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El club de los vascos verdaderos

JOSÉ RAMÓN LASARTE ELIZEGI

Domingo, 1 de julio 2007, 02:49

Me maravillan las personas que cuando amanece entran en éxtasis. ¿Soy o estoy? La duda permanente: ¿seré o estaré?, hasta despejar la incógnita crucial. Nuestros mayores eran vascos, vascos a secas. Sostenían con lealtad un sistema de valores a prueba de bombas y fe de carbonero en las cuestiones metafísicas. Sentido común en el análisis y palabra de vasco en las relaciones con los demás.

Los "místicos" del nacionalismo del siglo XXI siguen en su cruzada a la búsqueda del santo grial. Son "vascos verdaderos", parafraseando aquel "egia berdaderoa". Vascos incapaces de reconocer la realidad democrática de su país, la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas. ¿Los votantes se han vuelto a equivocar!

El vasco verdadero se siente dueño de la verdad. De su verdad y de la verdad de los demás. Se siente en posesión de la verdad y con derecho a gestionar la verdad de todos. Sus posiciones son anteriores al "cogito ergo sum", porque el hombre cartesiano lo era en la medida en que pensaba. La admisión de la duda como pensamiento es lo que implica la existencia, el ser.

Desde su misticismo el vasco verdadero no tiene más remedio que recurrir al dios Bush, padre misericordioso que si se ocupa de la independencia de Kosovo, ¿cómo no va a auxiliar a sus hijos de Euskal Herria! El misticismo da para todo: desde el más profundo antiamericanismo se le ponen velas al tío Sam. Todo sea por la causa.

El vasco verdadero está preocupado por el escándalo de la oficina de Hacienda de Irún. En ningún caso porque se haya robado, timado o estafado, menos aún porque algunos amigos suyos hayan amasado un modesto patrimonio. Le preocupa que lo sepamos, no la desfachatez. Le preocupa que los vascos conozcan las correrías y pillerías de algunos de los miembros de su club de vascos verdaderos.

Al vasco verdadero le empiezan a incomodar las elecciones. Él, en su pureza inmaculada, se basta y se sobra para representar a los vascos y a las vascas. ¿Que sus propios convecinos no le votan? No importa, no están a la altura de las circunstancias, al nivel requerido para la liberación de Euskal Herria.

El vasco verdadero está sumido en la reflexión: ¿soy o estoy? Mientras tanto sus convecinos meten horas a destajo en la fábrica, en la oficina, en la tienda, en la universidad , militan en asociaciones ciudadanas, se comprometen con el medio ambiente, y dan lo mejor de sí mismos para construir un país mejor, más justo, más libre.

La verdad refleja todos y cada uno de los colores del arco iris. Dejémoslo en vascos a secas. Los misticismos y las paranoias nublan la vista. El agua pura 100% no es potable.

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