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ALBERTO MOYANO amoyano@diariovasco.com
Lunes, 12 de febrero 2007, 09:52
Después de veinte años al frente de Arteleku, Santi Eraso (Tolosa, 1953) abandona el centro artístico donostiarra para dedicarse a las labores propias de la paternidad. A caballo entre Sevilla y Donostia, Eraso no tiene, sin embargo, la intención de desvincularse de la actualidad cultural guipuzcoana, cuya situación repasa en este entrevista. Además, a partir del próximo viernes iniciará una colaboración con DV a través de un artículo semanal.
- ¿Cómo ha cambiado el panorama cultura guipuzcoano a lo largo de estos veinte años?
- En general, el cambio no es ajeno a los cambios que se han producido en Occidente. No creo que Gipuzkoa sea un territorio más o menos afectado que Santander o Burdeos. En nuestro entorno se han producido una serie de fenómenos causados, sobre todo, por los efectos de la globalización y por el desarrollo de la denominada sociedad de la información que han afectado mucho a la organización de las ciudades.
- ¿Cómo?
- Por un lado, los flujos migratorios han originado grandes desplazamientos humanos hacia los núcleos urbanos con consecuencias conocidas. Eso ha producido un paisaje humano muy diferente al que había hace veinte o treinta años en las ciudades que conocemos. Y por otro lado, el efecto indiscutible que la sociedad digital ha producido en todos los mecanismos de producción de subjetividad y contenidos, en definitiva en el acceso al conocimiento y a los medios de producción que permiten elaborarlos.
- Por concretar, ¿cómo era el mundo cultural guipuzcoano hace dos décadas?
- Era mucho más uniforme y ahora es más heterogéneo y diverso. Ahora mismo, el caso de los latin kings en Alcorcón no es más que un botón de muestra de que esa diversidad está inscrita en una conflictividad política y social paralela a los problemas de desestructuración económica. Se generan suburbios o zonas de emergencia donde los conflictos políticos y económicos se hacen más presentes, como en París hace casi dos años. Por otro lado, sin embargo, las políticas institucionales han ido por detrás y desde el punto de vista cultural, siguen ancladas en modelos previos a este fenómeno; podríamos llamarlos, modelos analógicos. Habría que contemplar un cambio sustancial para que las políticas culturales se adaptaran a la sociedad de la diversidad y de las nuevas tecnologías.
- ¿Cómo se traslada ese discurso a la realidad guipuzcoana?
- Los grandes proyectos culturales, no sólo Arteleku, están relacionados con ese modelo de cultura. Los ciudadanos ya no son pasivos, sino que se están convirtiendo en activadores de valor y productores de sentido. Ejemplos hay miles: ¿Cómo se comunican ahora los ciudadanos? A través de los SMS, de los blogs, de la comunicación transversal. No es una comunicación sólo verbal, sino que va acompañada de producción de contenidos (textos, vídeos, audios). Las instituciones que nosotros hemos gobernado han sido muy verticales, un poco paternalistas. Proponíamos actividades culturales y la gente acudía. Ahora, las políticas culturales deberían ser más horizontales, de modo que en lugar de que la gente sólo fuese a las instituciones, éstas deberían ir hacia las casas, barrios, espacios reales y redes en los que vive y se comunica la gente. Es una cultura que está por inventar.
- ¿Cree que a lo largo de estos veinte años Arteleku ha producido obras de arte que reflejaran los conflictos de la sociedad vasca?
- Tanto el arte como cualquier tipo de cultura creativa están inscritos en esa problemática. Los que pretenden que el arte esté al margen de las contradicciones políticas y sociales acaban produciendo una cultura de elite.
- Precisamente, un reproche que ha proliferado en el caso de Arteleku.
- No sé por qué. Lo que sí hemos trabajado es con un concepto que va más allá del público relacionado con el tiempo libre y con el ocio. Hemos buscado los públicos específicos más interesados en determinadas cuestiones. Eso ha supuesto que, por cada cosa que hacíamos, nos dirigimos a los interesados en las propuestas que proponían nuestros programas. Eso no es elitismo, sino promover un tipo de proyecto en el que prime la calidad frente a la cantidad. En lugar de trabajar con el concepto de público, en general, lo hemos hecho con el de públicos, buscando la diversidad y el compromiso.
- Habrá sucedido en ocasiones que no han encontrado el público buscado.
- En algunos casos -muy pocos- ha habido actividades a las que no ha asistido gente. Sin embargo, por otro lado, es curioso que, tras mi despedida, he recibido cientos de correos electrónicos. Muchos de ellos, de gente -sobre todo latinoamericanos- que jamás ha estado en Arteleku, pero que se ha sentido partícipe a través de este mecanismo de distribución de contenidos que es la página web. Esas nuevas relaciones entre lo local y lo global se han manifestado también entre los artistas vascos. El mundo ha encogido mucho. La mayoría de los artistas jóvenes con los que hemos trabajado viven a caballo entre San Sebastián y el mundo.
- ¿Existe el riesgo de fabricar arte para artistas?
- Sí, existe y es un problema. Pero afortunadamente creo que no se puede generalizar porque hay artistas que trabajan con una clara conciencia social y que incluso han desdibujado muchos elementos en los que se reconoce el arte, abandonando los postulados clásicos, para trabajar en otras claves, menos endogámicas, posibilitando la relación con otras profesiones y con otros sectores creativos. Cada vez hay más artistas que renuncian a la individualidad y a la genialidad para sentirse parte de una red de ciudadanos comunes. Yo diría que ahora mismo son la mayoría. En ese sentido, el arte ha cambiado mucho y se ha hecho más laico, más profano. Creo que determinada concepción sagrada del arte, vinculada a ciertas élites económicas y sociales, está definitivamente en crisis. Los artistas jóvenes se sienten más próximos al sector terciario, como cualquier otro productor de servicios.
- Ha estado veinte años al frente de Arteleku. ¿Cree que es un período excesivo?
- Es un plazo bastante largo. De hecho, siempre he reclamado el cambio en las estructuras políticas y en sus instituciones. En general, hay un cierto envejecimiento - físico y conceptual- de las estructuras culturales y no vendría mal un recambio generacional.
- ¿Se incluye usted?
- Sí, de hecho, también me he marchado porque creo que es un ciclo muy largo. Yo creo en el trabajo público en función del proyecto. Para mí, ser funcionario es un medio, no un fin. El fin es el proyecto. Igual que la política se ha 'empresarializado', la cultura se ha 'funcionarializado'. Espero que el próximo responsable de contenidos de Arteleku sea una persona con nuevas iniciativas, joven -por lo menos, de espíritu- y atrevida.
- ¿Dónde más haría falta el recambio?
- Muchos técnicos de la administración pública pertenecemos a una generación que estamos entre 40 y 60 años. Deberíamos dar paso también, con más osadía, a otras generaciones para que con nuestra experiencia y su frescura pudiéramos avanzar hacia los cambios que la sociedad exige.
- ¿Ve su relevo en Arteleku dentro del propio centro?
- Yo propuse en su momento a un equipo como responsable de contenidos que, por distintas razones complicadas de explicar, no llegó a funcionar. Al final, se ha decidido hacer un concurso abierto y público. Espero que la opción elegida esté a medio camino entre la continuidad y la revolución, es decir, que no acabe con el proyecto, pero sí que lo modifique y lo transforme. No tengo ninguna pretensión de perpetuarme a través de un fantasma.
«El Guggenheim es la antítesis de la cultura productora de sentido»
- El Guggenheim cumple diez años. ¿Qué ha supuesto este museo para el País Vasco?
- El Guggenheim es el paradigma de la cultura espectacular vinculada al ocio, al turismo, a la cultura espectáculo y a las imágenes de marca. Es la antítesis de la cultura productora de sentido. Es verdad que en los últimos años ha corregido bastante su orientación. Por ejemplo, hay un gabinete pedagógico que no está nada mal, que lleva por cierto Marta Arzak. Con el tiempo, ese efecto de marca que tiene el Guggenheim se ha venido corrigiendo desde dentro con otro tipo de políticas. Espero que lo siga haciendo. Para mí, en estos momentos, el proyecto pedagógico es mucho más importante que el proyecto cultural. Uno de los grandes retos de las ciudades es recuperar la educación como un valor central en la formación de la ciudadanía. Invertir e insistir mucho más en la formación de valores comunes, frente a la individualización y la fragmentación social.
- Pues la mayoría de las ciudades intentan seguir ese modelo.
- Claro, porque es el más rápido y eficaz a corto plazo, pero creo que se ha tocado techo. Por eso, confío plenamente en Joxean Muñoz y a pesar de que el edificio de Tabacalera es muy potente, con mucha presencia física en el mapa urbano de la ciudad, creo que conseguirá un proyecto que haga compatible lo macro y lo micro. Pienso que Tabacalera puede ser un nuevo punto de inflexión para superar la época Guggenheim y recuperar el sentido ético de la cultura.
- ¿Y cuáles son los riesgos?
- Por un lado, se sabe que hay cierta desestructuración interinstitucional. Todo el mundo habla de ponerse de acuerdo desde la retórica, pero en la práctica es complicado. Por otro, la monumentalidad del edificio y la apuesta urbanística que supone les va a obligar a hacer políticas populistas para hacerlo rentable. Tendrán que atraer a la gente a toda costa, lo que les obligará a hacer una cierta política espectacular que no me parece mal, siempre y cuando no se olviden de otras actividades más emergentes, experimentales, innovadoras y arriesgadas. Habría que equilibrar esas dos grandes tendencias de la cultura.
- Para seguir en Donostia, ¿qué opina de la rehabilitación y ampliación del Museo de San Telmo?
- Lo conozco poco, pero sí conozco a los arquitectos Nieto y Sobejano, que me parecen coherentes e inteligentes. Es un buen proyecto arquitectónico, pero no conozco muy bien el de contenidos.
«Siempre he creído que el trabajo hace posible un mundo mejor»
- ¿Ha conocido a algún genio en Arteleku en esos veinte años?
- Yo lo que tengo son amigos geniales. La objetividad en el análisis del trabajo de las personas que aprecias y que quieres está muy condicionada por las relaciones afectivas y personales. En cualquier caso yo nunca hablaría de artistas geniales. Diría que hay excelentes profesionales. Por Arteleku han pasado artistas, creadores de todo tipo y también muchas personas interesadas por el arte que no son ni lo uno ni lo otro: profesores de universidad, aficionados, expertos, comunicadores... que también están en esa red informe y anónima de la ciudad creativa e innovadora.
- Y usted, ¿no se ha sentido tentado de lanzarse a la creación?
- Un amigo, bromeando hace unas semanas, me decía: «Dejando Arteleku has conseguido lo que siempre buscaste mediante el trabajo: ser artista». Me ve sin despacho, ni sueldo fijo y me dice: «Cuando te bajes del caballo y te quites el yelmo y la coraza, verás cómo la vida se ve y se vive de otra manera». Desde que empecé de bibliotecario, luego dando clases de Historia del Arte en Tolosa, más tarde poniendo en marcha muchos de los equipamientos y servicios culturales de mi pueblo y por fin desde Arteleku, lo que siempre he tenido claro es que el trabajo bien hecho ofrece la posibilidad de contribuir al bien común de los ciudadanos y, por tanto, hacer un mundo mejor. Si ser artista significa la posibilidad de cambiar el mundo, quizás si quiera ser artista, ja,ja.
- ¿Y considera que con el tiempo se han visto defraudadas esas espectativas?
- Bueno, no en general. Es cierto que el país ha mejorado muchísimo. Cada vez que paseo por mi pueblo o por Donostia y veo los equipamientos y servicios que se han generado gracias a la acción de las instituciones y a la participación ciudadana, me siento muy orgulloso. Sin embargo también es cierto que el tiempo no pasa en balde y que no podemos dormirnos en los laureles o ahogarnos en la autosatisfacción. Como he dicho al principio quedan muchas cosas por hacer.
- ¿Qué vinculación va a mantener con Gipuzkoa a partir de ahora?
- Tengo dos magníficos hijos mayores, muy buenos amigos y mi idea es acercarme muy a menudo. Me imagino que a través de proyectos menores seguiré manteniendo contacto. Todo esto me permitirá trabajar en casa y responder a esa decisión que tomé. Acabo de dejar a la niña en la guardería y después de comer iré a buscarla.
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