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ELISA LÓPEZ
SAN SEBASTIÁN.
Domingo, 24 de septiembre 2017, 09:45
Sorpresa, ilusión, asombro y humedad. Este cúmulo de sensaciones le vienen a la cabeza a Iñigo Barandiaran (Donostia, 1959) cuando recuerda el 25 de septiembre de 1977. El primer Alderdi Eguna. La primera Asamblea General del PNV de la democracia. Cuarenta años después, el diputado jeltzale rememora ese día como si fuese hoy. Aquel estreno junto al santuario de San Miguel de Aralar estará muy presente hoy en las campas de Foronda, donde el PNV dará continuidad a una tradición que, cuatro décadas después, trata de adaptarse a los nuevos tiempos sin dar la espalda a la tradición. Los discursos del lehendakari, Iñigo Urkullu, y el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, incidirán en la 'vía vasca' para lograr mayores cotas de autogobierno.
A Iñigo Barandiaran, en la actualidad diputado por Gipuzkoa en el Congreso, le cuesta resumir en palabras las impresiones de aquella jornada. «Yo tenía 18 años y no sabía qué suponía ese encuentro, ni cuántos íbamos a asistir, ni cómo se iba a desarrollar. Los que conocíamos Aralar no podíamos imaginar cómo aquel entorno podría acoger a tantos ciudadanos, dónde se podría aparcar, qué se iba a comer... Sin embargo, llegar allí y ver a tanta gente cargada de ilusión supuso un auténtico chute de adrenalina. Uno de esos días que quedan grabados en la memoria para siempre», rememora. «No esperábamos tanto. Por eso, hablo de asombro y de sorpresa. Y también de humedad. Fueron muchas horas, todo un día. Llovió, hizo viento y frío. Por eso recuerdo la sensación de humedad. Ha habido muchos 'alderdi egunas', pero ninguno como el del 77. Un día en el que todos vibramos...», reconoce el diputado donostiarra, que confiesa que a lo largo de su vida solo ha faltado a una fiesta de su partido.
Aquella primera vez, Barandiaran viajó junto a su cuadrilla de EGI de Donostia. Eran muy jóvenes. Tenían que pensar en quién tenía carnet de conducir o si llevaban bocadillos. «Es decir, cómo nos lo montábamos», cuenta entre risas. «Hubo mucha fase de preparación previa y de enorme ilusión, pero también de incertidumbre ante algo nuevo que sentíamos que sería importante. Esa enorme ilusión superó todas las dificultades. Cualquiera que estuviera en Aralar se emociona al recordarlo. Entonces fuimos conscientes de la importancia de nuestro partido», reflexiona.
Aquel 25 de septiembre de 1977, una avioneta sobrevoló San Miguel de Aralar con una ikurriña pintada en el fuselaje y otra enorme ikurriña de tela que, como una cometa, jugueteaba con el viento. También son muchos, como Barandiaran, los que recuerdan el lento e interminable viaje en autobús o en coche desde los pueblos de Euskadi a lo alto de la cumbre. O los rostros de los más mayores, curtidos por la cárcel y el exilio que cedían el relevo a una nueva generación de vascos que querían continuar la lucha por el autogobierno. O la curiosa desaparición del chófer de un autobús en plena subida a Aralar. O el balance médico, en el que lo único destacable fueron las lipotimias, alguna torcedura o incluso una picadura de víbora.
¿Pero cómo y de dónde surgió la idea del Alderdi Eguna? Para conocer el origen de esta celebración -un encuentro de la militancia y una reafirmación de las ideas políticas compartidas- hay que remontarse a 1977 y a un nombre, el del exsenador Iñaki Anasagasti (Venezuela, 1947). Fue un año clave de salida a la luz desde la clandestinidad tras largos años de dictadura. El PNV ya había mantenido las conversaciones de Txiberta. Durante un mes las fuerzas políticas vascas se reunieron para lograr una acción común. Y todos los fines de semana se producían manifestaciones de protesta de unos y otros. Este era el contexto.
La militancia del PNV, cuyo presidente era en aquel momento Carlos Garaikoetxea, demandaba una fiesta propia que conciliase lo político con lo familiar, que provocara ilusión. Porque, como afirmaban varios burukides, «40 años de dictadura habían separado a muchas familias y amigos y se necesitaba un reencuentro». Fue Iñaki Anasagasti quien propuso llevar esta idea a la práctica. Él tenía la experiencia de Venezuela, donde había vivido por culpa del exilio y, además, había viajado por Europa y vio de cerca las celebraciones multitudinarias de los partidos en Roma y en París. «Yo tenía la vivencia de Venezuela, donde los dos partidos que se alternaban en el poder organizaban grandes fiestas en las que se asaban corderos y había casetas representando los distintos estados, además del acto político en sí. Se lo propuse a Garaikoetxea. Pero me dijo que era mejor 'mover' el tema en Bizkaia. Entonces se me ocurrió hablar con Juan de Ajuriaguerra, todo un referente del PNV», relata Anasagasti.
Sin embargo, la propuesta no gustó al histórico nacionalista. El exdirigente jeltzale recuerda que recibió «una bronca tremenda». Mantuvieron un pequeño rifirrafe: «Él defendía que no hacían falta fiestas, sino ser capaces de no romper la unidad de partido. Yo le quise convencer de que no eran cosas incompatibles y que nuestra gente quería saludarse, y no solo en funerales... Yo solo era un joven de veintitantos años, pero me atreví a decirle que él nos había enseñado que en el partido tomaban las decisiones los burukides y que él era un diputado. Fue algo muy violento. No sé de dónde saqué el valor... Entonces me miró con gesto serio y me dijo: 'Haced lo que queráis'».
A partir de ahí, la maquinaria se puso en marcha. Eligieron Aralar como punto de encuentro. «Un sitio malo porque no tenía buenas conexiones, pero se decidió por la carga simbólica, ya que San Miguel de Aralar era el patrono del PNV. Fue tal éxito de gente -viejos gudaris, jóvenes, familias con niños...-, que se convirtió en la gasolina para que hayamos llegado a cumplir cuarenta años. Fue algo increíble. Desbordó todas las previsiones. Había tantas ganas de reunirse, pero no en manifestación, sino de fiesta», recuerda.
-¿Y en vista del éxito qué le dijo Ajuriaguerra?
-Me dijo: 'Tenías razón, Iñaki'. El año siguiente, el 78, murió. Y ese Alderdi Eguna lo celebramos en Estella, cerca de donde él falleció.
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