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FELIX IBARGUTXI
Sábado, 6 de marzo 2010, 03:33
Zegama será mañana el escenario de una congregación peculiar de alfareros. Por primera vez se celebrará un maratón de alfarería, con participación de diez personas que se dedicarán a elaborar 'katilus' (tazones).
El Ayuntamiento de Zegama quiere de esta manera recuperar la memoria alfarera de la localidad. Allí, entre los siglos XIX y XX y durante cien años, trabajaron el barro al menos cuatro familias: los Azurmendi, los Arrizabalaga, los Arregi y los Aramendi. El último alfarero fue Gregorio Aramendi, que elaboraba recipientes de barro a jornada completa y pasó sus últimos años de vida laboral como taxista. Falleció en 1995.
La jornada ha sido organizada en colaboración con el Museo de Alfarería Vasca de Ollerías, situado en Álava. «No se ha hecho nada similar en todo el Estado. Queremos visualizar el oficio y llamar la atención. No es un maratón competitivo, cada cual trabajará a su ritmo», nos comenta Blanka Gómez de Segura, directora del museo.
Se instalará una carpa en la plaza del Ayuntamiento. Participarán miembros de tres generaciones. Por un lado, tres jubilados: Federico Garmendia (el último alfarero del pueblo alavés de Narvaja); Martín Catalina (que fue ayudante del zegamarra Gregorio Aramendi y vive en Legazpi); y Nicolás Agirrebeitia (que trabajó en un taller de Ulibarri-Ganboa que resultó sepultado al hacerse el embalse).
Además, elaborarán katilus tres mujeres de la siguiente generación, que aprendieron del último alfarero de Ollerías, José Ortiz de Zarate, quien murió hace dos años. Se trata de la propia Blanka Gómez de Segura, Elena Txintxurreta y Charo Blanco.
También intervendrán en el maratón Marino Plaza, profesor jubilado de la Arte Eskola de Deba, y algunos miembros más de esa escuela.
Los que acudan al maratón podrán visitar, mediante autobús gratuito, el molino de Intxausti y la tejería de Aitzibar, la reliquia que mejor conservada está en toda Gipuzkoa. Su horno es de tipo árabe, con 5,80 metros de ancho y 6,40 de largo.
Los talleres de los alfareros -las llamadas ollerías- comenzaron a cerrarse a mediados del siglo XX, cuando surgieron materiales más baratos, como el plástico.
Luego, a partir de los 80, hubo un movimiento de recuperación de la vieja tradición. Gregorio Aramendi impartió bastantes cursillos, entre ellos al artista legazpiarra Juan Mari Burguera. Ortiz de Zarate, en Ollerías, también tuvo discípulos.
«Sobrevivir como ceramista es difícil, y como alfarero tradicional todavía más -dice Gómez de Segura-. Donde más flojo está el asunto es en Gipuzkoa. Impartí unos cursillos en el centro Xenpelar de Errenteria y de ahí surgieron algunas iniciativas que apenas tuvieron continuidad. En Vizcaya sí hay una persona que hace cerámica vasca, Carmen Bollar, de la zona de Busturia».
Gómez de Segura regenta el museo de alfarería vasca de Ollerías, en la población alavesa de Elosu, junto a Legutiano. Situado a orillas del pantano, se abrió al público en 1993 en una antigua ollería construida en 1711, que fue el antiguo taller de alfarería de la familia Ortiz de Zárate.
Se rehabilitó el edificio en 1992, y hoy en día es un centro visitado por miles de personas. Anexo a la ollería se encuentra el horno antiguo. Es de planta cuadrada y tiene nueve metros de altura. En la primera planta del edificio se expone una colección de cerámica vasca antigua propiedad del Gobierno Vasco.
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