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ELENA VIÑAS
Miércoles, 25 de abril 2007, 03:43
OARSOALDEA. DV. Fieles a la tradición, centenares de madrinas de Errenteria y otras localidades de Oarsoaldea regalarán hoy, día de San Marcos, la popular 'opila' a sus ahijados. El pastel, cuyos orígenes se pierden en el tiempo, ha ido evolucionando y, lejos de pasar de moda, parece contar con cada vez más adeptos, hasta el punto de que pocos son los que se resisten a comprarlo.
Y por si las existencias se agotan, la mayor parte de los vecinos de la comarca ha optado por encargarlo días antes en pastelerías como Casa Aramendia -www.casa-aramendia.com-, donde los pedidos se han multiplicado en las últimas horas. Los cinco trabajadores de su obrador apenas descansan para surtir a la numerosa clientela. Desde las dos de la madrugada y hasta las cuatro de la tarde, de los hornos no cesan de entrar y salir los bizcochos que más tarde se convertirán en las coloridas tartas que ya se reparten por el escaparate y el interior del establecimiento.
Su gerente, Javier Aramendia, ha dedicado varios meses a investigar la historia de esta arraigada costumbre, de la que echa en falta documentación escrita. Las conversaciones que ha mantenido con habitantes de la zona, le han permitido recopilar algunos datos sobre la 'opila' y el año que viene se propone darlos a conocer a través de pequeños textos que acompañarán a todas las que elaboren sus pasteleros.
Según explica, «en el monte que ahora conocemos como San Marcos, existía hace años una ermita con dos santos; uno de ellos, San Marcos. Con la llegada de la primavera, época de cosecha, se celebraba la romería con la que se bendecían los productos típicos. A raíz de esa romería, se comenzó a preparar un hornazo, similar al típico de Salamanca, con pan y huevos cocidos. La romería continúo celebrándose, pero el hornazo se transformó en 'opila'. La tradición dice que la madrina tiene que comprársela a su ahijado hasta el día de su boda».
El 'culpable' de esa transformación fue, al parecer, un catalán que vino a trabajar en la década de los treinta a Irun. «Lo único que hizo fue adaptar la tradicional mona de Pascua y traducirla a la moda local, introduciendo el bizcocho», señala Javier Aramendia, quien recuerda cómo hace algunos años el huevo duro que se coloca sobre la opila pasó, además, a ser de chocolate, «como el 100% de los de hoy en día».
Distintos sabores
Desde entonces, las variedades han ido en aumento. A la clásica combinación de bizcocho de almendra con mermelada o nata por encima, le han salido competidoras. En Casa Aramendia, la oferta es triple. «Tenemos la tradicional y otros dos tipos más», señala su gerente. «Hace cinco años estrenamos la más novedosa, la recubierta de chocolate, con un poco de nata y frambuesa. La gente ha flipado con ella. Es la que más se vende después de la de toda la vida. La tercera está hecha a base de moka, con dos cortes para que sea más tierna».
La Pastelería Hermanos de Paula apuesta, al igual que Aramendia, por tres recetas diferentes. Los responsables de este negocio, inaugurado hace 57 años en Errenteria, destacan el hecho de que todas sus 'opilas' son rellenas. «Así resultan menos secas», indican. Y es precisamente ese relleno, al igual que su cubierta, el que varía. «Puede ser de crema, de nata o de trufa, o lo que es lo mismo, de chocolate», añaden.
En Ogi Berri, en cambio, tratan de adaptarse a las peticiones de sus clientes. «La demanda te obliga a traer un gusto u otro», comenta una de las empleadas de esta panadería. «Nuestras 'opilas' son de nata, chocolate o moka», declara.
Decoradas
La decoración también es importante. Buena parte del atractivo de las opilas de San Marcos reside en los diferentes elementos que las adornan. No deben de faltar los huevos; en otro tiempo frescos y pintados de alegres colores, y en la actualidad de chocolate envuelto en papel brillante. A éstos se suman las plumas tintadas de azul, rojo, verde, rosa o naranja y, por supuesto, los pollos diminutos, que lo mismo salen del cascarón que lucen un sombrero en la cabeza. A partir de ahí, la imaginación es libre, como lo prueban los llamativos bizcochos puestos a la venta.
«Nosotros solemos ponerles caramelos y chucherías. Al fin y al cabo, están dirigidos a los niños», apunta Javier Aramendia mientras muestra otros de los artículos que han incluido recientemente, figuras que representan a superhéroes, princesas de cuento y hasta personajes de dibujos animados.
En la Pastelería Hermanos de Paula se muestran más partidarios de la decoración «personalizada» y preparada «totalmente al instante». Nunca olvidan escribir en la superficie del pastel el nombre del pequeño a quien se pretende obsequiar, o de poner una cesta con forma de gallina en cuyo interior se deposita una docena de huevos de chocolate -blanco o con leche- reproducidos a tamaño natural. «Hemos llegado a hacer tartas gigantescas», aseguran.
Independientemente del tamaño que lleguen a alcanzar y del diseño de su decoración, las 'opilas' volverán a ser las protagonistas de esta jornada, desplazando al resto de productos de bollería y pastelería de los estantes y escaparates de las tiendas de toda la comarca y, en especial, de las de Errenteria. Un síntoma más que evidente de la buena salud de la que goza esta dulce tradición.
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