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Pilar Carbonero, bioquímica e ingeniera agrónoma: «La agricultura biológica es un capricho de niños ricos»
Pilar Carbonero, bioquímica e ingeniera agrónoma: «La agricultura biológica  es un capricho de niños ricos»
PILAR CARBONERO BIOQUÍMICA E INGENIERA AGRÓNOMA

Pilar Carbonero, bioquímica e ingeniera agrónoma: «La agricultura biológica es un capricho de niños ricos»

«Todos los riesgos achacados a los transgénicos existen desde que la agricultura es agricultura, hace unos 10.000 años», advierte la científica

LUIS ALFONSO GÁMEZ

Viernes, 7 de julio 2006, 02:00

Pilar Carbonero es una pionera. Lleva entre plantas transgénicas más de veinte años. Defensora de la manipulación genética para mejorar el rendimiento de los cultivos, reducir sus necesidades de agua, hacerlos más nutritivos y explotar todas las posibilidades de las plantas, esta ingeniera agrónoma y bioquímica visitó recientemente Bilbao para hablar sobre Genética y agricultura contemporánea.

- Usted está en el mundo de las plantas transgénicas desde el principio.

- Llegué a ellas desde la bioquímica y la genética de plantas. Estudié Agronomía por influencia de mis padres, que eran veterinarios, y porque me interesaban más las plantas que los animales. Pensaba que acabaría dirigiendo una finca rústica, pero tuve dos catedráticos -uno de Genética y otro de Microbiología- que me fascinaron y decidí dedicarme a la genética de plantas.

- Entonces la genética no estaba tan de moda como ahora.

- Genética se ha hecho siempre para obtener nuevas variedades de plantas con mejores rendimientos y calidades nutritivas. Al principio, sin conocer las bases de la genética, pero en el siglo XX éstas ya eran la clave de todas las mejoras.

- Aunque la manipulación directa de genes es algo reciente.

- Empecé trabajando con el trigo para que fuera más resistente a las enfermedades... Lo hacía por cruce y selección, con lo que introducir el gen que queríamos era mucho más lento. La revolución llega cuando se sabe que el material genético es el ADN, que hay instrumentos para cortarlo, y que ese ADN puede llevarse a otro sitio. Eso ocurre en los años 70. Entonces, se empieza a hacer ingeniería genética en bacterias y, diez años después, en plantas.

- Usted ha vivido volcada en el estudio del trigo. ¿Por qué esa planta?

- El trigo es la primera cosecha mundial, seguida muy de cerca del arroz, y el cereal de Europa. Cualquier cosa que hagas en una cosecha tan importante a escala mundial, puede llevar a que disminuya el hambre en grandes poblaciones que dependen sólo de ese cereal.

- ¿Por ejemplo?

- Cuando estaba en la Escuela de Ingenieros Agrónomos, Norman Borlaug, al que después dieron el Nobel de la Paz, hizo algo sensacional por lo que se le considera el artífice de la revolución verde. Se fijó en una variedad enana de trigo de Japón y creyó que sería bueno acortar la talla de los cereales. Para ello, cruzó esa variedad con las normales y consiguió trigo semienano en el que la proporción de espiga respecto al peso total de la planta era menor que en el normal.

- Así que producía más alimento.

- Sí. La planta destinaba una mayor proporción de los nutrientes a engordar la semilla porque no tenía que crecer a lo alto. Borlaug triplicó y cuadruplicó los rendimientos del trigo. Gracias a eso y a variantes que no fueran dependientes de la duración del día o de la noche, consiguió que casi las mismas variedades de trigo se cultivaran a nivel del mar y a mil metros de altitud, en Asia y en Latinoamérica... Sacó a mucha gente de la pobreza.

- Que sigue existiendo.

- En 1960, había en el mundo 3.000 millones de personas y 1.000 millones de hambrientos. Un tercio de la población pasaba hambre, subsistía con menos de un dólar al día. Gracias a los trigos de Norman Borlaug y al traslado de esa idea al arroz y al maíz, se logró que en 2000, con 6.000 millones de personas, el número total de hambrientos fuera de 800 millones. Eso significa que en cuarenta años se pasó de un 33% de gente que pasaba hambre al 13%. Sin embargo, los beneficios de la revolución verde van a ser insuficientes para bajar a la mitad el número de hambrientos cuando seamos 8.000 millones, hacia 2025.

- ¿Qué beneficios pueden tener las plantas modificadas?

- Depende de los genes que introduzcas. La insulina que se inyectan los diabéticos es un producto de la ingeniería genética en bacterias, la misma tecnología de los transgénicos. La vacuna que se pone a los niños a los tres meses contra la hepatitis también está hecha así, como la hormona de crecimiento. Estamos acostumbrados a ver esa tecnología como algo normal en la industria farmacéútica y, de repente, cuando hablamos de plantas transgénicas, en Europa se da una oposición que no existe en otras partes del mundo.

- En España lo normal son las manifestaciones en contra.

- Manifestaciones se pueden organizar fácilmente y por muchas cuestiones. Lo que yo puedo decir es que se han pronunciado a favor de esta tecnología el 90% de los científicos. La situación de aquí me entristece porque Europa tuvo un papel importantísimo en el desarrollo de la tecnología de las plantas transgénicas. No sé lo que nos pasa. Si seguimos diciendo no, dentro de nada nuestras camisetas estarán hechas con algodón transgénico de otros países.

- ¿A qué cree que se debe esa oposición europea?

- No lo sé. Lo cierto es que en Europa el alimento no es una preocupación. Nos sobran calorías a casi todos. Nuestra preocupación es que comemos demasiado y demasidado bien, y estamos un poco demasiado gordos. Entonces, decimos: «¿Que no nos toquen el alimento, que yo quiero seguir comiendo la manzana de mi abuela!».

- Así que, como estamos bien alimentados no necesitamos transgénicos.

- ¿No los necesitamos ahora, ojo! Aquí hay también un problema social a medio y largo plazo que no se está abordando con la debida seriedad y del que creo que tienen parte de culpa los políticos: se están abandonando tierras. A lo mejor ya no interesan los cultivos tradicionales, pero hay que buscar alternativas. Las plantas transgénicas pueden utilizarse para obtener productos farmacológicos, para conseguir plásticos biodegradables, para extraer sustancias tóxicas de los suelos...

- ¿No dejarían los transgénicos la agricultura mundial en manos de las multinacionales?

- Ya hoy en día, sin necesidad de transgénicos, el mercado de las semillas está en manos de muy pocas grandes empresas.

- ¿Y qué dice del riesgo de que estas plantas arrinconen a las existentes, de que los insectos desarrollen resistencias a las toxinas que fabriquen para acabar con ellos...?

- El hombre ha estado manipulando genes desde que se hizo agricultor. Todos esos riesgos achacados a los transgénicos existen desde que la agricultura es agricultura, hace unos 10.000 años. Cuando roturamos un campo virgen y plantamos maíz, disminuimos la diversidad en esa zona. ¿Que algo de polen de maíz vaya a la parcela de al lado? Pues, es posible que haya cruces si están todos plantados al mismo tiempo, si tienen la floración a la vez... En el caso de los transgénicos, todas esas cuestiones están muy controladas y se ponen barreras. El maíz que cultivamos aquí vino de América. No existía en España antes de Colón.

- Lo que es un contrasentido es hablar de agricultura natural

- Cuando oigo la palabra natural, se me ponen los pelos de punta. Existe una tendencia a sacralizar lo natural, como si todo lo natural fuera buenísimo y lo artificial, malísimo. En la naturaleza existen grandísimos venenos y no hay que buscarlos en serpientes. El señor que sale a buscar perretxikos y no los distingue bien puede llevarse a casa unas cuantas setas que le fulminen. Hay que desterrar la idea de natural como sinónimo de inocuo.

- ¿Qué le parece la llamada agricultura biológica?

- Es un capricho de niños ricos. ¿Intente alimentar con agricultura biológica a 6.000 millones de personas! Agricultura biológica es la que practican los pobres en el África subsahariana porque no tienen dinero ni para comprar buenas semillas, ni para fertilizantes, ni para agua... El único insecticida que se permite en la agricultura biológica es el BT, que es una bacteria del suelo que tiene propiedades insecticidas. Cuando la ingeniería genética consigue poner el gen que produce el BT en la planta de maíz para que exprese la proteína insecticida, se considera, sin embargo, demoniaco y perverso. Y eso que permite reducir a veces a la mitad los tratamientos pesticidas, que afectan no sólo a los insectos que se comen las plantas -único blanco del BT de los transgénicos-, sino también a todos los que pasan por ahí.

«Yo dudé más que mi marido en volver de Estados Unidos»

- Su madre fue unas de las primeras veterinarias de España.

- Mi madre fue la primera mujer que ejerció como veterinaria en el País Vasco. Nació en Mallabia, pero vivió siempre en Zaldibar hasta que, por razones familiares, mis padres se trasladaron a Madrid. Fue la primera mujer veterinaria del Cuerpo Nacional, una especie de grupo de élite del Ministerio de Agricultura. El ejemplo de mis padres fue crítico para que yo hiciera Ingeniería Agrónoma.

-Un campo bastante masculino en su época estudiantil.

-Eramos tres mujeres y más de cien chicos. Ahora es, más o menos, mitad y mitad. Junto con Arquitectura, es de las carreras técnicas con más mujeres.

-¿Le fue difícil abrirse camino ?

-En la carrera no tuve mayores dificultades, aunque hubo algunos profesores que se preguntaban qué hacíamos allí.

- Luego se fue a Estados Unidos para especializarse y regresó. ¿No pensó nunca en quedarse allí como otros científicos de su generación?

- Fuimos mi marido y yo a Minnesota, y aquello no tenía nada que ver con la ciencia que se hacía aquí. Nos planteamos quedarnos porque teníamos ofertas. Yo dudé más que mi marido, pero él decía que de vez en cuando quería tomar una cervercita con los amigos sin quedar con un mes de antelación. Allí nos hicimos muy amigos, por ejemplo, de Francisco Grande Covián. Estuvimos dos años.

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