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ARANTXA ALDAZ
Lunes, 1 de diciembre 2014, 09:24
Las dos caras de la lucha contra el sida han quedado al descubierto con los últimos datos publicados sobre la incidencia del VIH en Euskadi. La positiva, que por primera vez se ha logrado la cifra más baja de nuevos infectados por el virus desde que hay registros (143 diagnósticos en 2013). La negativa, que la incidencia está creciendo entre los hombres que practican sexo con hombres, una tendencia general en los países desarrollados que frustra la capacidad de frenar la expansión del virus. ¿Qué es lo que está pasando para que crezca la incidencia entre el colectivo homosexual?
La 'pregunta del millón', que será objeto de especial análisis en el próximo congreso nacional sobre el sida que se celebrará en mayo en Donostia, tiene varias respuestas, todas ellas acompañadas de una «inquietud» compartida por las asociaciones de lucha contra el sida. Las ONGs, especialmente las de la comunidad gay, están preocupadas por un problema del que se habla sin tabúes, pero con la cautela presente de «no estigmatizar al colectivo», dice Joseba Errekalde, de Harribeltza. Porque las poblaciones clave en las que se ha constatado una mayor incidencia de casos son también las que a menudo se enfrentan al estigma social de padecer el VIH, recuerda Errekalde, activista «en primera línea del frente» y afectado.
Ese mensaje de fondo no impide que se hable alto y claro, con cifras elocuentes. Según los últimos datos epidemiológicos, más de la mitad de las nuevas infecciones (55,6%) corresponden a hombres que practican sexo con hombres. La incidencia en este grupo crece a un ritmo del 10 puntos cada dos años. Las autoridades sanitarias han hecho sonar la voz de alarma. «Compartimos la preocupación que se recoge en el Plan del Sida», desarrollado por el Gobierno Vasco para 2015-2018, afirma Errekalde. El sida ya no se relaciona con muerte. «Quizá se le haya perdido miedo al VIH, pero cuando una persona recibe el diagnóstico vuelven los mismos fantasmas de siempre. Sigue siendo la misma losa que hace veinticinco años», constata con la experiencia de las personas que recalan en la asociación para pedir ayuda y consejos. «La recomendación a todo el mundo es practicar sexo seguro siempre, pero cuando eso no ocurre entonces lo mejor es hacerse la prueba», un test que se puede hacer en medio centenar de farmacias vascas, en las consultas de Atención Primaria y en las de enfermedades de transmisión sexual que hay en las tres capitales.
Detección precoz
Hay además una generación joven que no ha sido testigo de la epidemia del sida de los años ochenta y noventa, lo que obliga a rescatar los mensajes de prevención que se pensaban aprendidos. Errekalde también apunta a factores personales y sociales, como la falta de autoestima en las relaciones sexuales, no solo entre parejas homosexuales, también entre heterosexuales. «Hay que enseñar a decir no cuando la pareja te propone no utilizar preservativa. Precisamente porque lo quieres hay que utilizarlo», recuerda.
El éxito de los tratamientos antirretrovirales ha tenido un efecto indeseado en la relajación a la hora de mantener relaciones sexuales seguras -con preservativo-. Pero ésta no es la única razón que explica el escenario actual. La combinación de varios factores está propiciando el repunte de infecciones de VIH entre el colectivo gay.
Ferran Pujol, reconocido activista catalán, subraya «el grave problema de las infecciones agudas». Pujol es el responsable de BCN Checkpoint, un centro para la detección del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual específico para hombres gay y otros hombres que hacen sexo con hombres, situado en Barcelona. «El problema no son tanto los diagnósticos que se hacen con retraso, sino las infecciones recientes», asegura desde el observatorio que representa el centro barcelonés, donde se diagnostica una de cada tres nuevas infecciones de VIH entre personas homosexuales en Cataluña. «La mayoría de nuevas infecciones se producen justamente por relaciones sexuales con personas que se han infectado recientemente pero que aún no están diagnosticadas y, por tanto, no reciben tratamiento». Durante las tres primeras semanas de la infección es cuando el número de virus en la sangre es más elevado y, por lo tanto, la posibilidad de transmitir el VIH es también muy alta, apunta.
¿Cómo atajar esta realidad? «Hay que ser insistentes en el uso del condón, pero está claro que ese discurso no es suficiente», considera Pujol a tenor de los datos de la elevada incidencia entre el colectivo aludido. El centro recomienda sumar más estrategias preventivas, como hacerse el test del VIH de forma periódica, cada tres meses. Pujol cita estudios que han confirmado que solo el diagnóstico reduce a la mitad del riesgo de nuevos contagios. Si esa persona recibe tratamiento, añade, «el riesgo de transmitir el virus a otra persona se reduce casi a cero», porque la carga viral pasa a ser indetectable, explica.
Pujol, verdadero superviviente del VIH, que le fue diagnosticado en los años ochenta, insiste en no reducir las respuestas a las conductas individuales de cada persona. «Cuando la incidencia es tan elevada, uno o dos resbalones pueden tener consecuencias devastadoras».
Uno de los diagnósticos compartidos señala a los contactos entre personas del mismo sexo a través de internet, un nuevo canal de relaciones en las que se suele bajar la guardia. El reto de la prevención en las redes sociales ha sido asumido por las autoridades sanitarias de todo el mundo como otro de los caminos que hay que tomar para seguir plantándole cara al VIH, según constató Onusida, la agencia de Naciones Unidas que lucha contra la enfermedad.
Mayor incidencia
Pujol también afirma que el hecho de que haya más nuevos contagios entre el colectivo homosexual se debe a que también hay una mayor incidencia, «están más expuestos». En el último congreso mundial del sida, celebrado en Melbourne, su centro presentó un estudio realizado en Barcelona en el que se concluyó que el riesgo de que un hombre que practica sexo con otro hombre contraiga el virus es de 2,4 personas por cada cien habitantes, frente al 0,02 del conjunto de la población. «En diez años nos podríamos encontrar con una alarmante situación en la que el 40% de este colectivo de entre 40 y 50 años tuviera VIH».
A falta de una vacuna, para evitar ese futuro, los expertos coinciden en que hay que dirigir los esfuerzos y las políticas de prevención hacia esos grupos de población clave. «Lo que va a estigmatizar al colectivo es lo que está ocurriendo. Hay que explicar por qué está sucediendo. No hay que tener miedo a hablar de este problema, ni esconderlo debajo de la alfombra que es lo que hemos hecho durante muchos años».
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