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53 travesías y 5.187 kilómetros de solidaridad en un cuarto de siglo

53 travesías y 5.187 kilómetros de solidaridad en un cuarto de siglo

El nadador tolosarra Carlos Peña acaba de cumplir 25 años de una carrera deportiva con tintes solidarios. Ha devorado kilómetros y kilómetros a favor de multitud de proyectos como la Misión de paz de la ONU en Bosnia Herzegovina en 1995 o la campaña para recaudación fondos para los afectados del Huracán Mitch en 1999

IKER MARÍN

Sábado, 10 de enero 2015, 00:11

26 de diciembre 1989, río Ebro. Aquella fría mañana en un Logroño que nevaba comenzó para Carlos Peña una andadura deportiva y solidaria, totalmente altruista, que le retrata como persona. Los 200 kilómetros y seis días que empleó en llegar hasta Zaragoza se convirtieron en los primeros de otros cientos de metros y brazadas que han hecho de este tolosarra un asiduo en proyectos deportivos con fines sociales, en la mayoría de los casos relacionados con la defensa del medio ambiente y la paz.

Ríos, mares, estrechos, lagos, embalses y piscinas de tres continentes diferentes han visto como Peña ha devorado kilómetros y kilómetros a favor de multitud de proyectos como la Misión de paz de la ONU en Bosnia Herzegovina en 1995, la campaña para recaudación fondos para los afectados del Huracán Mitch en 1999 nadando en el Ebro, en 2004 en el Lago Chapala de México en colaboración con la Red Internacional Living Lakes o un año después en la inauguración de Usabal conmemorando el 750 aniversario de Tolosa.

Todo empezó a finales de la década de los 80. Carlos Peña era un prometedor atleta del Tolosa CF, «con muy buenas marcas en la Behobia-San Sebastián y en el Maratón de Donostia» indica el aludido, que un buen día tuvo que dejar de correr, «me ardían las piernas. Me dijeron que estaba sobreentrenado». Tras unos meses de descanso y no poder recuperarse para la práctica del atletismo, «tuve que buscar otra actividad. En esa época vivía en Lodosa y no se nos ocurrió otra cosa a mi hermano Iñaki y a mí que organizar una travesía por el Ebro».

«Empezamos a ciegas»

Peña, que no había nadado nunca, se embarcó en una locura en la que todavía sigue inmerso. «Además de no saber muy bien cómo prepararnos, había que meterse en un río desconocido, en invierno» recuerda, «y con esos trajes de neopreno». Hasta 45 minutos necesitaban para colocarse una indumentaria, de dos piezas, con la que sí flotaban pero con la cual no podían nadar como pensaban. «Íbamos con la idea de nadar a crol pero cuando nos pusimos el traje vimos que era imposible. No nos podíamos mover. Eran durísimos. Lo que sí hacían era flotar y probando posturas comprobamos que de espalda si podíamos nadar. Así empecé, a ciegas» explica.

Lo que empezó siendo una actividad deportiva pasó a ser un proyecto que iba más allá. «De la manera más casual me hablaron de nadar a favor de la paz en Bosnia y allí me fui. Ha sido la travesía más difícil y arriesgada de mi vida. Nadé en medio de una guerra. Para entrar al río tuve que pasar entre minas antipersona. También he nadado a favor del medio ambiente en el mar Muerto. Aquel día acabé la travesía despellejado, por la alta temperatura del agua y porque es el mar más salado del mundo. Fue durísimo».

Ante aventuras de este pelaje, 25 años, 53 travesías y 5.187 km. después, Carlos Peña sólo puede decir, «voy a seguir, es mi vida».

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