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JOSEAN BLANCO
Sábado, 28 de octubre 2006, 03:30
La especulación inmobiliaria consume recursos medioambientales, territorio y patrimonio. Esta es una de las afirmaciones de José Manuel Naredo (1942), doctor en Ciencias Económicas y Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente del año 2000, que acaba de publicar dos nuevos libros sobre este tema, Raíces económicas del deterioro ecológico y social y La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra. Ayer impartió una conferencia sobre estos temas en las jornadas sobre Desarrollo sostenible local celebradas en la Facultad de Derecho de la UPV en San Sebastián.
- ¿Qué ocurre para que las ciudades se estén convirtiendo en conurbaciones que devoran el territorio?
- En España está teniendo un peso fortísimo el boom inmobiliario actual, que arrastra a la construcción y que a su vez exige obras públicas. En el último año, España ha rebasado los 50 millones de toneladas de consumo de cemento, más del doble que Francia que tiene mayor territorio y más de 60 millones de habitantes. Las consecuencias son lo que se ha denominado el tsunami inmobiliario, que arrasa las costas, sobre todo del Mediterráneo, donde se crean montes de casas sin apenas equipamientos.
- Las denominadas urbanizaciones.
- Una cosa es hacer urbanizaciones y otra ciudad, donde haya un ambiente amable de relaciones sociales.
- ¿Podemos hablar de un derroche de recursos?
- Últimamente, con el concepto de sociedad de la información, se dice que hay un proceso de desmaterialización. Sin embargo, en España se ha producido una rematerialización potentísima: se consume cemento, energía, agua y todo lo que sea necesario. El último decenio -que es el que abarca hasta el momento este boom, tan singular por su intensidad y duración- ha sido desde el punto de vista ecológico, del Medio Ambiente y los recursos naturales, toda una catástrofe.
- ¿Sólo una catástrofe ecológica?
- No, también una catástrofe para el propio patrimonio inmobiliario, porque con la construcción llega también la destrucción, el abandono o la demolición del patrimonio construido. En Euskadi se aprecia una sensibilidad diferente en este tema.
- ¿De verdad percibe usted eso?
- Bueno, es cierto que se ven grúas, aunque la grúa es ya un elemento incorporado a nuestro paisaje que se aprecia nada más cruzamos los Pirineos.
- ¿Será porque necesitamos al menos dos viviendas o hay otros motivos?
- El motivo es que el peso del boom se sostiene en la adquisición de viviendas como inversión, tanto por los residentes como por los extranjeros. España es ya el primer país de Europa en viviendas por número de habitantes.
- Y este modelo económico, ¿es espontáneo o está dirigido?
- En gran medida está consentido y es favorecido por una fiscalidad favorable y un marco institucional que propicia esta situación, a diferencia de lo que ocurre al norte de los Pirineos, donde se limitan las recalificaciones de rústico a urbano y se impiden las plusvalías astronómicas que ahora se cobran. Tampoco la política de vivienda propicia la rehabilitación ni la vivienda social, con lo que España es líder en Europa en viviendas secundarias y desocupadas.
- Sin embargo, el mensaje es que hay escasez de vivienda.
- Porque el gran absurdo es que mientras tenemos el mayor parque de viviendas por habitante de Europa, hay gente que no puede acceder a ellas. Pero eso se explica porque, a la vez, España es colista en vivienda social. Curiosamente en época de Franco había no sólo vivienda de promoción oficial, sino vivienda pública y un sistema de alquileres baratos, pero esto se ha derrumbado. Pero estoy hablando en general, porque Euskadi es, en cierta medida, diferente al ser una de las comunidades autónomas donde más se potencia la vivienda social.
- ¿Y cómo se explica que ningún gobierno de ningún signo se atreva a poner freno a la especulación inmobiliaria?
- Porque el boom ha generalizado por todo el cuerpo social el virus de la especulación. A todo el mundo se le ha revalorizado el piso y los que han podido han invertido en segundas o terceras viviendas. El problema es que se abre una brecha tremenda entre los que están montados en el tren de la propiedad inmobiliaria, que no ven tan mal la situación, y los que se han quedado fuera.
- Pero, ¿y la responsabilidad de los políticos?
- Es que para abordar esto se necesita hacer política con mayúsculas y hay escasez de ese tipo de políticos. En la política local, los ayuntamientos trabajan con el día a día, y cuando se sacan unas plusvalías prefieren contratar a un arquitecto de moda para poner una guinda y poco más.
- Supongo que el modelo es absolutamente insostenible...
- Sí, claro, porque al estar gobernado únicamente por un afán de lucro y unas reglas del juego económico, el mecanismo funciona de forma cíclica. Cuanto más suba, más fuerte será la caída. El boom de los 90 fue sobre todo de precios, pero el actual es de precios y de construcción, lo que nos convierte en un país de alto riesgo económico. No tiene ni pies ni cabeza seguir construyendo todos los años 800.000 viviendas.
- La escasez de agua, ¿no puede frenar la construcción?
- Hoy en día, con las desaladoras, el agua ya no es un factor limitante. En cierto modo, la desalación esta siendo negativa para la costa y las islas al permitir un crecimiento sin límites.
- ¿Qué consecuencias tendrá este boom para el futuro?
- El problema va a ser el enorme patrimonio, infrautilizado y de mala calidad, que nos va a dejar. Habrá que pensar qué hacer con él y cómo reutilizarlo. Y pensar cómo regenerar las ciudades y recuperar la convivencia que está destruyendo. Esto sólo podrá hacerse dando cancha a la participación ciudadana, que es el otro aspecto que se ha abandonado por completo. Los proyectos se han realizado de manera autoritaria, desde arriba, sin que los ciudadanos hayan participado en ningún momento. Quizá sea un problema de calidad de nuestra democracia, que es representativa pero muy poco participativa.
- ¿La participación es fundamental para un desarrollo sostenible?
- Es que la sostenibilidad no tiene sentido si no está unida a la habitabilidad, y ésta exige que exista un ambiente donde los ciudadanos estén a gusto, lo que implica su participación.
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