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JAVIER GUILLENEA
Martes, 23 de febrero 2010, 11:35
El sistema de recogida de residuos puerta a puerta sirve, según el alcalde de Vilassar de Mar, Joaquim Ferrer, para convertir «las papeleras en contenedores siempre llenos donde la gente deja bolsas de basura». Además, ha servido también para crear el término «turismo de la basura», que consiste en que habitantes de la localidad donde se lleva a cabo la experiencia optan por dejar sus residuos en otros pueblos.
«Algunos pueblos vecinos colocaron policías junto a los cada vez más sobrecargados contenedores», afirmó ayer Ferrer en Usurbil, municipio al que acudió invitado por Luis Mari Ormaetxea, concejal de Hamaikabat, y Pedro María Ibarra, miembro de la Plataforma por una recogida selectiva y racional de las basuras .
El alcalde resumió lo ocurrido en la localidad catalana, donde a finales de 2003 se implantó el sistema puerta a puerta. La experiencia, puesta en marcha por el gobierno municipal de PSC y ERC, concluyó a mediados de 2008, cuando CiU se hizo con la mayoría en la corporación. Ferrer (CiU) explicó ayer los resultados de un sistema que sólo consiguió imponer entre los habitantes de la ciudad «la esclavitud del reciclaje».
Durante su explicación, el alcalde aseguró que las estimaciones iniciales en Vilassar de Mar hablaban del 70% reciclado durante el primer año, cuando «lo cierto es que se llegó al 54%». Estas cifras, afirmó, descendieron en 2006 y 2007 hasta el 43% y el 45%, respectivamente.
Los números tampoco encajaron cuando se vio que el sistema generaba nuevas necesidades y los recursos que se habían destinado a su mantenimiento eran insuficientes en una ciudad de 20.000 habitantes y con un predominio de edificios verticales. La lentitud de la recogida puerta a puerta hacía que durante gran parte del día hubiera en las calles camiones de basura, «lo que cambió el paisaje urbano». Se destinaron a este cometido 65 personas y el presupuesto inicial se disparó. El coste final del sistema ascendió a los cuatro millones, «algo económicamente insostenible».
Hábitos de vida
Según Ferrer, la experiencia provocó un «malestar latente» en muchas personas que vieron cómo «la basura modificaba sus hábitos de vida». «No es normal que un ciudadano tenga que estar pendiente de a qué hora pasa el camión para dejar la basura, de qué es lo que tiene que separar y cómo debe hacerlo. Las instituciones -añadió- no deben generar problemas y en nuestro caso lo que se hacía era traspasar el problema de la recogida de basura a la población».
Un ejemplo de este trasvase de preocupaciones es el hecho de que para evitar malos olores y en espera de que llegara el día de deshacerse de la basura, algunos ciudadanos llegaban a envolver los restos del pescado en papel de aluminio y meterlos en el congelador.
El alcalde de Vilassar de Mar, que poco antes había recorrido las calles de Usurbil, señaló que había visto «postes con cubos de basura llenos a unas horas en las que no debían estar así». «Esa era la imagen, y eso significa repetir el mismo error que en nuestra ciudad», añadió.
Ferrer insistió en que él es partidario del reciclaje, aunque con un sistema diferente. «Quizá estamos magnificando el reciclaje y deberíamos exigir a las instituciones que expliquen lo que están haciendo. No todo es trigo limpio, mover basura es un gran negocio», dijo.
Luis Mari Ormaetxea, por su parte, rechazó los porcentajes de reciclaje facilitados por el Ayuntamiento de Usurbil. El concejal de Hamaikabat aseguró que la tasa real no es del 86%, sino que oscila entre el 46% y el 50%. «En 2008 se recogieron 2.800 toneladas y el año pasado mil toneladas menos», afirmó. el edil.
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