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A. CHICO
Domingo, 24 de diciembre 2006, 02:58
SAN SEBASTIÁN. DV. Todavía está inmersa en todo el papeleo, escrituras, notarios siguiente al paso más difícil: decidir comprarse una casa de vivienda libre en San Sebastián. Natalia, una joven donostiarra de 27 años, se considera aún y todo afortunada. Su trabajo en una entidad financiera navarra, -«que está abriendo oficinas en Gipuzkoa», aprovecha a publicitar-, le permite tener unas condiciones hipotecarias especiales, de las que no disponen la mayoría de los jóvenes. Aún y todo ve su futuro muy apretado.
«Si con pareja es difícil, para una persona soltera es casi imposible adquirir una vivienda, nueva o vieja, da igual», afirma. Ella se ha lanzado a la piscina y se ha metido en un piso de 70 metros cuadrados del que apenas se han colocado los cimientos a las afueras de Donostia, junto a Pasaia. «Empecé a mirar el pasado mes de julio: Irún, Errenteria pero todo está parecido, o vives encima de un bar, o esperas años y años a que te toque una vivienda de protección o te hipotecas hasta 2036, como estoy yo».
Los «56 kilos» que cuestan sus dos habitaciones, baño, cocina, saloncito, y hall, «más un garaje que en comparación es mucho más caro que la casa» le suponen a esta donostiarra el 70% de su sueldo.
«A mí me han permitido esta proporción de forma excepcional, con una hipoteca a 30 años y con condiciones especiales, pero lo normal son hipotecas a 40 o incluso a 50 años», dice desde su experiencia como trabajadora en diferentes entidades bancarias.
Es consciente de que en cualquier otro banco «no me hubieran hecho el préstamo», ya que, según ella misma pide a sus clientes, «a partir del 40% del sueldo te exigen un avalista económico y si pides prestado más del 80% del precio de la vivienda tasada, se exige como garantía una vivienda sin cargas».
Esto supone que el joven comprador, como es el caso de Natalia, debería haber ahorrado antes de meterse en un piso el 20% de su precio para evitar involucrar los bienes de terceras personas, normalmente los padres, que se ven abocados irremediablemente a ayudar a sus hijos a irse de casa.
«Y otro obstáculo a añadir -prosigue- es la subida de los tipos de interés, que de un año a otro te pueden subir de 80 euros a 100 el pago de todos los meses».
Huevos con patatas
Con este panorama, a Natalia, que mientras tanto vive con sus padres, le «entran los calores» sólo de pensar cómo va a vivir con el sueldo que le queda. «Se acabaron los caprichos, la ropa en rebajas, de vacaciones a Zarautz a tomar un pincho, cafés los justos y para comer huevos con patatas y en casa. No sé si replantearme dónde me he metido», dice mientras piensa en las tres décadas de hipoteca que le esperan.
Eso la casa, pero ¿y los muebles? «Otros 12.000 euros por lo menos, porque para entrar a vivir tendré que tener por lo menos lo básico: la cama, unas sillas, una mesa y una banqueta para poner la tele».
La única solución que se le ocurre para desahogar un poco su cuenta corriente es alquilar la 'otra' habitación a alguien «para que me ayude a pagar no sólo la hipoteca, sino el agua, la luz ». Porque lo de encontrar pareja, bromea, «está más difícil». Además, «entonces se plantearía un nuevo problema, repartir la casa a medias, ya que -según ha podido constatar en su trabajo- cada uno quiere su parte y hay que dejar todo bien atado, por si acaso».
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