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Cartas

En memoria del padre Antía

Consuelo Ordóñez

Martes, 18 de julio 2006, 02:00

El jueves pasado murió en San Sebastián un sacerdote muy querido por nosotros, y al que mi familia agradece muchísimo el gran cariño que sentía por Goyo. Se llamaba Antonio Antía, oficiaba en la catedral del Buen Pastor. Este sacerdote casó a mi hermano y a Ana. Cuando ETA asesinó a Goyo, coofició su funeral. Posteriormente, durante todo el año 96, el 23 de cada mes celebraba una misa por Goyo, a la que asistíamos su familia y sus amigos. Ninguno de nosotros olvidaremos nunca aquellos encuentros en la pequeña capilla de un convento de la calle Prim.

Como os decía, Antonio Antía murió el pasado jueves, con tan mala fortuna que al día siguiente, el viernes, encontraban muerto de infarto en la isla de Santa Clara a un cura muy conocido en Donosti llamado Balentxi. Era un cura muy conocido, muy conocido por sus simpatías hacia el mundo de ETA-Batasuna. Participaba activamente en todas las manifestaciones, concentraciones y actos organizados por los cómplices de ETA. No faltaba nunca. En los años en los que los batasunos se colocaban enfrente de nuestras concentraciones, siempre estaba él, vociferante como el que más. Mientras nosotros denunciábamos un asesinato o un secuestro, ellos nos insultaban, nos amenazaban o nos lanzaban objetos. Vimos siempre a Balentxi allí, gritando, desde su condición de sacerdote y ciudadano (¿qué dos términos tan contradictorios con su comportamiento!), el habitual «ETA, mátalos» o «Gora ETA militarra». Sus conmilitones, cuando me reconocían, también me gritaban lindezas del tipo «Ordóñez, devuélvenos la bala».

Era surrealista. Surrealista y muy indigno. Siempre comentábamos que no entendíamos cómo sus superiores eclesiásticos no tomaban medidas disciplinarias contra este cura, contra este cura tan malvado y tan contrario a los principios más básicos del cristianismo. También era conocido en San Sebastián, entre los comerciantes del Centro y la Parte Vieja de la ciudad, por ser el encargado de distribuir y luego recoger, de tienda en tienda, los sobres destinados a los donativos económicos para los presos y presas vascos y vascas.

Pues bien, ahora viene lo mejor. Resulta que el obispo de San Sebastián ha tenido el detalle de querer celebrar el funeral por Antonio. Hasta aquí muy bien. Pero, y siempre hay un pero, el funeral va a ser conjunto; conjunto con Balentxi. Motivo: los dos son sacerdotes de la diócesis de San Sebastián. Monseñor Uriarte al parecer no comparte la tesis de su antecesor en el cargo, Setién, cuando les dijo a María San Gil y a María José Usandizaga aquello de «¿Dónde está escrito que haya que querer a todos los hijos por igual?»

No es tolerable que una buena persona, como el padre Antía, tenga que compartir el último adiós de su familia, amigos y feligreses con quien no sólo nunca condenó un crimen de ETA, sino que los jaleó siempre. Un cura que pedía a gritos el asesinato del prójimo no puede compartir funeral con quien no hizo otra cosa que acompañar y consolar a las víctimas de ETA.

¿Quién se ha creído el obispo para tomar una decisión de esta naturaleza? ¿Pobre Antonio! En Euskadi algunos no tenemos derecho ni a morirnos en paz.

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