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JORGE SAINZ
Lunes, 8 de mayo 2017, 11:21
Con 42 días seguidos de fútbol, nadie puede sustraerse al deporte rey. Tampoco las negociaciones presupuestarias entre PNV y PP. Por mucho que sus protagonistas trataran de desconectar viendo a 22 jugadores corriendo detrás de un balón, siempre había alguna llamada telefónica interrumpiéndoles. A quién ... no le ha pasado nunca. Fue el caso del presidente del PNV, Andoni Ortuzar, que recibió la llamada clave del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, cuando llegaba el jueves 27 de abril a San Mamés a ver su Athletic contra el Betis. O de la vicepresidenta del Ejecutivo central, Soraya Sáenz de Santamaría, atrapada en la decisiva reunión de la tarde del martes, después de haber prometido a su familia que irían al Bernabéu a ver la semifinal de Champions. Llegaron tarde.
Y es que las negociaciones entre peneuvistas y populares han sido como un partido de fútbol, con alternativas en el marcador, jugadas polémicas y alguna zancadilla. Y eso que para algunos, en especial los grupos vascos de la oposición, el resultado estaba cantado de antemano. No lo cree así el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, que el jueves 27, por la noche, se disponía a descansar en el hotel viendo por la tele el Athletic-Betis. Las reuniones de esa semana con los populares, que el lunes le habían impedido seguir el derbi de los bilbaínos con el Eibar en Ipurua, no habían ido bien, y Esteban no era optimista. Tampoco las tenía todas consigo Ortuzar. El presidente del Euzkadi Buru Batzar llevaba toda la tarde esperando una llamada de Rajoy cuando bajara del avión que le traía de Brasil. El presidente español se había comprometido a telefonearle para ver si se desbloqueaba la situación. Quedaba ya menos de un día para presentar las enmiendas a la totalidad.
La charla de Azkoitia
El líder jeltzale daba esa tarde una charla en Azkoitia con simpatizantes del partido y excargos como Román Sudupe. Contra su costumbre, colocó el móvil a la vista, en la mesa, por si tenía que coger la llamada del presidente. Pero como pasaba el tiempo y ahí nadie daba señales de vida, el presidente del PNV se dirigió a San Mamés a ver el choque liguero del Athletic y el Betis. Justo al llegar al campo, el 'teléfono rojo' sonó. Al otro lado, Rajoy. Desde el PNV no aportan detalles concretos, pero la conversación fue lo suficientemente larga y con contenido como para que Ortuzar se perdiera la primera parte del partido y, sobre todo, para dejar encauzada la negociación. Y eso que la comunicación se veía interrumpida por los gritos y 'uyyyys' del público rojiblanco.
Así las cosas, al día siguiente, viernes 28, el PNV no presentó la enmienda a la totalidad. Faltaba rematar el acuerdo. Llegó el puente del 1 de mayo, que en Madrid se extendía hasta el martes 2. Pero la política no entiende de festivos y esa tarde tocaba reunión. Con el 'sí' del EBB calentito bajo el brazo, Ortuzar se presentó en Madrid. Dos fueron los focos. Primero, en el Ministerio de Hacienda, Cristóbal Montoro y su homólogo vasco, Pedro Azpiazu, cerraban el imprescindible acuerdo previo del Cupo. Y cuando, como un 'carrusel deportivo', se conoció la noticia, Ortuzar y Esteban se pusieron manos a la obra con el equipo de Soraya Sáenz de Santamaría, entre ellos el ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, el portavoz popular en el Congreso, Rafael Hernando, y el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, para atar los Presupuestos. Esta vez fue la vicepresidenta, merengue confesa, la que se iba a quedar sin fútbol. El primer gol de Cristiano Ronaldo tuvo que celebrarlo en Moncloa. Más suerte tuvo el presidente, que en una dependencia anexa pudo seguir tranquilo la semifinal, antes de mantener un encuentro con Ortuzar.
La partida negociadora estaba casi acabada. El miércoles, la víspera del pleno de votación, Rajoy telefoneó al lehendakari, Iñigo Urkullu, que le pidió sin éxito que retirara el recurso contra la ley vasca de abusos policiales. Como la cuestión no estaba dentro de la negociación presupuestaria, Esteban y Ortuzar firmaron finalmente el acuerdo, en un despacho del Congreso y en presencia del propio Rajoy. El presidente del PNV tuvo el tiempo justo para regresar a todo correr en coche a Bilbao y comparecer en rueda de prensa, así que no hubo foto oficial, que se sepa, del acuerdo. Ni al PNV le apetecía figurar junto a un partido acosado por la corrupción, ni al presidente español hacer excesiva ostentación tras tan millonaria contrapartida. En todo caso, con el pitido final, todos salieron satisfechos. Esta vez fue una negociación sin licor Bénédictine ni comida en el Landa. Pero ambas partes están convencidas de haber logrado un acuerdo por toda la escuadra.
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