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ALBERTO MOYANO
Jueves, 25 de febrero 2010, 12:30
Ésta es la historia del caserío Zabalaga de Hernani, construido en el siglo XVI, abandonado en fecha indeterminada y adquirido por Eduardo Chillida a comienzos de los años ochenta para su reconversión en el museo que acogería su obra. A punto de cumplirse el décimo aniversario de la inauguración de Chillida-Leku, una exposición fotográfica instalada en el propio Zabalaga rememora la reconstrucción del caserío a lo largo de doce años.
'Zabalaga, poesía y construcción' reúne veintitrés fotografías en blanco y negro, y en distintos tamaños, firmadas por el fotógrafo italiano afincado en Donostia Giuliano Mezzacasa (Beluno, 1938). La muestra ilustra la reconstrucción del caserío, una tarea compuesta a partes iguales de trabajo físico y reflexión, y que llevaron a cabo Pilar Belzunce -la ideóloga-, Eduardo Chillida -la inspiración- con el arquitecto Joaquín Montero y el guardián de la finca, Joaquín Goikoetxea. La exposición, que se inaugura hoy a las 19.30 horas y permanecerá instalada en el interior del caserío hasta el próximo 24 de mayo, fue presentada ayer por el propio Mezzacasa y Estela Solana, del departamento de Obra y Artista del Museo.
Una invitación casual
Si la creación de Chillida-Leku es fruto de una serie de hechos fortuitos, la exposición que ilustra el proceso no podía ser menos. En el origen está la visita que el matrimonio Chillida realizó en 1983 al por aquel entonces derruido Zabalaga, invitado por Santiago Churruca, ónsul en Burdeos y propietario del caserío. Si bien el lugar sedujo al matrimonio desde el primer momento, fue Pilar Belzunce quien supo ver en la finca un futuro museo. Un año después, los Chillida adquirían el edificio y los terrenos colindantes que, en cinco sucesivas ampliaciones, alcanzarían las doce hectáreas que la finca ocupa en la actualidad.
En cuanto al autor de las fotografías, la relación entre Mezzacasa y el escultor se remonta a mediados de los años setenta, cuando el fotógrafo italiano realizó varias series sobre el 'Peine del Viento' que la empresa para la que trabajaba utilizó como felicitación navideña. Una de ellas cayó en manos de Chillida, quien contactó con el fotógrafo y de ahí surgió una amistad que permitió al fotógrafo recorrer a su antojo el caserío entre 1991 y 1994, mientras se acometía el núcleo duro de la rehabilitación.
Una obra sin límites, ni temporales, ni económicos, preñada de largos períodos de reflexión y que se prolongó durante doce años 'a la manera Chillida', es decir, en torno a intuiciones. «Cuando oía hablar a Eduardo sobre escuchar los consejos que el propio edificio nos daba, yo pensaba que era fruto de su forma poética de expresión, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que efectivamente la casa nos ha dirigido de alguna forma», explicó en su día Joaquín Montero, el arquitecto que trabajó mano a mano con el artista en la recuperación del edificio.
Hubo que cambiar el techo por completo, redistribuir los espacios, cerrar alguna zona desmoronada y sustituir una de las vigas originales -proceso que se demoró dos años, hasta que Chillida encontró un tronco de roble de las características necesarias-. La obra fue resultado de una ecuación entre materiales y espacio que, tal y como señaló Estela Solana, no deja de ser «una escultura en sí misma, una de las más grandes de Chillida». Solana señaló que fue en una fragua de Hernani en donde el escultor salió del callejón sin salida al que le había conducido su trabajo con la escayola y fue también en esta localidad donde encontró un caserío que le devolvió a sus orígenes vascos.
Rastros de un incendio
Mezzacasa recordó su antiguo interés por los edificios abandonados, especialmente los fabriles. «Son muy sugerentes, debido a su decadencia. Te preguntas cosas como quién vivió aquí, quién construyó esto y qué ha podido pasar para que terminara en esas condiciones». Ninguna de esas preguntas tiene respuesta en el caso de Zabalaga -aunque hay rastros de incendio-, pero en su recuperación «ha habido un milagro y una reencarnación», apuntó el fotógrafo italiano, quien añadió que la casa «ha mantenido su carácter y se ha desprendido de los pegotes incorporados a lo largo del tiempo» en lo que describió como una especie de proceso de depuración.
Giuliano Mezzacasa tuvo vía libre para recorrer Zabalaga con su cámara, mientras en el exterior las primeras esculturas instaladas en la campa comenzaban a oxidarse. «Como un notario, he levantado acta del estado en el que estaba la casa y del proceso de rehabilitación».
La exposición, cuyas imágenes siguen un orden cronológico, permite recuperar la historia del caserío, el gran desconocido del museo y sobre la cual son numerosos los visitantes que se interesan, indicaron los responsables del centro. Al igual que sucedió en la inauguración del museo, el violonchelista Yagoba Fanlo interpretará varias composiciones musicales, a partir de las 19.30. El precio de la entrada es de 8,5 euros -6,5 para estudiantes, jubilados y discapacitados-.
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