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Peñas de Aia, colonia romana aún por descubrir
Peñas de Aia, colonia romana aún por descubrir
ARQUEOLOGÍA | EXCAVACIONES EN GIPUZKOA

Peñas de Aia, colonia romana aún por descubrir

Durante cerca de doscientos años los romanos extrajeron minerales de las minas que construyeron en la zona de Peñas de Aia, único macizo de granito que existe en el País Vasco

IÑIGO ADURIZ

Sábado, 19 de agosto 2006, 02:00

De los 24 ejemplos de minería romana encontrados en Gipuzkoa, 22 se localizan en el entorno de Peñas de Aia. La razón de que este pueblo imperial decidiera asentarse en nuestra provincia y, en concreto, en ese territorio delimitado por los municipios de Irun, Oiartzun, Errenteria, Bera y Lesaka es muy sencilla: Peñas de Aia es el único macizo de granito de todo el País Vasco.

Fue durante el siglo I cuando la explotación romana tuvo su periodo de máximo esplendor, el cual se calcula que duró hasta mediados del siglo II. En estos años se construyeron por la zona varias galerías que servían para la extracción de diferentes minerales a través de dos técnicas diferenciadas. La primera de ellas consistía en seguir el filón (según la RAE, masa metalífera o pétrea que rellena una antigua quiebra de las rocas de un terreno) en cuestión, extrayendo el material del mismo a través del picado. Al llegar hasta el mineral que les interesaba, regularizaban las paredes hasta conseguir que quedaran parcialmente lisas con unos dos metros de alto y uno de ancho. La otra de las técnicas empleada por los trabajadores romanos, consistía en excavar un túnel que descendía a través de una pronunciada pendiente con escalones de unos 30 centímetros de ancho y 20 de alto. Cuando llegaban hasta el filón abrían una nueva galería partiendo desde allí, la cual servía para sacar hacia el exterior el material que se estaba picando. El mineral extraído se limpiaba y se trituraba para elegir las partes con una mayor pureza, y posteriormente se fundía cerca de la mina. La galena -uno de los minerales que se extraían- tiene un alto contenido en plata y, a través de una primera fundición se conseguía un material en el que aparecían mezclados la plata y el plomo. La copelación servía para que finalmente se pudieran separar los dos materiales permitiendo utilizar el que más interesara.

Tal y como explica Mertxe Urteaga -directora tanto de Arkeolan (Centro de Estudios e Investigaciones Histórico Arqueológicas) como del Museo Romano Oiasso de Irun- «la aureola metamórfica del macizo de granito del entorno, ha provocado que se hayan producido unos procesos geológicos que han hecho que, a la larga, se hicieran esas mineralizaciones que interesaron a los romanos». Y es que los materiales que se encuentran en la zona pertenecen a la era primaria o paleozóica, y además del granito se pueden encontrar cuarcitas o pizarras. Urteaga lleva investigando esta zona desde 1983 con la ayuda de los espeleólogos de Félix Ugarte Elkartea.

Los yacimientos registrados en este área se pueden situar en diferentes grupos. El foco más importante encontrado hasta ahora es el de Arditurri, en el municipio de Oiartzun, donde se han hallado diez galerías diferentes relacionadas con la romanización, que tienen en común el tratarse de galerías de prospección o de escaso desarrollo y los filones de galena argentífera. La primera descripción de estas minas de Arditurri la hizo el ingeniero alemán Juan Guillermo Thalacker en 1804 en la revista Variedades de Ciencias, Literatura y Artes de Madrid, quien afirmó que «existen señales muy seguras de que esta mina fue trabajada muchos siglos con grandes utilidades», y destacando la importancia del hallazgo a nivel peninsular. El texto de Thalacker pasó desapercibido hasta 1883, cuando se publicó en el tomo VII de la revista Euskal Erria. A través de este medio se difundió la noticia de la existencia de minas de extracción de plata y, en 1897, la Comisión Provincial de Monumentos de Guipúzcoa realizó una visita en la que se recorrió la zona de Arditurri.

«Cuando empezamos a investigar la minería romana de Arditurri observamos que este podía no ser el único filón, por lo que se empieza a analizar todo el entorno de Peñas de Aia». Como resultado de estas investigaciones a las que se refiere la arqueóloga Urteaga se hallaron otros tres focos importantes de restos romanos: el de San Narciso, con ejemplos en Zubeltzu, Oiakineta y Altamira; el de Meazuri con dos ejemplos en la zona de Belbio asociados a filones de galena argentífera; y el de Zonzorroitz, relacionada con la explotación de hierro.

No sólo esclavos

Respecto a las condiciones de vida de los trabajadores que durante cerca de 200 años explotaron la zona de Peñas de Aia, la directora del recién estrenado Museo Oiasso de Irun afirma que «aunque lo tópico es pensar que los mineros eran esclavos, la realidad es bien distinta. La mayoría de los trabajadores eran 'contratados', porque las minas se explotaban en un régimen de concesión por el cual el empresario estaba obligado a pagar la mitad de los beneficios al Imperio Romano que, a cambio, le concedía una serie de garantías que iban desde el mantenimiento de las infraestructuras hasta la concesión de barberos y demás servicios para los trabajadores». De todas las maneras no niega que junto a esos trabajadores estuvieran algunos esclavos y presos que cumplían su pena a través de esas labores.

Respecto a la residencia de estos mineros Urteaga comenta que «lo normal es que vivieran cerca, en poblados mineros, pero en las minas de la zona de Peñas de Aia hemos encontrado restos de comida y ajuares que pueden hacer pensar que vivieron dentro de ellas, aunque no sabemos si de manera eventual o permanente». Es a la conclusión a la que llega la arqueóloga después de estar trabajando en la galería 20 de Arditurri, que además de la galería de drenaje descubierta en 2005, es uno de los nuevos hallazgos de los expertos. Se trata de la mina más grande del entorno donde se piensa habilitar un trayecto de 500 metros al público. «Es una explotación moderna que se abandonaría en los años 50 del siglo XX y que aprovechó los trabajos de los romanos. Aquí detectamos unas galerías antiguas que pensábamos que eran incluso pre-romanas y empezamos a sondear. Distinguimos varios niveles y al comenzar a investigar nos encontramos con mucho material arqueológico, con lo que puede deducirse que los trabajadores habitaban allí», explica.

De todas formas Urteaga cree que queda mucho más por descubrir que lo que se ha sacado a la luz hasta ahora. «Nosotros lo único que hacemos es detectar donde están las minas, pero están llenas de sedimentos. Cuando los mineros abrían una galería, tenían otra al lado en la cual no estaban trabajando, y la que rellenaban con las herramientas que se les estropeaban. Por consiguiente, dentro de los escombros de la mina, están los ajuares de los trabajadores. Los espeleólogos de Félix Ugarte Elkartea se dedican a detectar, y después tenemos que identificar, topografiar, registrar y finalmente vaciar completamente esas galerías para ver con qué nos encontramos. Existen unas cincuenta, y de los 3 kilometros de túneles que ya hemos descubierto sólo hemos vaciado unos 200 metros. Cuando vaciemos todo nos encontraremos con la galería original tallada y trabajada, y con muchísimo material arqueológico aún por descubrir».

Una mayor coordinación

La arqueóloga, que echa en falta un mayor apoyo institucional para estas investigaciones, solicita una mayor coordinación en la gestión por parte tanto de la Diputación de Gipuzkoa como del Gobierno Vasco. «Gipuzkoa tiene un problema con su arqueología, porque gestionarla exige una serie de recursos y las instituciones competentes no acaban de darle solución. En la provincia han tenido mucho éxito las investigaciones prehistóricas por las dudas que ha planteado el origen del euskera, nuestra lengua ancestral, por lo que el paleolítico ha tenido más importancia que lo romano, cuya historia ha estado infravalorada completamente». Para Urteaga «toda esa trayectoria se resume en que hoy día el conocimiento que tienen los guipuzcoanos de su pasado es muy reducido, con lo que tenemos episodios amnésicos en nuestra historia».

Tal y como explica, «esta descoordinación institucional provoca que los arqueólogos estemos a tope si queremos que estos temas adquieran un interés social». Para la experimentada arqueóloga «la investigación es muy importante porque permite conocer y poner en valor lo encontrado. Posteriormente, el centro de interpretación que se está proyectando alrededor de la mina, permitirá que la gente se acerque más a su pasado y también despertará un mayor interés en empezar una gran investigación en este campo». En este momento Arkeolan, centro que dirige Urteaga, se encuentra trabajando en la excavación de las termas de Oiasso -ciudad romana que se piensa que se situaba en los terrenos de la actual Irun-.

Por el momento, los que estén interesados en conocer más sobre la presencia romana en el País Vasco, y que quieran ver los restos que estos dejaron a su paso por nuestra provincia, pueden acercarse hasta el museo irunés donde, a través de vídeos interactivos, maquetas y restos arqueológicos se muestran los modos de vida de aquellos hombres que habitaron el noreste de nuestra provincia. Precisamente es aquí donde podemos ver los restos de los materiales que los romanos consiguieron extraer a través de las minas del entorno de Peñas de Aia, además de observar los restos de un molino que servía para triturar y seleccionar los materiales dependiendo de su calidad y de un pico minero. Estos picos presentan una forma tradicional fruto de la ingeniería romana, que se ha conservado practicamente hasta hace pocos siglos cuando llegaron los elementos mecanizados y las máquinas. El estado de conservación de tan antiguas herramientas es muy bueno.

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