Juan María Uriarte acaba de cumplir sesenta años desde que se ordenó sacerdote. Recuerda con espíritu autocrítico su primera etapa eclesial y guarda un grato recuerdo de su época como obispo de la diócesis de San Sebastián, aunque admite que «no fueron todos los años fáciles». Ahora vive en Bilbao, conviviendo con doce sacerdotes más en una amplia casa parroquial, y asegura que su experiencia vital en este momento de su vida «es muy rica», cumplidos ya los 84 años. Se aproxima con prudencia a la actualidad política, social y económica, convencido de que Euskadi se encuentra en una situación «sensiblemente mejor y con una convivencia pacífica que va dando pasos», aún admitiendo también que persisten «nudos que aún no se han desatado».
- Superados seis años del cese definitivo de la violencia de ETA, ¿qué balance hace del tiempo transcurrido?
- Estamos sensiblemente mejor. La convivencia pacífica va dando pasos. El riesgo de retornar a una situación violenta es inexistente. Se nota un alivio general. La pesadilla social se ha disipado. Con todo, hay nudos que aún no se han desatado. Muchos esperamos una política penitenciaria más acorde con el cambio producido, que aproxime a los presos hacia su lugar de origen y sea más humana con los presos gravemente enfermos. Asimismo, esperamos de ellos que se acojan a las medidas individuales previstas por la ley para mitigar o cancelar, según los casos, su situación penal. Esperamos un reconocimiento del daño y del mal causado por ETA. También de parte del GAL, y otros grupos análogos, alguna muestra de reconocimiento por haber violado en bastantes ocasiones derechos humanos intangibles y universales.
- La desaparición de ETA sigue sin producirse. ¿Qué opinión le me-rece esta situación?
- No conozco las razones de esta demora. Pero la desaparición de ETA como tal es necesaria. Es un deber para con la sociedad. Es un paso fundamental en la normalización de la convivencia. Sería bien recibida por muchas de las víctimas que ella provocó. Penitenciariamente tendría probablemente efectos positivos. Disiparía definitivamente el temor que algunos mantienen todavía respecto a su posible marcha atrás.
- ¿Considera suficiente que ETA recurriera a la palabra ‘desmovilización’ para confirmar su disolución?
- El significado de estas dos expresiones no parece idéntica. Desaparición es más que desmovilización. De todos modos, lo realmente necesario, al margen de la palabra usada, es que la expresión que utilicen no deje lugar a ninguna duda razonable sobre su efectiva desaparición.
- ¿La Iglesia puede jugar un papel para contribuir al cierre definitivo de la historia protagonizada por ETA?
- Debe y puede hacerlo en la medida en que mantenga su credibilidad y se reconozca su largo trabajo por la paz. Su aporte debería consistir en contribuir a una convivencia normalizada, impregnada de espíritu de reconciliación. En mantener viva una memoria crítica del pasado. En alentar esperanza con respecto al futuro. Creyentes, comunidades y responsables están llamados a contribuir, junto a otros grupos, en esta noble tarea.
- ¿Cómo juzga el papel desempeñado por algunos miembros de la Iglesia en el proceso de desarme culminado el pasado mes de abril?
- Personalmente solo conozco a uno: monseñor Zuppi, que fue invitado como testigo del último acto del proceso y de su puesta en escena. Mon-señor Zuppi es un hombre de mucha prudencia y experiencia. Me inclino poderosamente a pensar que tuvo buenas razones para implicarse en ese momento. Facilitar y garantizar la paz es evangélico y eclesial.
- ¿Esta era la paz que soñaba para Euskadi?
- La paz real es siempre incompleta. Estamos construyéndola palmo a palmo. Todavía quedan pasos importantes. He señalado algunos. De una ‘coexistencia sin violencia’ a una ‘convivencia pacífica’ hay un progreso grande. Será muy saludable otro paso: la reconciliación. Ella comporta no solo verdad, justicia, diálogo, sino acercamiento progresivo y perdón demandado y otorgado. Ella garantiza el ‘never again’, el ‘nunca más’. La reconciliación despierta en muchos ciudadanos reticencias explicables, pero injustificadas. Las Ciencias de la Paz han decantado rigurosamente esta palabra y la usan sin recelo. Explicar claramente y promover valerosamente la reconciliación pertenece a la misión de la Iglesia. La reconciliación es el alma de una paz sólida y fecunda.
- La huella de la violencia sigue presente en la sociedad vasca. ¿De qué manera se podría eliminar?
- Es cierto. Hay mucho sufrimiento, muchas heridas del pasado que perviven en el presente. Su exponente más relevante son las víctimas, todas las víctimas. La educación de las generaciones juveniles es un instrumento necesario. Pero también los adultos tenemos que educar nuestras opciones políticas que aun siendo legítimas son ‘material radiactivo’. Los diálogos entre víctimas y victimarios, los encuentros entre víctimas de distinto signo son delicados, pero fructíferos para ir atenuando las huellas de la violencia.
- ¿Es necesario que ETA y quienes apoyaron su estrategia de violencia reconozcan el daño causado?
- Es necesario y saludable. Para la sociedad, para sus víctimas y para los mismos agresores e implicados. Tiene un efecto regenerador.
- ¿Cree que el reconocimiento del daño causado debería extenderse más allá de la responsabilidad de ETA y de quienes han apoyado su violencia terrorista?
- Todos los que por pasividad o por eludir complicaciones no hayamos tomado a tiempo posición frente a ella hemos de realizar y expresar, en la medida en que nos corresponde, una reflexión autocrítica.
- ¿Todas las víctimas de la barbarie de la violencia son iguales?
- Según el Derecho Internacional y la ética, son iguales en cuanto a los derechos humanos de verdad, justicia y reparación. No lo son en cuanto a las causas en aras de las cuales fueron victimadas. En este punto no son equiparables.
- ¿Merece la violencia de ETA una reprobación moral expresa?
- Sí. Por su prolongación en el tiempo, por su intención de imponerse por la vía de las armas, por la gravedad de los daños humanos producidos y por el mal injustamente causado a numerosas víctimas y a sus familias.
- ¿Son equiparables la violencia de ETA y otro tipo de violencias como las protagonizadas por el GAL y otros grupos análogos?
- No deben equipararse. No es justo ningún intento de justificar la una por la otra ni de considerarlas como una compensación recíproca. Para ello, deben valorarse sin mezclarlas ni confundirlas.
- ¿La reconciliación en el seno de la sociedad vasca sigue siendo una asignatura pendiente tras décadas de violencia?
- Hace falta tiempo. La reconciliación tras un traumatismo tan grave es lenta en todas partes. Para dinamizarla hacen falta decisiones políticas e iniciativas sociales acertadas y gestos personales de generosidad y humilde reconocimiento. Estamos progresando. Se están haciendo notables esfuerzos institucionales y sociales. La paz real es aun insuficiente sin la reconciliación.
- ¿Qué elementos deberían cultivarse y serían prioritarios para favorecer una reconciliación plena?
- La reconciliación no es nunca plena en este mundo. Se cumplirá después de la historia, en la vida eterna. Pasos que hemos ido indicando (reconocimiento del mal causado, reparación de todas las víctimas, modificación de la política penitenciaria, etc.) la favorecen. La interpretación de las normas legislativas y penales «según… la realidad del tiempo en que han de ser aplicadas» (Código Civil art. 3.1), la creación de espacios de diálogo institucional, social e interpersonal. Los contactos cuidadosamente preparados entre víctimas y agresores, y ‘last, not least’ la educación de las nuevas generaciones, enseñándoles a dialogar, a defender a los débiles, a perdonar y pedir perdón. Estos son algunas de las posibilidades.
- ¿Qué política penitenciaria deberían protagonizar el Gobierno español, y en su caso el Ejecutivo francés, en el caso de los presos de ETA?
- Unas medidas que eviten un daño innecesario e injusto a las familias, que promuevan actuaciones más humanitarias con los enfermos graves, y arbitren procesos legales que favorezcan la reinserción social de la población presa. Tal reinserción es un objetivo imprescindible de la justicia penal.
- ¿Qué papel deberían desempeñar los presos de ETA en esta etapa?
- Acogerse a las medidas individuales para mitigar o cancelar sus penas previstas por la ley. Sería un servicio notable a la normalización y reconciliación.
«En Cataluña ha faltado el diálogo a tiempo para encauzarla situación»
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La situación política existente en Euskadi contrasta con la que en la actualidad vive Cataluña. ¿Le sorprende? ¿Qué ha podido faltar para evitar lo sucedido?
- La larga pesadilla de cincuenta años ha inmunizado en gran medida a este pueblo frente a resoluciones drásticas y frente a soluciones radicales e inmediatas. Por eso la sorpresa es menor. En Cataluña ha faltado el diálogo a tiempo para encauzar una situación que evitara males mayores.
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¿Qué papel le ha correspondido a la Iglesia catalana en esta crisis?
- La preocupación por la unidad de su comunidad y por la cohesión de toda la sociedad catalana les ha inducido a gestiones discretas y netas para procurar evitar lo que finalmente ha sucedido. Ahora les toca restañar heridas de la convivencia provocadas o recrudecidas por el traumatismo vivido.
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¿Las elecciones del 21-D pueden reconducir la situación?
- No soy ni me corresponde ser analista político. Mi mirada a la Cataluña singular y plural quiere ser respetuosa y cercana. Ha sufrido mucho en este tiempo y aun continúa muy preocupada por las incertidumbres del futuro. Es difícil anticipar la respuesta a la pregunta que se me formula. Dependerá en parte de los resultados de las elecciones. Es más que deseable que favorezcan el diálogo ulterior. Pero el traumatismo ha sido tal que serán necesarios tiempo y acierto en las medidas que se adopten. Anudar un diálogo de calidad entre Gobierno central y Govern, y fomentar relaciones culturales, comerciales e institucionales, que vayan disipando posibles resentimientos y revanchismos, contribuiría a crear una situación mejor.
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