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IÑAKI ZARATA
Lunes, 12 de marzo 2007, 09:24
Es Thomas Lauderdale un músico de base académica que dio la espalda al academicismo para montar la desenfadada banda Pink Martini («Los Pink Martinos» en la acepción hispana que ellos manejan). El pianista de Portland (Oregon), de origen y facciones orientales, encabeza el macrogrupo, que cuenta en primera línea con la elegante cantante China Forbes y se desparrama en un ambicioso set semiacústico.
Mostraron de entrada sus conocidas querencias latinas y galas (Tempo perdido, El negro zumbón, Sympatique -título de su primer disco-, el Andalucía de Lecuona, Mar desconocido, el brasileño Cante e dance o la cubana Lilly). Perfeccionistas y hasta virtuosos, suplen con entusiasta desparpajo la falta de «sabor» de su internacionalizante orquesta.
La multiculturalidad se ampliaría después a Japón, con dos bellas tonadas (Taya Tan y Kikuchiyo to Mohshimasu) o Croacia, con la triste y exquisita U Plavu Zoru, que fue uno de los instantes más mágicos de todo el recital. Hubo nuevos exotismos con la pieza egipcia Bukra wba'do y el himno balcano Dosvedanya mio bombino y más fiesta latinoide (Amado mío, ¿Dónde estás, Yolanda) o de herencia francesa (Ojalá, la criolla Dansez-vous).
Algunas de esas tonadas pertenecían a su segunda obra Hang on Little Tomato y otras aparecerán en su próximo tercer disco Hey Eugene, del que dio también fe ese mismo título que lo globaliza y que es un divertido momento festivo neoyorquino. La simpática experiencia se despidió coloristamente con el clásico Brazil. Pink Martini es un frondoso experimento de arqueología musical.
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