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JAVIER GUILLENEA
Domingo, 26 de abril 2015, 16:37
Ha sido consejero de Industria, rector de Mondragon Unibertsitatea y presidente de Eusko Ikaskuntza, entre otros cargos, pero sobre todo fue alumno, colaborador y amigo del sacerdote José María Arizmendiarrieta, impulsor del cooperativismo, que el próximo miércoles habría cumplido cien años. Retegui forma parte de la comisión postuladora que ha iniciado el proceso para solicitar la canonización de don José María, un hombre «que hacía reflexionar pero no trataba de convencer».
- Usted fue alumno de José María Arizmendiarrieta. ¿Era un buen profesor?
- No daba clases como profesor. Él venía una vez a la semana a informarnos sobre cuestiones sociales, el mundo obrero, encíclicas y, sobre todo, venía a hacernos reflexionar más que a dar clases. Era una persona entrañable que se acercaba y empezaba a explicarnos cómo veía las cosas desde la doctrina social de la Iglesia.
- ¿Hacía reflexionar o intentaba convencer?
- Convencer no. Básicamente hacía reflexionar. Era un hombre difícil de entender, de verbo bastante premioso, pero profundizaba en los conceptos y poco a poco iban impregnándose en nuestras mentes juveniles ideas esenciales de lo que era el servicio a la sociedad y de la prioridad de los valores comunitarios sobre los personales.
- ¿Es verdad que cuando Arizmendiarrieta fue destinado en 1941 a Mondragón los feligreses decían que no se le entendía y pidieron al obispo que le sustituyera?
- No sé si pidieron eso al obispo, pero que no se le entendía sí que es verdad. Era un hombre curioso, daba las misas del mediodía y el sermón solía ser siempre de la doctrina de la Iglesia y de las cuestiones sociales. Era difícil entenderle porque yo creo que pensaba en euskera y hablaba en castellano o pensaba mucho más de lo que era capaz de decir. Pero decía cosas profundas y la gente, aunque no le entendiera demasiado, le seguía muy de cerca. Un día vino de Madrid un director general. Le había mandado el ministro de Trabajo que le dijo: vete a Mondragón y habla con el cura, que dice cosas muy buenas aunque las dice muy mal.
-¿Hay dos Arizmendiarrieta, el religioso y el social?
- Es todo uno. Hay una perfecta coherencia entre su pensamiento religioso y la traducción a la actividad social. Él estaba para colaborar con Dios en la obra de la creación, estaba construyendo una sociedad más justa, pero eso venía de las entrañas de su planteamiento religioso. Es difícil distinguir entre su vida religiosa y su vida social porque tenía una intensa espiritualidad personal y una intensa vida social.
- ¿Todo esto lejos de ideologías?
- Ahí no entraba. Él decía que las ideas separan y las necesidades unen, trataba las necesidades sin plantearse otras cuestiones. Tenía sus tendencias, su pensamiento, pero ahí no solía entrar. Hablaba igualmente con comunistas, con nacionalistas o con la gente del Régimen.
- ¿Lo que decía de las ideas y las necesidades es hoy más necesario que nunca?
- Es un lema que sigue vigente porque por encima de las diferencias ideológicas están las necesidades sociales. En este momento de cambio social impresionante que estamos viviendo no podemos andar con diatribas políticas, discutiendo sobre si son galgos o podencos cuando la liebre está corriendo a una velocidad tremenda. La sociedad va a un ritmo vertiginoso y no podemos estar discutiendo de tonterías.
- Eso es algo que él entendió muy bien.
- Cuando llegó a Mondragón después de la guerra había aquí unas heridas tremendas y tuvo que entrar en una sociedad donde algunos le tildaban de colaboracionista porque no se enfrentaba al Régimen o estaba colaborando con él, y otros le llamaban separatista.
- ¿Cómo pudo convencer a los demás para que se embarcaran en una aventura como la del cooperativismo?
- Fue un proceso lento. Antes de llegar al cooperativismo entró a trabajar con los jóvenes de Acción Católica, con los que fue analizando los problemas sociales que había e impulsándoles a la acción para arreglarlos.
- ¿Empezó de abajo a arriba?
- Primero fue consolidando grupos muy comprometidos en la acción comunitaria cuyos miembros iban convirtiéndose en líderes sociales. Además, a través del centro de Formación Profesional dio a los jóvenes una formación y elevó sus niveles de capacitación técnica. Esta conjunción de líderes sociales, compromiso con la comunidad y con elevada capacitación técnica desembocó posteriormente en el planteamiento de una formulación coherente con lo que ellos predicaban. Ahí es donde llegaron a la cooperativa.
- ¿Entendió el poder de la educación como motor de cambio social?
- Eso fue esencial, sobre todo el hecho de socializar la educación. Él decía que socializar el saber es democratizar el poder y que dar a chicos y chicas de todas las edades acceso indiscriminado a la formación había sido su verdadera lucha.
- ¿Qué armas utilizó?
- Empezó en 1943 por crear un centro de FP a través de una suscripción popular y con cuotas que pedía a los empresarios. El centro fue explosivo porque estaba previsto para muy pocos alumnos y superó continuamente todas las previsiones. Hizo que toda la gente que pudiera continuar los estudios a partir de los 14 años lo hiciera. Esa fue su verdadera lucha, socializar el saber, dar acceso indiscriminado a la educación y modificar la escala de valores de las personas mitigando egoísmos personales para dar cabida a los planteamientos comunitarios.
- Parece imposible que una persona sola haya logrado tanto.
- Es un verdadero milagro pero él nunca estuvo solo. Siempre formó equipo con personas. Era el ideólogo, nunca dirigió nada, no fue director de la escuela ni de nada. Inducía en los demás la voluntad y la capacidad de desarrollarse. Fueron los demás los que hicieron, sus discípulos.
- Ustedes le consideran un santo. ¿Qué veían en él?
- La santidad está en una vida íntegramente dedicada a su misión. Él indujo en todos nosotros, en todos los que convivimos con él, un espíritu de superación enorme, transformó a personas de todo tipo, sacaba lo mejor de cada una. Yo le he visto tratar con la misma atención e ilusión a ministros y a aldeanos y sacar de ellos lo mejor de sí mismos para desarrollar su misión en la vida. Esto lo hemos sentido todos los que hemos convivido con él. Le consideramos un santo, eso está claro.
- ¿El cierre de Fagor Electrodomésticos supone el fin de un mito?
- Fagor es un fracaso empresarial, ha vivido un momento económico difícil en el que cambian las circunstancias de la empresa y no ha sabido reaccionar a tiempo. Como empresa ha fracasado. El cooperativismo no garantiza el éxito de la empresa, pero en este caso, más que esconder lo que ha pasado, yo lo pondría como ejemplo.
- ¿Ejemplo de qué?
- Lo que ha pasado es que ha habido un movimiento de solidaridad impresionante. El resto de las cooperativas han apoyado a Fagor para tratar de relanzarla a través de la reducción de sus propias retribuciones salariales y de distribuir los resultados. Gracias a ello muchos cientos de millones han ido a tratar de reflotar Fagor. Ha sido un ejemplo de solidaridad entre cooperativas digno de mención.
- Un ejemplo que no ha bastado.
- No ha sido suficiente pero el esfuerzo ha sido inmenso. Además, una vez cerrado Fagor, también ha habido un considerable esfuerzo para recolocar a sus excedentes personales. La mayoría de los trabajadores de Fagor Electrodomésticos están ya recolocados en otras cooperativas o en otras sociedades. El fracaso empresarial indudable que ha sido Fagor supone también la comprobación de que la solidaridad intercooperativa ha funcionado en grados muy elevados.
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