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BENITO URRABURU
Miércoles, 11 de julio 2007, 10:25
COMPIÈGNE. DV. Jan Ullrich ha lanzado un mensaje a sus enemigos, que los tiene, en Alemania, donde le siguen haciendo la vida imposible. El tema ha llegado tan lejos que pensó incluso en marcharse a vivir a otro país, Suráfrica, pero finalmente decidió seguir cerca de su patria, en Suiza. Es el único de los nueve corredores que el año pasado no tomaron la salida en el Tour que se ha retirado. Sergio Paulinho, Alberto Contador y Allan Davis están en el Discovery Channel; Isidro Nozal, en el Karpin-Galicia; Paco Mancebo y Óscar Sevilla, en el Relax-GAM. Iván Basso ha sido suspendido por dos años y Joseba Beloki está sin equipo, pero no se ha retirado.
Ullrich ha dicho que muchos periodistas alemanes se imaginan que está «hundido, al borde del suicidio, pero se equivocan. Yo estoy en plena forma, orgulloso de mi vida».
Vive en la localidad suiza de Schrzingen, en el lago Constanza. Si alguien ha llegado a pensar que Ullrich está hundido a nivel personal se equivoca: «Tengo dinero suficiente para vivir hasta el fin de mis días».
Ha sido muy duro con sus antiguos compañeros en el Telekom que han confesado que se doparon: «Para poder seguir trabajando han tenido que confesar su error. Yo no me puedo poner en su lugar porque no debo nada a nadie. No les voy a juzgar, pero me hace reír que hablasen hace días sobre mi cuenta corriente».
Viaje a Suráfrica
En el diario francés L'Equipe, Ullrich ha explicado su estado actual, los momentos que le ha tocado vivir. Tiene olvidada su exclusión del Tour del año pasado: «Después de lo que está sucediendo se ve que el problema no es Jan Ullrich. Mi expulsión no ha servido para nada. El problema no era Jan Ullrich, sino el ciclismo en general».
Sobre su ex compañero Rolf Aldag, que se encuentra dirigiendo al equipo T-Mobile en el Tour, Ullrich fue contundente: «Ganó mucho dinero gracias a mí y no hace más que utilizar mi nombre en la radio y la televisión. Estoy molesto. Si ganó ese dinero dopado, ¿por qué no lo ha devuelto? Una obra caritativa hubiese sido un buen gesto».
En tono irónico, Ullrich comenta que le mandó un mensaje telefónico en el que le decía que si escribiera un libro, sería el héroe principal. «Sus historias son muy gordas para ser verdaderas. Siempre tiene mi nombre en la boca».
El invierno pasado estuvo más de un mes en Suráfrica, implicado en un proyecto social para construir escuelas. Su presencia permitió que se recaudase mucho dinero para esa causa. No le quiso dar publicidad.
Las presiones le hicieron entregar su ADN. Cuando lo analizaron vieron que correspondía a nueve bolsas de sangre encontradas en el piso del doctor Eufemiano Fuentes. La confirmación de esos datos fue un golpe muy duro para él.
No ve muchas carreras por televisión, «aunque los comentaristas utilizan mucho mi nombre. Me sigue gustando este deporte, contrariamente a lo que han dicho algunos. Desde que era un niño he sido muy competitivo».
Su imagen actual es la de una persona en forma, más delgado incluso que cuando corría. Sigue andando en bicicleta, en mountain-bike. La cámara hipobárica que había instalado en su casa para dormir en altitud y mejorar su rendimiento deportivo, que le costó un dineral, la utiliza ahora para secar la ropa: «Dejé mucho sudor en esa habitación preparándome para el Tour». No entiende que sigan hablando de él «cuando soy un ex corredor profesional, un ciudadano normal».
Se niega a hablar de lo sucedido con la Operación Puerto. Es como si no hubiese sucedido en su carrera. Prefiere el anonimato e incluso prefiere no utilizar su nombre en los negocios que tiene -una marca de bicicletas y otra de ropa-. También colabora con una organización suiza que ofrece ayuda escolar a niños enfermos escolarizados.
Cancellara, un portento
En cuanto a la etapa, la más larga de este Tour, con 236,5 kilómetros cubiertos a una media de 35,810 kilómetros por hora, llegó con una hora de retraso a Compiègne, donde el líder, Fabian Cancellara, logró su segunda victoria en cuatro días de carrera. Ese triunfo tiene su historia puesto que lo hizo en el lugar donde sale la París-Roubaix, Compiègne, la prueba que en la que triunfó Cancellara en 2006. «Había un tramo de pavés antes de la meta que me ha recordado al Carrefour de l'Arbre -uno de los tramos históricos de la carrera del infierno-. Puse ritmo y me quedé solo. No sabía si seguir o continuar. Pensé en el trabajo que está realizando mi equipo y en que soy el líder y seguí». Cuando ganó en Roubaix atacó precisamente en L'Arbre.
CSC, su equipo, no deja que las escapadas cojan más de doce minutos y eso crea dificultades en las fugas. Fue lo más emocionante de una jornada anodina en la que Augé, Vogondy, Ladagnous y Willems fueron cazados a 500 metros de la meta.
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