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Un cliente contacta con una mujer que ejerce la prostitución en la calle, en la zona de Behobia del entorno de la ITV de Irun.
La prostitución de mujeres autóctonas repunta por la crisis
EL NEGOCIO DEL SEXO

La prostitución de mujeres autóctonas repunta por la crisis

Cada vez hay más pisos autogestionados en Gipuzkoa

JUANMA VELASCO

Sábado, 11 de octubre 2014, 08:17

Son las 13.00 horas de un jueves. Irun. Frontera de Behobia. En las rotondas de la zona de la Inspección Técnica de vehículos (ITV) apenas pasan coches ni viandantes. En las aceras solo hay dos mujeres que no pierden la vista de los vehículos que pasan junto a ellas. Van muy maquilladas y con ropa ceñida. No esperan el autobús -no hay ninguna parada cerca-, ni trabajan en una de las empresas de la zona. De repente, un coche se detiene a la altura de una de ellas y baja la ventanilla. «¿Cuánto cuesta?», pregunta un hombre desde el automóvil. «40 euros el servicio completo», responde la mujer...

Esta escena se repite a diario en esa zona de Irun, la única localidad de Gipuzkoa en la que existe el fenómeno de la prostitución callejera, en dos focos muy localizados y con apenas «una decena de mujeres». En el conjunto del territorio, en cambio, la prostitución se realiza principalmente en pisos y clubes que, aunque tímidamente, han ido cambiando su forma de funcionamiento en los últimos años. Ahora, se abren más pisos autogestionados por las propias prostitutas, sin mediación de 'madame' que se quede con el 50% de cada servicio. Además, los pequeños clubes de calle van echando la persiana y, en su lugar, ahora funcionan locales más grandes, algunos tipo hotel, en los que puede haber «hasta 40 chicas».

Sea en pisos o clubes, los precios llevan congelados muchos años (rondan los 50 euros), «aunque muchas negocian». La calle es, «con diferencia», lo más barato.

La prostitución en Gipuzkoa se sigue ejerciendo por mujeres, la inmensa mayoría extranjeras. En los últimos años, la crisis ha provocado «un repunte» de mujeres autóctonas que han tenido que echar mano de una de las profesiones más antiguas del mundo. También hay un reducido número de transexuales y de hombres. Todos ellos tienen clientes varones «casados y solteros», con casos «anecdóticos» de mujeres que busquen sus servicios. Aunque se pueden dar casos de explotación, la mayoría ejerce la prostitución «libremente».

La incorporación del fenómeno de la prostitución al cálculo del Producto Interior Bruto (PIB) ha vuelto a poner el foco en una actividad que sigue inmersa en un limbo legal del que nadie parece dispuesto a sacarla.

Es muy difícil conocer cuántas personas se dedican actualmente a la prostitución en Gipuzkoa pero las responsables del programa Aukera atienden cada año a 1.200 prostitutas, a quienes asesoran en asuntos sanitarios, jurídicos y sociales. «Nos dedicamos a defender los derechos de las mujeres que ejercen la prostitución», asegura Amaia Lasheras, directora del programa, que se financia con subvenciones del Gobierno Vasco y los ayuntamientos de Donostia y Pasaia - «La de Irun está pendiente»- y merced a un convenio con la Diputación.

Aukera, ahora enclavada en la asociación Arrats, trabaja desde hace 16 años con este colectivo, al que conocen en profundidad. No en vano, cada mes visitan pisos, clubes y calles de Gipuzkoa en los que se ejerce la prostitución. El año pasado, acudieron a 71 pisos distintos repartidos por todo el territorio (la mayoría en Donostia) y a diez clubes. «Vamos con el beneplácito del gerente del local. Ha sido costoso entrar en algunos, sobre todo en los grandes. Han ido cogiendo confianza poco a poco porque han visto que no suponíamos ningún peligro. Eso sí, todavía hay lugares en los que nos niegan la entrada», admite Lasheras.

En los lugares a los que pueden acceder, entran con la «excusa de entregar preservativos de forma gratuita», pero el objetivo es contactar con el máximo número de mujeres posibles para ofrecerles apoyo y asesoramiento. «Tratamos de atenderles allí, pero se intenta que luego podamos contactar en un espacio más tranquilo, sin música de por medio, como ocurre en un club», añade la directora del programa.

«Con hijos a su cargo»

En estos 16 años de trabajo, conocen de primera mano tanto el fenómeno como el perfil de las personas que se dedican a la prostitución en Gipuzkoa. La mayoría siguen siendo extranjeras, sobre todo latinoamericanas, seguidas de africanas y, aunque menos, mujeres de países del este. Muchas de ellas se encuentra en situación irregular.

«El porcentaje de mujeres autóctonas ronda el 10%, pero la cifra ha repuntado por la crisis económica, debido a mujeres que se han tenido que dedicar a la prostitución por necesidad», afirma Lasheras.

Entre las prostitutas, las hay con estudios superiores, con experiencia laboral en otros trabajos, pero la mayoría «carece de formación». También las hay casadas y con hijos a su cargo. Además, hay quienes compaginan un trabajo con la prostitución. «Todas lo hacen por dinero». La media de edad es de 30 años, pero en Aukera han atendido a mujeres de 18 y de 70.

Salvo una decena de mujeres en dos sitios concretos de Irun, la mayoría de ellas ejerce en pisos y clubes. En el caso de los pisos, la mayoría se concentran en Donostia, aunque existen «en las principales localidades de Gipuzkoa».

Según explica la directora de Aukera, «el modelo de piso se está extendiendo en todos los sitios porque en los clubes las redadas de la Policía Nacional son bastante continuas por temas de Extranjería, y muchas de estas mujeres no tienen papeles».

Aunque siguen existiendo pisos con 'madame', a quien se le paga un porcentaje por cada servicio, en los últimos tiempos se han abierto cada vez más pisos «independientes y autogestionados» por un grupo de mujeres, sin intermediación alguna.

Hay pisos que funcionan solo de día, pero otros están abiertos las 24 horas y las mujeres «están todo el día pendientes del teléfono». En todos los casos, Lasheras asegura que se trata de «cuidar mucho no molestar a los vecinos». Así, cada vez se lleva más el poner un «puntito rojo en el timbre del portero automático», para evitar que los clientes llamen a otros vecinos. En otros casos no se suele dar directamente la dirección completa al cliente, solo el portal, y se le pide que llame al teléfono para que le abran.

Habitaciones alquiladas

En el programa Aukera han asistido al paulatino cierre de pequeños clubes, en los que había una barra y 3 ó 4 chicas. «Hoy en día son grandes locales o de modelo hotel, en donde nunca se aloja gente que no sea del mundo de la prostitución», añade. En estos locales, todas las habitaciones están alquiladas a las prostitutas. «Pagan al propietario del negocio el alquiler, las sábanas y hasta la electricidad mediante una tarjetita», explica Lasheras. Estos clubes funcionan con rotación de chicas. «Los clientes quieren caras nuevas y, cada cierto tiempo, las mujeres se mueven a otros clubes de otras provincias», añaden.

La prostitución callejera solo se realiza en dos lugares concretos de Irun. «Hubo quejas de los vecinos y el Ayuntamiento hizo una ordenanza que prohibía la prostitución en la calle y multaba también a los clientes. Así, la Policía Municipal está yendo a por ellas y las están friendo a multas. Lo peor es que a la tercera sanción le ponen una denuncia penal por desobediencia. Es algo que no se ha visto en todo Euskadi», afirma Lasheras.

En Aukera no niegan que «pueda existir explotación y trata de personas» en Gipuzkoa. Pero admiten que no pueden acceder a esas mujeres. «Nosotros llegamos a un montón de prostitutas que ejercen la prostitución libremente. Otra cosa es que no les guste y que se planteen dejarlo», afirman.

En esos casos, también hay asesoramiento en recursos de inserción laboral. «No es fácil porque el estigma social sigue ahí», recuerda la directora de Aukera.

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