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jorge campanillas
Lunes, 17 de noviembre 2014, 19:33
Tiempos convulsos, un simple cambio en un servicio ofrecido por una empresa multinacional genera apertura de telediarios y primeras páginas de periódicos. No sorprende cuando el cambio se produce en Whatsapp, una aplicación utilizada por millones de usuarios y que, en cierta manera, ha revolucionado nuestra forma de comunicarnos, entra de lleno en el concepto de red social y ha cambiado el negocio de las empresas de telecomunicaciones (¿se acuerdan del generoso negocio de los SMSs para las telecos?). Sin embargo, más allá del cotilleo que generan los cambios, cuál es la aplicación que los genera y demás propaganda gratuita, este tipo de situaciones, personalmente creo que nos debe hacer recapacitar en 2 aspectos; la privacidad y la netiqueta.
Privacidad. Los usuarios han puesto el grito en el cielo por la afección a la privacidad que puede generar saber que se ha leído un mensaje remitido por una tercera persona y que, puede estar esperando respuesta. Todo esto añadido a la posibilidad de saber incluso cuando lo ha recibido (por aquello de la hora). Siendo esto importante (y como abogado puede generar interesantes aspectos probatorios), me interesa mucho más el aspecto que tiene que ver con la información que la propia aplicación guarda de nosotros.
¿Somos conscientes que la empresa que gestiona la aplicación sabe nuestros hábitos, cuando nos comunicamos, con quienes e incluso, podría acaso guadar nuestras conversaciones? Un servicio gratuito (o con un coste casi residual) obtiene más información de la que somos conscientes. Ciertamente el servicio que nos otorga es muy bueno o no (según gustos), pero ¿realmente quién es el producto? Quizá la respuesta es que somos nosotros, pagamos con nuestros datos y hábitos.
Está bien que critiquemos a las grandes de Internet cuando unilateralmente imponen características que pueden afectar a nuestros derechos fundamentales, pero seamos quizá conscientes de lo que nosotros mismos les otorgamos, aceptando unas condicioens que raramente nos leemos, y seamos coherentes en sus usos.
Netiqueta. La etiqueta o 'netiqueta', por aquello de los buenos usos y costumbres que debemos tener en cuenta en la red, tenemos que tenerla muy presente en nuestros días y conocer cómo debemos actuar según las propias condiciones de la red, o el propio uso de las aplicaciones. La mensajería instantánea puede ser una comunicación síncrona, es decir, realizada a tiempo real si se da la circunstancia que las 2 personas están en línea y ambos con ganas de comunicarse, o asíncrona, es decir, el destinatario recibe la comunicación, y responderá (si lo desea) posteriormente, puesto que puede acceder al mensaje del destinatario. ¿qué quiere decir todo ello?
Que las normas de netiqueta nos pueden decir que aunque una persona tenga el temido doblecheck azul puede que en ese momento por mil circunstancias no pueda/quiera responder, pero sin por ello considerar que se acabe el mundo. Nos encontramos con comunicaciones, como digo sincronas o asíncronas con lo que ello conlleva en la sociedad de la inmediatez.
Esa receta de privacidad y netiqueta debe hacernos reflexionar sobre los buenos usos de la tecnología, sin generar mayores conflictos, que para eso los propios humanos nos bastamos sin necesidad de ésta.
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