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«Me gustan los que no tratan de hacer un paraíso con sangre ajena»
«Me gustan los que no  tratan de hacer un paraíso con sangre ajena»
FERNANDO ARAMBURU ESCRITOR

«Me gustan los que no tratan de hacer un paraíso con sangre ajena»

'Los peces de la amargura', el último libro del escritor donostiarra Fernando Aramburu, reúne una decena de relatos en torno a la violencia en el País Vasco

ROBERTO HERRERO

Martes, 12 de septiembre 2006, 02:00

El escritor donostiarra Fernando Aramburu acaba de publicar Los peces de la amargura, un libro compuesto de diez relatos con la violencia en el País Vasco como denominador común. Aramburu, que vive en Alemania desde 1984, es uno de los escritores más reconocidos por la crítica desde que en 1996 publicara su primera novela, Fuegos con limón, tras contar anteriormente con una amplia trayectoria como poeta. Desde entonces ha publicado otras novelas como Los ojos vacíos, Bami sin sombra o El trompetista del Utopía. De este último relato se estrenará este otoño la versión cinematográfica.

- Los peces de la amargura se abre con la siguiente frase: «Dedico este libro a la impureza...»

- A mí me gusta el mestizaje. Me gustan los hombres capaces de dudar y de disentir, si hace falta, de sí mismos. Me gustan los que admiten con gusto las diferencias y sus propios errores, los que no se pegan como lapas a un ideal, los escurridizos a las definiciones, los que no ponen bombas para quedarse a solas con sus ilusiones utópicas, los que no tratan de construirse un paraíso con sangre ajena.

- Todos los relatos del libro se desarrollan en el mismo escenario, el País Vasco, y tratan de la violencia política. El hecho de vivir en Alemania desde hace más de dos décadas, ¿es una ventaja o un inconveniente a la hora de analizar lo que ocurre en su tierra natal?

- En Alemania he visto lo terrible que es para una sociedad soportar el peso constante de la culpa colectiva. A mí me impresiona mucho constatar que la vergüenza por el pasado de la propia nación afecta asimismo a las generaciones que aún no habían nacido cuando imperaba el nazismo. Lo quiera o no, al nacionalismo vasco lo acompañará durante largo tiempo la sombra de las víctimas causadas con el pretexto de construir una patria vasca. De ahí la utilidad histórica del perdón. Claro que hoy por hoy no se ve en todo el ámbito vasco de decisión una pizca de humildad.

- Cuando se inició en la literatura aún estaba en boga el compromiso político de los artistas. ¿Qué rescataría de aquellas propuestas?

- Me parece bien lo del compromiso político siempre que se trate de una opción personal. Lo inadmisible es que me venga un tío de un partido o de una institución a dictarme lo que tengo que escribir. Creo, eso sí, que quien hace públicos sus escritos es responsable de lo que expresa en ellos y de la manera como lo expresa.

- Hay en Los peces de la amargura un deseo de evitar los maniqueísmos y de retratar el País Vasco desde diferentes ángulos ideológicos. ¿Cómo meterse en la lógica de un terrorista, por ejemplo?

- Una de las razones por las que dejé de escribir poemas fue el cansancio de usar una y otra vez la misma voz. Esto es, en cada poema era yo el que hablaba, el que en cierto modo derramaba sobre el papel los frutos de su conciencia intransferible. El arte de relatar permite, por el contrario, introducirse en la sensibilidad de otras personas, transformadas, claro está, en figuras de ficción. Creo que al buen narrador no debe faltarle esa capacidad camaleónica que le permita adoptar puntos de vista ajenos al suyo personal. Encarnarse literariamente en un terrorista es fácil si uno ha efectuado previamente las observaciones necesarias.

- Usted ha nacido en 1959, año en que también surge ETA. ¿Con qué palabras define las actividades de esa organización terrorista?

- Con éstas: ETA lleva a cabo una acción criminal con fines políticos y económicos. Dicha acción se caracteriza por el ejercicio de una crueldad encaminada a dar prestigio a una fuerza militar inexistente. Su fundamento teórico es un catecismo rudimentario basado en media docena de afirmaciones inmunes a toda tentación de desarrollo intelectual. Sabemos por testimonios personales que numerosos militantes de la organización se dieron cuenta de ello, pero para entonces ya estaban en la cárcel.

- ¿Cómo es la sociedad vasca que se retrata en Los peces de la amargura?

- La sociedad vasca aparece en mi libro representada por un puñado de personas que sufrieron la acción criminal de ETA, que llevaron a cabo dicha acción, que la estimularon y bendijeron o que apartaron la mirada con la idea de ignorar lo que sucedía a su lado. Es lo que hemos tenido durante largo tiempo. A estas horas es probable que esa suma de comportamientos se haya convertido en una tradición, en una peculiaridad local, en unas señas de identidad. Lo que no he hecho ha sido entrar en análisis sociológicos, ni muchos menos he tratado de salvar o condenar a nadie mediante palabras. Me he limitado a contar.

- Los críticos destacan siempre la calidad con que usted usa la lengua castellana. Sin embargo, en esta ocasión ha hecho un esfuerzo naturalista y algunos personajes vascos de su nueva obra se expresan con errores lingüísticos. ¿Cómo sigue la evolución del idioma en su país de origen?

- Tampoco en materia lingüística me gusta la pureza y, desde luego, prefiero mil veces la precisión a la corrección, aunque ambas no tienen por qué ser contradictorias. Mi nuevo libro guarda fidelidad a mi experiencia del habla castellana familiar, con mezcla de vasquismos, que es en realidad mi idioma de la infancia. Todavía en la actualidad sigo diciendo txirristra en lugar de tobogán, todavía voy a pescar con zizare o guardo mi bicicleta en un txoko del cobertizo. Recuerdo que de joven, cuando fui a estudiar a Zaragoza, me eché una novia que no paraba de corregirme. Ese idioma adquirido de niño y practicado en casa, en la calle, en el colegio, lo he empleado a conciencia en mi nuevo libro. De ahí que incluyera un glosario que pudiera servir de ayuda a los posibles lectores que no estén al tanto de las particularidades lingüísticas de los vascos cuando hablamos castellano.

- ¿Sus libros son publicados en los países europeos (Alemania, Italia, Francia, Portugal...) y americanos. ¿Aconseja a los traductores, dialoga con ellos?

- Aconsejo y dialogo cuando me lo piden. Tengo comprobado que la mayoría de los traductores solamente recurre al autor para solventar las últimas quince o veinte dudas.

«Asistí boquiabierto a las sesiones de rodaje»

Pronto llegará a las pantallas la versión cinematográfica de una de las novelas de Fernando Aramburu, El trompetista del Utopía. El largometraje, que se titulará Bajo las estrellas, está dirigido por Félix Viscarret y producido por Fernando Trueba. Y se ha contado con la participación de Enrique Morente en la banda sonora.

- ¿Cómo ha sido para usted su primera experiencia con el cine?

- El proceso de filmación lo viví con mucha curiosidad y con la natural fascinación del que se acerca por vez primera a un mundo que desconoce y cuya complejidad no tiene ni punto de comparación con el acto sencillo y solitario de escribir. Asistí boquiabierto a unas cuantas sesiones de rodaje, charlé con los actores, constaté que el director había captado estupendamente lo esencial de mi historia y que la productora había empleado medios suficientes para realizar una película digna. En fin, la experiencia no ha hecho sino procurarme alegrías.

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