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Radiografía del cliente de prostitutas

Radiografía del cliente de prostitutas

Tiene entre 17 y 80 años, procede de cualquier clase social: así es el cliente de las prostitutas

ANA VOZMEDIANO

Martes, 25 de agosto 2015, 06:45

El libro se titula 'El putero español', es obra de la catedrática de la Universidad de Vigo Águeda Gómez Suárez y pretende abrir un debate sobre uno de los actores claves en el mundo de la prostitución: el cliente. El estereotipo habla de mujeres con ropa ligera y zapatos de plataforma que trata con un misterioso tipo sin rostro ni edad.

Porque este cliente siempre resulta invisible y la sociedad, además, observa su comportamiento con indulgencia y normalidad. Frente a las 300.000 mujeres que ejercen la prostitución en el Estado, la mayoría abocadas al oficio por situaciones extremas, se encuentra un colectivo al que no se juzga ni por su situación, ni mucho menos por su opción o decisión de pagar a cambio de relaciones sexuales.

Lo primero que establece la investigación es que ambos actores, puta y putero, son colectivos bien diferentes. Ellas, en su mayoría, están en la profesión por necesidad, por cargas familiares, por falta de documentación que les permita una ciudadanía legal. Según los datos que refleja el estudio de Gómez Suárez, proceden de países pobres o en vías de desarrollo, lugares además muy patriarcales, donde la mujer es sacrificada en aras del beneficio del grupo.

«Lo que es claro es que no encontramos clases medias ni clases altas en este colectivo y que aunque el número está creciendo a raíz de la crisis, hay muy pocas mujeres españolas. La conclusión es que la opción de la prostitución como vía de ingresos es una decisión producto de la necesidad y no de una elección libre. Otra cosa es que en algunos programas del corazón insistan en darle protagonismo a una supuesta prostitución de alto standing, de lujo y glamour que no es representativa para nada de lo que se mueve en este mundo», apunta la experta.

¿Cómo es el 'putero'?

Ese cliente sobre el que las investigaciones de Águeda Gómez Suárez junto a sus colaboradoras Silvia Pérez y Rosa María Verdugo quieren poner el foco de atención es mucho más heterogéneo de lo imaginado. Para empezar, por la edad. Los estudios realizados revelan que en esta amplia clientela hay hombres entre los 17 y los 80 años. Y que pertenecen a cualquier clase social, formación, ocupación, hábitat e incluso ideología política. Sus reacciones y motivaciones también son muy diferentes.

«Nos encontramos con aquellos que tienen el convencimiento de que la otra persona disfruta, una creencia extendida entre cierto tipo de clientes que se ponen una cierta venda en los ojos y que pisan fuerte con sus supuestas habilidades. A otros no les interesa en absoluto si la mujer disfruta o no. Tampoco faltan quienes, como forma de reafirmar su virilidad, consideran que ellos las hacen disfrutar, mientras una parte importante son conscientes de que lo que están generando es una situación de sufrimiento para ellas. Además es parte de lo que quieren comprar: sufrimiento y dominación». Ellos dicen, «pagamos porque cobráis», dentro del ambiente de esta sociedad indulgente que retrata el libro.

Resulta que, al final, se acude a los llamados 'espacios prostitucionales' como una forma de consumo más, «en una sociedad porno-capitalista como la nuestra en la que la erotización aparece vinculada al sometimiento y sufrimiento de la mujer».

En el libro se recogen relatos de las vivencias de los propios clientes. No falta el 'chistoso' que dice «el sexo es de pago siempre, pero el matrimonio es más caro o el jovencito que dice buscar 'relaciones de calidad'. O experiencias curiosas. Porque, pese a lo que se cree, estos hombres de edades variadas y de todas las clases sociales no buscan como primer objetivo placer sexual y diversión, sino más bien reafirmar su identidad masculina frente a la más tradicional de padre proveedor y protector, que esta fundamentada en una sexualidad acumulativa, y despersonalizada. Por ello, la prostitución se consume muchas veces y como tantos otros productos, de forma grupal. Los clientes acuden en cuadrilla y lo hacen en aras de compartir un buen plan a los colegas más que para buscar unas prácticas sexuales singulares». Esa asistencia en grupo también es tolerada sin problemas entre la mayoría social.

En la Facultad de Psicología de la Universidad de Vigo lo tienen claro: «Como investigadoras no somos indulgentes con el cliente, nuestro objetivo es poner los focos sobre él para reflexionar sobre algo que no creemos justificable: pagar por servicios de prostitución, sobre todo cuando las mujeres que la ejercen se encuentran en situaciones de desprotección».

Bajo coacción

Ocurre que las prostitutas adoptan algunas veces una actitud condescendiente y maternal con el cliente o incluso minimizan su acción. «Lo que creemos es que es una forma de autoengaño para sobrellevar el dolor y sufrimiento de la actividad y sobre todo en las circunstancias en las que se ejerce, bajo coacción, presión e incluso aguantando maltrato de los clientes».

La calle, según los estudios oficiales, presentados ante la comisión especial del Congreso de los Diputados, es el lugar en el que las relaciones son más visibles. Pero, ¿qué tipo de clientes tienen los clubes y cuáles los pisos? «Es el mismo perfil: la diferencia más significativa es que quien acude a pisos suele ir de forma individual y busca con gran celo cierta discreción y quien acude a clubes suele ir en grupo y no está tan preocupado por ser discreto. Las características del putero español respecto a otros es más bien una cuestión cuantitativa, porque acudir a la prostitución es más habitual que la media europea».

Por si alguno tiene curiosidad, las mujeres que tratan con ellos dicen que su actitud o los servicios que solicitan no se diferencian de lo que piden los alemanes o los franceses. Vamos, que es cuestión de cantidad.

El libro 'El putero español' es el fruto de la investigación financiada por el Instituto de la Mujer y se ha publicado en la editorial Catarata. Sus autoras insisten en que se quieren abrir el debate, terminar con la legalización del proxenetismo que solo beneficia a las mafias y mirar al cliente, abrir la reflexión sobre este hecho.

«Queremos señalar que vivimos en una cultura afectivo sexual anémica y con muchas carencias, con una educación sexual inexistente y una socialización erótica solo basada en la pornografía, por lo que el resultado es este consumo masivo de prostitución, hasta entre la población más joven, educada supuestamente de forma no sexista, pero que también participa en este consumo».

Otro objetivo: «Queremos invitar a que las personas observen la contradicción que este fenómeno produce entre el dramatismo con que las mujeres viven su situación y el ocio y banalidad con que lo viven los clientes».

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