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Arantxa Aldaz
Lunes, 12 de diciembre 2016, 06:56
La familia tradicional, compuesta por un matrimonio con varios hijos, cede parte de su reinado. Los hogares son cada vez más diversos en su composición, como se retrata en la Encuesta de Familias y Hogares del Gobierno Vasco. De los 863.556 hogares censados el año pasado en Euskadi, un 35% se corresponde con un núcleo familiar con hijos, tanto menores como mayores de edad. La diversidad abarca a los hogares donde vive una persona sola (25%), los hogares monoparentales con hijos (11%) o las familias sin hijos a su cargo (23%). El abanico se amplía aún más con hogares compuestos por dos o más personas que carecen entre ellas de vínculos familiares (1,8%), en su mayoría inmigrantes, o casas donde viven dos o más personas emparentadas pero sin que exista una relación de pareja o filiación entre ellos, también de origen extranjero. El tamaño medio de los hogares vascos es de 2,48 personas.
de los hogares monoparentales
con hijos a su cargo necesita la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) para subsistir. Es la proporción más alta de los diferentes modelos de hogares en Euskadi, y «constituye el grupo socialmente más precario».
El impacto de la precariedad y del desempleo varía en función del tipo de hogar. La peor situación la padecen las familias monoparentales con hijos a su cargo. «Constituyen el grupo socialmente más precario», advierte la encuesta, que subraya varios datos. El primero, que en más de la mitad de estos hogares (51,9%) las personas activas están o desempleadas u ocupan un empleo precario. La proporción es del 41,7% si se considera los casos en los que toda la población activa del hogar se encuentra en una de estas situaciones. Es el porcentaje más alto por tipo de familia, casi 25 puntos por encima de la media de toda la comunidad autónoma. Los hogares compuestos por personas sin vínculo familiar, muchos de ellos de origen extranjero, también se ven muy afectados por situaciones de precariedad y desempleo.
En consonancia con esa peor situación, la necesidad de ayudas económicas para acceder a un mínimo de recursos es mayor en estos hogares. La dependencia del sistema de la Renta de Garantía de Ingresos, a la que se vincula la prestación por vivienda, «muestra una clara separación en los hogares vascos», revela la encuesta.
Por un lado se sitúan los hogares sin hijos a su cargo, las familias con prole dependiente y los hogares monoparentales sin hijos. En el lado opuesto el acceso a la RGI resulta claramente superior a la media en los hogares de personas que viven solas y en los compuestos por familiares pero sin relación conyugal entre sí, que llegan al 9,2 y al 13,2% respectivamente. La proporción aumenta al 18,1% en los hogares donde viven varias personas sin relación de parentesco y alcanza el máximo del 24,5% en las familias monoparentales con hijos a su cargo. En conjunto, un 30,7% de la población vasca reside en hogares que mencionan algún tipo de problema relacionado con los ingreso, desde falta de recursos para cubrir las necesidades básicas o los recibos de luz y gas, a ingresos insuficientes para costearse unas vacaciones, contratar a una persona para cuidar a los niños y niñas, o para la atención a una persona mayor.
Cuidados desiguales
El impacto del envejecimiento es evidente en los hogares vascos, subraya la encuesta. Por un lado, la edad media de las personas de referencia en esos domicilios se eleva a 55,5 años. Por otro, cada vez es más reducida la presencia de menores en los hogares. Solo en un 24% de ellos vive algún adolescente de menos de 16 años, una proporción que baja al 11% si se considera a los menores de 6 años.
Detrás del problema del empleo aparece la preocupación por la enfermedad o la discapacidad, que menciona un 14,8% de la población vasca, un dato que se explica por el proceso de envejecimiento en Euskadi. Los datos de la encuesta, sin embargo, no indican que las tareas de cuidado impidan desarrollar una actividad laboral normalizada. Apenas un 0,4% de la población entre los 16 y 69 años señala no poder trabajar por cuidar a personas menores o dependientes.
Sí se observan, precisa el informe, «importantes diferencias en función del sexo», con un impacto entre 3 y 5,6 veces mayor de problemas de conciliación entre las mujeres. Un 6,9% de ellas señala haber interrumpido su actividad laboral por problemas asociados a la conciliación de la vida laboral y familiar en los últimos tres años. La acumulación de cargas laborales y familias, con horarios de actividad que superan las 60 o incluso las 70 horas semanales, también afecta más a las mujeres
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