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«Aldazábal no es tanto un político corrupto como una persona que 'se deja llevar'»
«Aldazábal no es tanto un político corrupto como una persona que 'se deja llevar'»
JOSÉ JAVIER ABASOLO, ESCRITOR

«Aldazábal no es tanto un político corrupto como una persona que 'se deja llevar'»

Más que a Dashiel Hammet sus novelas recuerdan la ironía de Simenon, prometen tramas inquietantes y mantienen la tensión hasta el final. Esta vez Javier Abásolo pone en escena a un falso icono de las libertades en Euskadi quien, de pronto, se ve sometido a un grotesco chantaje. Acérquense al misterio 'Antes de que todo se derrumbe'. Excelente género negro con genuino label vasco.

ALVARO BERMEJO

Lunes, 5 de junio 2006, 02:00

- La clave de su novela es una fotografía que nunca veremos, pese a que, en su día, proyectó a su protagonista al rango de héroe de la democracia. ¿Se trata de una alegoría sobre tantos falsos prestigios de la Transición en Euskadi?

- En realidad lo que más me interesaba era diseccionar las consecuencias de basar el ascenso profesional, social e incluso político sobre una mentira y, sobre todo, hasta dónde se puede llegar después para defender esa mentira

- Bajo las formas de una novela de intriga, ¿nos está sirviendo una sátira política o más bien una comedia social sobre aquellos tiempos?

- El que el protagonista sea un político es meramente instrumental, elegí esa condición porque está más obligado que el resto de la gente, si cabe, a tener un historial transparente e irreprochable.

- A su protagonista, Manuel Aldazábal, hay quien le llama Imanol y hay quien le llama Manuel. ¿Qué nombre le servirá más en su carrera política?

- Teniendo en cuenta su ideología, Manuel. Aunque afortunadamente ese debate está ya superado, hubo una época en que según te llamaras Manuel o Imanol te adjudicaban una ideología u otra, incluso un Delegado del Gobierno llegó a decir que quienes tenían nombres en euskera eran más proclives a militar en ETA.

- «Mientras no se sea un desastre total, los partidos prefieren la mediocridad a la genialidad». Entonces, ¿la clave del éxito está al alcance de cualquiera?

- Hace tiempo que dejé de creer en eso del «sueño americano». Generalizar sería injusto, pero me da la impresión de que lo más importante para tener éxito es, sobre todo, saber acercarse a los que mandan y serles útil sin molestar demasiado.

- Franco le dio un célebre consejo al joven Juan Carlos: «Tú sé leal a tu padre, pero actúa por tu cuenta». En realidad, ¿iba dirigido a toda una generación?

- Me da la impresión de que la intencionalidad del consejo era más bien separarle de ese núcleo liberal-conservador que se agrupaba alrededor de don Juan y quería democratizar, dentro de un orden, el régimen franquista.

- ¿Cómo se vivía entonces la tensión entre el miedo a la libertad y el anhelo de acceder a ella de manera plena?

- Con mucha esperanza. Con la muerte del dictador se abría una nueva época en la que estaba todo por hacer y confiábamos en que el futuro fuera maravilloso y nos diera lo que anhelábamos y, en nuestra ingenuidad, pensábamos que nos merecíamos.

- En el País Vasco de entonces, ¿se hacía mucha política ficción a cuenta de los ciudadanos?

- Sí, lo mismo que ahora, con la diferencia de que entonces teníamos derecho a ser ingenuos porque el final del régimen franquista nos llenaba de esperanza e ilusiones en un futuro mucho mejor.

- Durante la dictadura, ETA no cometió más de cuarenta asesinatos, mientras que de la Transición en adelante se acercó al millar. Algún día, ¿podremos entenderlo?

- Si algún día podemos entender por qué se usa la violencia para conseguir un objetivo político, podremos entender también sus diferentes estrategias pero, por suerte o por desgracia, yo creo que nunca lo entenderé.

- Tras dos amnistías generales y dos treguas parciales, ¿qué opinión le merece la última declaración de Alto el fuego permanente?

- Más que una opinión tengo un deseo, el de que se convierta en algo definitivo. Soy padre y quiero que mis hijos crezcan en un país sin violencia, en el que todas las personas puedan vivir en libertad y con respeto mutuo.

- Treinta años después, ¿viene una Segunda Transición?

- Si ETA desaparece la situación cambia por completo y se le llame como se le llame, cuando una situación cambia radicalmente se produce una Transición.

- La Transición fue sobreabundante en utopías políticas, pero apenas se plantearon utopías sociales. En el País Vasco de hoy, ¿queda más de una reconciliación pendiente?

- Para llegar a eso, más que grandes proclamas y parafernalias al uso será imprescindible que aprendamos a meternos en la piel del «otro», sólo así comprenderíamos mejor sus necesidades y sufrimientos.

- Su protagonista utiliza la carrera política para medrar en sociedad. En realidad, ¿carece de una ideología concreta?

- Aldazabal no es tanto un político corrupto como una persona sin carácter que «se deja llevar». Por lo demás, responde a un tipo de ciudadano muy abundante en la época, el que estaba de un modo difuso a favor de la democracia y los derechos humanos pero que prefería «no meterse en líos», para no tener problemas en su entorno.

- Y usted, ¿cómo compatibiliza una visión tan satírica de la vida con su trabajo en el Gobierno Vasco?

- Quizás porque, como en el chiste, cuando toca setas voy de setas y cuando toca rólex, voy de rólex. Además no considero incompatible tener esa visión de la vida con trabajar en la Administración, es más, yo creo que la acrecienta.

- Durante la Transición Bilbao y San Sebastián parecían dos ciudades ansiosas por redescubrirse mutuamente. Hoy, ¿hemos perdido la curiosidad mutua?

- Euskadi es un país pequeño y las distancias entre nuestras ciudades son inferiores a las que hay en el interior de muchas grandes urbes del mundo. Sería absurdo ignorarnos en lugar de aprovecharnos de la riqueza que supone tener en nuestro país dos ciudades tan vitales y pujantes.

- Entre 'El hijo del acordeonista' de Bernardo Atxaga y 'Verdes valles, Colinas rojas', de Ramiro Pinilla, hay dos visiones muy diferentes de la historia reciente de Euskadi. ¿Cuál siente más cercana?

- Creo que tenemos que acostumbrarnos a que las visiones diferentes no son opuestas sino complementarias. Sumando dos buenos escritores podremos obtener una imagen más ajustada del país que con uno solo.

- Albert Camus dijo aquello de que los escritores de verdad no tienen patria. Usted, ¿se siente especialmente extranjero en el País Vasco?

- No, yo soy vasco y me siento a gusto en mi país. Además no me gusta esa palabra, «extranjero», puede parecer utópico pero creo que nadie debería ser considerado extranjero en ningún lugar del mundo.

- De todos los futuros que nos regalan cada mañana los medios de comunicación, ¿se reconoce en alguno o aún no ha encontrado el suyo?

- Afortunadamente aún no he encontrado el mío. Eso es lo bonito de estar vivo, que cada día nuevo que amanece tenemos por delante el futuro, aunque no soy un ingenuo y sé que no siempre depende de nosotros mismos el construirlo.

- En este umbral del siglo XXI y de la globalización, ¿quedan utopías por las que merezca la pena luchar, «antes de que todo se derrumbe»?

- El día que dejemos de creer en que un mundo mejor es posible, estaremos muertos. Y quizás en el fondo no sea tan difícil, quizás tan sólo necesitemos «redescubrir» al ser humano que todos llevamos dentro.

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