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La prueba. Flor y Cristina Carrasco guardan la foto en la que aparece su abuela y el supuesto cadáver de su hermano. :: F. DE LA HERA
«Queremos saber qué fue de nuestros hermanos»
MEMORIA HISTÓRICA

«Queremos saber qué fue de nuestros hermanos»

Dos irundarras denuncian que su madre fue víctima del robo de niños en el franquismo. «Tras dar a luz le dijeron que el bebé había muerto y que fue enterrado. Hace cuatro años descubrimos que no fue así», aseguran

JUANMA VELASCO

Sábado, 13 de febrero 2010, 04:17

¿Cómo reaccionaría si a los 40 años alguien descubre que tiene dos hermanos a los que no conoce? ¿Y si encuentra «pruebas» que revelan que a su madre primero le «arrebataron, con engaños, a uno de los dos mellizos a los que dio a luz» en 1962, en Cádiz, y que, pasados cinco años, hicieron lo «mismo con otro bebé, tras decirle que había muerto tras el parto»? A Adela Carrasco Martínez le «privaron de dos de sus hijos para, supuestamente, darlos en adopción a familias pudientes».

Su historia no forma parte de los excesos acaecidos durante la dictadura militar en Argentina (1976-1983). No pertenece a la lucha de las abuelas de la Plaza de Mayo por localizar a los niños 'desaparecidos'. Pero su caso es similar, aunque trasladado a la España de los últimos coletazos de franquismo.

Esta malagueña, afincada durante años en Donostia, falleció hace cuatro años. Ahora, dos de sus hijas, vecinas de Irun, no quieren que lo sucedido quede en el olvido. «Queremos saber qué fue de nuestros hermanos». Según denuncian, el caso de su madre no es el único. «Durante el franquismo, hubo muchos otros hechos similares por la acción de redes organizadas que robaban bebés recién nacidos para darlos en adopción a familias pudientes. Estaban involucrados médicos, matronas, monjas y curas, y cobraban hasta 200.000 pesetas por cada niño», aseguran. «No hay derecho que a mi madre le privaran de dos hijos y a nosotras de dos hermanos».

La vida de Adela y su marido, el gaditano Enrique Díaz, es la de otras muchas parejas que en los sesenta se trasladaron a vivir a San Sebastián. En Gipuzkoa, llegaron a formar una familia de cinco hijos, «todas niñas». Enrique trabajaba de camionero y pasaba largas temporadas fuera de casa. En esos períodos, en ocasiones Adela regresaba a La Línea de la Concepción, donde vivía la familia de su marido.

En 1967, el parto del que iba a ser su cuarto hijo le cogió precisamente en el municipio gaditano. «Mi padre se encontraba casualmente de viaje en Turquía», relata Flor Carrasco, de 47 años, una de sus hijas.

El cadáver del bebé

Adela ingresó el 5 de noviembre en el hospital municipal de La Línea. «El niño nació con un parto con ventosa asistido y, al día siguiente, le dijeron que el bebé había muerto por una insuficiencia respiratoria», explica Cristina, otra de las hijas, ahora con 40 años. Su madre no llegó nunca a ver al bebé. «A mi madre le anestesiaron para que tuviera un parto sin dolor y no se acuerda de mucho». Le dijeron que avisara a un familiar. «Acudió mi abuela Joaquina pero al principio no le dejaron ver el cadáver del niño. Al final, tras mucho insistir, le llevaron a la morgue y le enseñaron un bebé, que no parecía un recién nacido. Mi abuela debió sospechar algo y no se cómo se las apañó para hacerse una foto con ese niño muerto...», explica Cristina. Viendo ahora la imagen, «está claro que no era un recién nacido», pero «en aquellos tiempos, la palabra de un médico era sagrada y no se discutía».

El Hospital se hizo cargo de todas las gestiones y el niño, que iba a llamarse Jesús, supuestamente fue enterrado en el cementerio de San José de La Línea. «Durante muchos años, por vacaciones íbamos a visitar la tumba del niño y le llevábamos flores... Al cementerio nos acompañaba mi padre. Es curioso, mi madre nunca quiso ir, nunca nos hablaba del bebé que perdió. Para ella fue algo muy traumático. No sé si sospechó nunca nada», explica Flor. El camposanto fue remodelado a comienzos de los 80 y la lápida de Jesús desapareció. «Hasta aquí todo normal. Nadie pensaba nada malo», dice Cristina.

Las sospechas comenzaron a brotar tras la muerte de Adela, a los 66 años. «Mi madre murió hace cuatros años en Irun pero ella quiso que la enterrásemos en La Línea». En la misma lápida quisieron poner también el nombre de su bebé fallecido y la fecha exacta de la muerte. «Como no lo sabíamos con exactitud, fuimos al registro del cementerio. Y allí empezó todo. Su nombre no aparecía por ningún lado. Allí nunca se había enterrado a ningún niño con ese nombre».

Acudieron al registro civil, pero no hallaron rastro del certificado de nacimiento ni de defunción del niño. Fueron al Hospital en busca de los registros del nacimiento. «Hicimos una petición de la ficha donde consta el fallecimiento de mi hermano, las causas, el médico que lo certificó, pero todavía no hemos recibido respuesta alguna», explica Cristina. Finalmente, dieron con la partida de nacimiento en el museo histórico de La Línea, donde consta que el parto, en 1967, fue asistido por la matrona, doña Marina, «que ya falleció». Ahí no quedó todo. En el mismo museo histórico, también recogieron la partida de Flor, que nació en el mismo hospital, pero en 1962. «Y nos llevamos la sorpresa de que en el documento aparece la inscripción H V, que significa hembra y varón. Al parecer, mi madre tuvo mellizos cuando nací yo, pero a ella sólo le entregaron a una niña», señala Flor.

Echando la vista atrás, la irundarra recuerda que su madre les decía «que durante el embarazo ella echó mucha tripa e incluso el médico le decía que podían ser gemelos, ya que en mi familia había muchos antecedentes. Me contó que yo nací muy pequeñita y que el médico le dijo que el resto era todo agua. Entonces no había ecografías». El supuesto hermano mellizo de Flor «es una hipótesis, porque además de este papel -muestra el certificado de nacimiento- no hay nada. Pero en el caso de mi hermano Jesús es evidente que no fue enterrado. ¿Qué hicieron con él?».

Contacto por internet

Con las sospechas, las hermanas pronto contactaron con otras familias españolas que habían pasado por lo mismo. «Expuse mi caso en internet y se pusieron en contacto conmigo muchas personas a las que les había pasado lo mismo en otros hospitales españoles». Según explica Cristina, «lo nuestro no era un caso aislado. El 'modus operandi' se repite en otros casos en el mismo hospital y en otros repartidos por España: se anestesiaba a la madre, se le decía que el niño había muerto, se enseñaba un bebé cadáver, luego no se inscribía al niño en el cementerio. Todo igual».

Según las hermanas, los robos estaban organizados. «A veces, unas monjas se ocupaban de dar a las mujeres que iban a recibir el bebé unos cojines para simular el embarazo. Entraban en el hospital por una puerta y salían con el niño por otra. A la madre biológica le decían que el bebé había muerto».

A la zozobra que se une saberse víctimas de una trama de robo de niños, las hermanas denuncian las trabas que encuentran para conocer la verdad de lo ocurrido. «¿Por qué hay tantas reticencias a que estos se investigue? Hay pruebas. Nadie da permisos para que se investigue nada. No hay respuestas en el hospital, en los tribunales nos cierran las puertas. Somos víctimas de la dictadura pero también del Gobierno actual, que no quiere que esto se investigue. Nadie quiere remover el pasado», explica Flor.

¿Qué creen que pasó entonces con Jesús? «Pensamos que, como con el resto, fue destinado a una familia que pagó por él. Ahora tendría 42 años. No sabrá ni que es adoptado, porque la mayoría de los casos se inscribía al niño como biológico. Puede estar en cualquier lugar de España». Les gustaría encontrar a sus hermanos. «Es más fácil que nos encuentren a nosotras. Que nos reconozcan si nos ven en el periódico o en la tele. A veces, pensamos en ellos, nos imaginamos qué vida han podido tener. Hay veces que te topas con alguien que tendría su misma edad y le buscamos parecido. En casa somos todas rubias, con orejas pequeñas, blancas de piel.... Si los tuviera delante, los reconoceríamos».

Flor y Cristina no pierden «la esperanza porque hay casos en los que los padres, ya de mayores, han confesado a sus hijos la verdad. Queremos que se haga justicia, que se abra una investigación de lo que ha ocurrido en España. Y que nos digan qué ocurrió con nuestro hermano. Hay mucha gente que no sabe que tiene un hijo y muchos hijos que no saben que fueron robados». Cristina y Flor solicitan a quien sepa algo de éste o de otros casos que contacten con ellas a través de la siguiente dirección electrónica 'cris.diaz2009@hotmail.es'.

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