Borrar
Bruce Springsteen, con uno de sus músicos, durante el concierto en Santander. [VÍCTOR FRAILE / REUTERS]
El rock de los proscritos
Cultura

El rock de los proscritos

Springsteen cerró el miércoles en Santander su gira peninsular ante más de 7.000 seguidores

ARTURO GARCÍA

Viernes, 27 de octubre 2006, 05:01

SANTANDER. DV. El Jefe está enfadado. En contra de lo que pudiera esperarse, en vez de despedir gente, ha dado excedencia a la E Street Band y lo que ha hecho es contratar más músicos: 17 en escena (ausente Patti Scialfa), entre vientos, violines, banjos, pianos de garito, coros. Cuantos más mejor, porque se trata de demostrar que el Boss no está peleado con el mundo: está peleado con Bush y la mejor forma que tiene de expresarlo es ponerle a caldo a base de doble ración de cultura musical tradicional popular del país donde gobierna Junior.

Springsteen cerró anteayer en Santander su gira peninsular dejando cortos los mejores vaticinios. Está que se sale. Pero no con sus himnos como Born to Run, Born in the USA o The River: con el repertorio del rojo proscrito por excelencia, Pete Seeger; junto a Woody Guthrie, la voz del pueblo en los USA, quienes mejor supieron recoger la herencia política y musical de EE UU para ponerlas al servicio de las reivindicaciones de la clase obrera y las miserias cotidianas que rodean la vida en las cunetas de la política.

La paradoja estaba servida: el discurso activista más comprometido del Boss, ante las clases acomodadas europeas que son las únicas capaces de apoquinar 70 euros del ala y que hoy se queda embelesada oyendo contar a este monstruo del escenario relatos e historias que estremecen los tuétanos de la miseria y el subdesarrollo, eso que se conoce como la carne de cañón, la que alimentó Las Uvas de la Ira de Steinbeck.

Bruce está blindado. Parece hecho de otra pasta. Dos horas y media para postrarse ante un repertorio cuyo mejor contrasentido es que convierte las penurias en celebración. Dando por bueno lo de que el que canta sus penas espanta, el Boss abrasó. Para completar ese recorrido, tira de apenas media docena de temas de su propia cosecha igual de atípicos (Bobby Jean, Fire, You Can Look, The Ghost of Tom Joad).

Es ahí donde pasma la contemporaneidad de los temas rescatados de Nebraska, disco que no deja de crecer con el tiempo. Cayeron Atlantic City, Open All Night, totalmente remozadas, y suenan tan tremendas cantadas por el Jefe susurrándole a una grabadora que con 20 músicos en escena.

Springsteen planteó un concepto escénico heredado de la visión crepuscular de El último vals de The Band, inmortalizada por Scorsese. Cortinones, lámparas de araña, vientos de Nueva Orleans, luces formidables de abajo a arriba, arrancó con un furioso John Henry y hasta el final no dejó de bramar contra el rumbo de los tiempos. Old Dan Tucker, Mrs.McGrath, Mary Don't You Weep, Jacob's Ladder, My Oklahoma Home, Pay Me My Money Down, American Land, del vals y la polka al folk electrocutado.

Tocó country, ragtime, gospel, blues vía Ry Cooder (How Can a Poor Man Stand Such Times and Live?), reggae (Love of the Common People, pieza popularizada por Paul Young y escrita por los autores de Son of a Preacher Man), arrullos, divertimentos, juergas brumosas, hasta una recta final donde boqueó algo al tirar de guiños fáciles tomados de sus requetesabidas puestas en escena con la E Street Band: vaciles con el vocalista negro, su nuevo Big Man, las slides de Lofgren, los pianos de Bittan, hasta fotocopiar su versión en vivo de My beautiful Reward al servicio del When The Saints Go Marching In, con varios vocalistas alternándose al micro.

Berreó, brincó, dejó hecha un guiñapo la guitarra, bromeó, abrió la mano para el lucimiento a sus músicos. Es el de siempre, pero ya no es el mismo.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco El rock de los proscritos