba a aquel 'espíritu de Anoeta' de Felipe González en el que se comprometió a defender el consenso vasco sobre el desarrollo del Estatuto de Gernika.

El presidente no fue más lejos, lo que provocó una sorprendente crítica desde Ajuria Enea así como los reproches de EA y EB, que esgrimen sin tapujos la bandera del reconocimiento del derecho de decisión. Un esquema que no es el del Gobierno ni el de la dirección del PNV, ni el de Llamazares, que quieren separar ambos procesos. Zapatero habló del reconocimiento a la identidad y a la personalidad de Euskadi y del «pacto entre diferentes». También de la decisión de los vascos, siempre de acuerdo con las leyes, lo que excluye el derecho de autodeterminación. Tampoco nada nuevo bajo el sol.

Lo que se esperaba sobre todo del presidente era el mensaje que dirigiría a la izquierda abertzale. Zapatero les emplazó a participar en el juego democrático «con todas las sensibilidades» aceptando sólo «el recurso de la palabra». También habló de «generosidad y capacidad de reconciliación». Dejó las puertas abiertas para que el proceso madure aunque no señaló con precisión el camino ni la salida. Batasuna, que está en otra onda, esperaba otra cosa. Les preocupa Grande-Marlaska y su legalización y piden que las palabras se concreten en hechos.

Claro que no es oro todo lo que reluce. En público prevalece el optimismo pero en privado existe una incipiente preocupación sobre la marcha de las cosas. La izquierda abertzale ha transmitido que así no se puede seguir, que determinadas decisiones judiciales implican un «tutelaje» del Estado que le dejan sin margen de maniobra. Por eso, el anuncio del diálogo con ETA formalizado ayer tropieza con algunos nubarrones en el horizonte. En las próximas semanas sabremos si se despejan.

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