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MIKEL URRETAVIZCAYA
Domingo, 22 de julio 2007, 02:46
Del 30 de noviembre de 2007 al 30 de noviembre de 2008 Ordizia celebra el año Urdaneta en conmemoración del 500 aniversario del nacimiento del ilustre navegante Andrés de Urdaneta. Es uno de los cinco prohombres guipuzcoanos que figuran en el frontispicio de la Diputación de Gipuzkoa, con Juan Sebastián Elcano, Miguel López de Legazpi, Antonio de Oquendo y Blas de Lezo.
Precisamente Urdaneta enlaza las vidas de dos de esas figuras históricas guipuzcoanas, Elcano con el que inició su vida marinera y de descubrimientos, y Legazpi con quien la finalizó con la dirección náutica de la expedición a las Islas Filipinas y la realización del Tornaviaje, es decir, el viaje de vuelta desde Oriente a México que abriera la ruta del Galeón de Manila, ruta de un valor comercial incalculable durante 250 años.
Hoy esas tierras del Pacífico que tan bien conoció Urdaneta y en las que se dedicó a una inmensa labor de comercio y diplomacia en una época en la que lo habitual era el «a sangre y fuego», forman un conjunto de sociedades en pleno desarrollo, claves para la economía mundial. También en la época de Urdaneta había un producto fundamental en la economía, las especias que se pagaban a precio de oro. El viaje en los frágiles galeones hasta las Islas de la Especiería resultaba muy provechoso si se volvía con el buque lleno de las apreciadas especias.
En busca de ellas se inició un comercio marítimo en el que participaron aventureros con pocos conocimientos náuticos y escasa idea de la cosmografía. Así se sucedieron desastres como la propia de la expedición Loaysa, la primera en la que se embarcó Urdaneta con 17 años y que llevó a la muerte a los sucesivos capitanes generales de la expedición. Primero García Jofre de Loaysa, luego Juan Sebastián Elcano, más tarde Toribio Alonso de Salazar y, finalmente, el elgoibarrés Martín Iñiguez de Carquizano.
Urdaneta rompió el molde del navegante aventurero. Sabía adonde iba, dónde se dirigía, cómo hacerlo, qué corriente utilizar y cómo saber en qué posición se encontrabacon la observación del firmamento en las noches del Pacífico. Era navegante, hombre de ciencia y preciso cosmógrafo.
Sus convecinos le dedicaron, con motivo del cumplimiento del 400 aniversario de su nacimiento un magnífico conjunto monumental en bronce del escultor Isidoro Uribesalgo que se yergue en un lugar emblemático de Ordizia. El contenido de esa es producto del desconocimiento histórico de la labor real de Urdaneta.
Uribesalgo, que no hizo más que seguir las pautas marcadas por historiadores como Fernández de Navarrete, moldea a Urdaneta con sus vestiduras de fraile agustino, un brazo al cielo con el índice señalándolo, y con una mano sobre la cabeza de unos de los indígenas filipinos que le acompañan arrodillados en un gesto que parece indicar que les señala el camino al cielo tras haberles bautizado. Y así ha pasado, en buena parte, a la historia como Fray Andrés de Urdaneta evangelizador de las Islas Filipinas.
Lo cierto es que se hizo fraile con 45 años; para entonces su vida había estado marcada por la navegación, con una primera expedición comandada por García Jofre de Loaysa por el Estrecho de Magallanes hasta las Molucas, los encuentros armados con gentes de esas islas (las Islas de las Especias de donde volvió a Ordizia con una hija llamada Gracia) y con las tropas portuguesas, su constante labor de mediación y diplomacia (para lo cual aprendió lenguas de la zona), la redacción de una magnífica Relación sobre los años que había pasado en Molucas dirigida al emperador Carlos I, su posterior vida en México como hombre de confianza del virrey Mendoza. Para cuando Urdaneta se hizo fraile había conocido el mundo.
Entró en la orden de los agustinos en México el 20 de marzo de 1553. Pero su labor como navegante es tan inmensa que haríamos flaco favor a la Historia si lo dejáramos como Fray Andrés y no como el negociador y diplomático de las Islas de la Especiería en los años clave para el negocio de las especias de 1526 a 1535, el descubridor de Acapulco como puerto más válido en la costa pacífica americana que hasta el entonces utilizado de la Navidad, o el controlador de la corriente del Kuro-Shivo que le serviría a la expedición del llamado tornaviaje para lograr por primera vez la vuelta de Oriente a México. Urdaneta supo realizar un desvío hacia el norte en pleno Pacífico, enfilar el sur y llegar a vista de costa frente a California y desembarcar en Acapulco. Abrió la ruta transpacífica de suma importancia.
Su valor como navegante era tan conocido que cuando se preparó la expedición que debería permitir establecer un asentamiento permanente en Filipinas, el rey Felipe II en su Real Cédula dirigida a Urdaneta le pide que «según la mucha noticia que tenéis de las cosas de aquella tierra y entender, como entendéis, bien la navegación de ella y ser buen cosmógrafo, sería de gran efecto que Vos fuésedes en los dichos navíos».
Urdaneta fue un precursor de la globalización en su sentido más humano de encuentro de civilizaciones, impulso al comercio internacional, interculturalidad y apoyo al desarrollo del ser humano independientemente de su raza y condición. Un auténtico vasco universal, un ejemplo de descubridor precisamente en la época de los grandes descubrimientos.
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