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El escritor Manuel Vicent. [EDUARDO ARGOTE]
«No siento terror ante el folio en blanco, sino ante el escrito»
MANUEL VICENT ESCRITOR

«No siento terror ante el folio en blanco, sino ante el escrito»

El conocido autor y columnista estará hoy en Donostia en las jornadas Literaktum

ALBERTO MOYANO amoyano@diariovasco.com

Viernes, 18 de mayo 2007, 10:57

El escritor y periodista Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) participa hoy en Donostia en la tercera edición de Literaktum a través una charla en torno a Novela y memoria que mantendrá con Juan Velázquez en la Casa de Cultura de Okendo (19.30 horas).

- Memoria e imaginación, ¿son dos nombres de la misma cosa?

- Al cabo de un cierto tiempo, la memoria y la imaginación son una misma cosa. Cuando la memoria se convierte en imaginación pasa a formar parte de la materia literaria.

- Precisamente, la memoria a través de los sentidos es el eje central tanto de su narrativa como de sus artículos.

- Uno tiene que escribir de lo que sabe y en esta palabra está incluida toda la experiencia posible. Para mí, la experiencia sólo es posible a través de los sentidos corporales.

- ¿Cuál es el más evocador?

- El más profundo es el sonido porque es el primero que percibe el feto y el último que pierde el agonizante. Es el sentido que más profundamente llega al cerebro. De hecho, el feto oye el corazón de la madre como si fuera la batería de un concierto de rock.

- ¿Relee sus viejos escritos?

- Nunca... Sería una tortura.

- ¿Por qué?

- Es como si dejaras atrás parte de una vida llena de errores e imperfecciones.

- Sin embargo, sí ha incorporado en alguna novela reportajes que había escrito años atrás, como aquel Concierto en el pabellón que recuperó para El Jardín de Villa Valeria.

- Bueno, aquello era un trabajo de elaboración, de volver a las mismas cosas y a los mismos sonidos, como una rueda que va moliendo una especie de semilla.

- ¿Se enfrenta con diferente actitud a un artículo, una novela o un reportaje de viajes?

- Mi actitud ante la pantalla o el folio en blanco siempre es la misma. No me da terror el folio en blanco, sino el folio escrito. El folio en blanco es un horizonte en el que cabe todo, desde una obra de arte hasta un bodrio. La actitud es la misma, bien es verdad que el género es diferente.

- ¿Comparte la opinión de que su libro Por la ruta de la memoria creó escuela dentro de la literatura de viajes?

- La verdad es que no tengo conciencia de que haya sido así.

- Se considera uno de los títulos fundamentales de su bibliografía.

- Cuando viajo me dejo llevar, no tomo apuntes, ni notas, ni llevo cuaderno. El propio viaje y la aventura no son materia literaria. Sólo lo es la decisión de viajar y el recuerdo de haber viajado. No tomo notas y tampoco escribo nada más regresar, sino que espero un tiempo hasta que el recuerdo se convierte en una especie de humo. Lo que uno recuerda después de haber viajado y la sensación de bienestar que uno tiene cuando regresa es la esencia del viaje.

- Hoy el viaje ha cambiado mucho.

- Sí, hoy la aventura, el caos y la selva están en el aeropuerto. Cuando llegas a la selva, el cocodrilo y el león están amaestrados. Lo imprevisible y lo terrorífico es el aeropuerto.

- Cuando ha novelado sus recuerdos en Tranvía a la Malvarrosa o El jardín de Villa Valeria, ¿le ha sucedido que quien vivió esa época con usted le haya dicho: 'eso no fue así'?

- En ese momento, trato de acordarme bien y no traicionarme a mí mismo porque la propia imaginación te puede hacer la trampa de disfrazarte a ti mismo. Después he visto que he cometido errores. Alguien que recordaba mejor un determinado lance del libro me decía: 'Este señor no se llamaba así o esto no fue ese año'. Como no son libros de historia ni de autobiografía, sino de memoria, experiencia e imaginación son imperfecciones que ayudan a que eso sea literatura.

- ¿Ha sentido alguna vez que la memoria aplastaba su imaginación?

- Nunca eres consciente de eso. Lo que creo es que tienes que ser leal con tus propias experiencias. Debes escribir de lo que sabes -y eso el lector lo nota-, cosas verídicas -no verdaderas-. No hay que ser sincero, sino veraz.

- ¿Y cuál sería la sutil diferencia?

- Ser sincero es decir lo que piensas. La vida sería invivible si uno dijera siempre lo que piensa. Ser veraz significa que lo que digas sea verdad. Aquí interviene el silencio, lo que uno calla para hacer la vida vivible.

- ¿Cuál es su territorio literario?

- La infancia, la adolescencia, mi vida en el Mediterráneo, en Valencia, en los pueblos y, después, la ciudad. El asfalto es otro mar, también navegable. Madrid es el lugar en el que he vivido desde que empecé a escribir, y eso coincidió con la transición, pero me siento más arraigado en las primeras sensaciones vitales, ligadas al Mediterráneo.

- Acaba de regresar de Cuba, donde según dicen, se ha parado el tiempo.

- Todo el que vuelve de Cuba dice que la gente es maravillosa. Al margen del régimen que sea, en este caso, autoritario, el 80% de Cuba es la vitalidad de la gente. El hecho de que el clima te permita pasar todo el año con un par de camisas, hacer la vida en calle, sobrevivir con nada, estar todo el día rodeado de música y de sensualidad, hace que esa vida sea soportable. Allí la naturaleza te da, por lo menos, el 80% de la vitalidad. Por eso, esa isla sobrevive y sobrevivirá.

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