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Viernes, 17 de noviembre 2006, 09:55
MADRID. Las dos normas que rigen la vida de los monjes cartujos: la soledad y el silencio, son el eje que utiliza el cineasta alemán Philip Groning en El gran silencio, documental que, a pesar de sus 162 minutos sin palabra alguna, ha cautivado al público y la crítica, cosechando premios y récords de taquilla. Groning, que en su corta filmografía ha enlazado los filmes de ficción con los documentales, contó ayer que perseguía este rodaje desde hace 1984. «Buscaba elaborar un estudio profundo del tiempo, y, a la vez, la experiencia de una vida dominada por la pureza y la sencillez», explicó el cineasta, a quien sólo dieron permiso para rodar en 2003; aunque con ciertas condiciones: no utilizar luz artificial, no poner música adicional y no añadir comentario alguno.
Groning visitó Madrid para presentar su filme, que se estrenará el próximo viernes, después de haber logrado el Gran Premio del Jurado del Festival de Sundance y el de Mejor Documental en los galardones de la Academia de Cine Europea. «Yo no quería rodar una película sobre un monasterio, sino sobre el hecho de ser monje», apuntó Groning, quien eligió a los monjes cartujos por ser una de las órdenes más estrictas que se rigen por la soledad y el silencio.
El cineasta pasó cuatro meses viviendo en Grande Chartreuse, el monasterio de referencia de la orden, situado en los Alpes franceses. Allí se integró totalmente en el día a día de los monjes, realizando las mismas tareas que ellos. De forma que sólo dedicaba dos o tres horas al día al rodaje: «Quería capturar ese ritmo de vida monástica y la única forma era integrarme en su día a día. Lo que me sorprendió fue que, a pesar de vivir su vida en soledad y silencio, tienen un profundo sentido de amistad y están muy unidos».
Sin duda, uno de los mayores retos fue hacer una película sin diálogos ni narrador: «El cine está compuesto de sonido, imagen y tiempo, ésta última es la parte más profunda. Yo, con El gran silencio he vuelto al cine en estado puro. La ausencia de lenguaje hace que la lógica natural desaparezca. Entonces no puedes buscar una solución racional, porque se colapsa la película, ya que ella tiene una nueva lógica, marcada por la armonía del tiempo».
El montaje de las 120 horas rodadas fue altamente complejo. Groning, invirtió dos años y medio y finalmente, logró una versión que no funcionaba, hasta que, con unos pequeños cambios logró acertar. «No sé la razón ni el porqué, sólo puedo decir que la ausencia de lenguaje hace que las imágenes fluyan de un modo diferente». EFE
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