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«Mi memoria está llena de imágenes e ideas que tienen que ver con mis orígenes»
ARTE

«Mi memoria está llena de imágenes e ideas que tienen que ver con mis orígenes»

Cristina Iglesias Escultora

CAROLINA ISASI

Viernes, 2 de abril 2010, 11:36

Cristina Iglesias Fernández (San Sebastián, 1956) escultora y grabadora, Premio Nacional de Artes Plásticas en 1999, y una de las artistas españolas más internacionales de las últimas décadas, una renovadora de la escultura de vanguardia de los últimos años, con un estilo muy definido nació en el seno de una familia con grandes inquietudes culturales. Con los años, los cinco hermanos serían creadores: Cristina, escultora; Alberto, compositor; Eduardo, escritor; Lourdes, escritora y guionista; y Pepelu, cineasta. Leía mucho y le gustaba ir al cine y, aunque empezó a cursar la carrera de Ciencias Químicas, pronto su deseo de buscar un lugar alrededor del arte desde el que poder hablar la llevó a abandonar la facultad y a trasladarse a Barcelona para estudiar dibujo y cerámica (1977-1979).

Empezó trabajando con barro, porque le interesaba ese material modelable al que podía añadir color, pero en 1980 la necesidad de encontrar nuevos lenguajes la llevó a Londres para matricularse en la Chelsea School of Art. Trabaja con materiales industriales como el hormigón, el hierro y el cristal, combinados con motivos vegetales como el bambú y la hojarasca. Espacios como el lobby del edificio de American Express en Minneápolis, las dos 'Habitaciones vegetales' o la 'Puerta y acceso al edificio del Claustro de los Jerónimos' son ya todo un emblema internacional de esta creadora donostiarra.

Sus influencias y motivaciones surgen más del arte y la cultura británicas que de las españolas. «Descubrí conceptos de escultura mucho más abiertos, menos clásicos de los que yo conocía -son los años de la denominada 'nueva escultura británica'-. Entonces comenzaban a tener presencia Tony Cragg, Anish Kapoor, y también Reinhardt Mucha y otros artistas en Alemania. Fui conociendo a muchos de ellos, pero aun así me mantuve al margen. Siempre he sido una persona lateral».

Fue precisamente en Londres donde conocería al que se convertiría en su marido, el escultor madrileño Juan Muñoz. El matrimonio tuvo dos hijos, Lucía y Diego, y constituyó un sólido tándem creativo hasta el repentino fallecimiento del artista, en agosto de 2001.

- Ha sido una artista innovadora por incorporar materiales vegetales en sus obras.

- El construir una ficción con elementos que se dan en la naturaleza en otro orden, no es incorporar materiales de origen vegetal. Hay una referencia en parte de mi obra a la naturaleza, eso sí, al paisaje, como lugar. Utilizo materiales de todo tipo. Cualquiera que pueda expresar lo que quiero que la pieza sea, me resulta interesante. Hay proyectos que me hacen pensar en materiales nuevos, que nunca antes he usado y que necesito en un momento dado por su mayor ligereza, por su resistencia al agua o a otras fuerzas de la naturaleza.

- ¿Ha sido la luz, un elemento que en principio poco tiene que ver con la escultura clásica, una de sus grandes preocupaciones?

- Sin duda. Trato la luz como si fuera un material. Utilizar, por ejemplo, un cristal de color ha sido una manera de teñir la luz, de hacer que esa luz se vuelva material.

- Parece que hubiera un gen artista predominante en su familia.

- En mi caso es una constante activa. Quiero decir que lo vivimos cerca unos de otros. Nuestros padres no son artistas pero siempre nos animaron y ayudaron en nuestro camino. No es fácil tener su actitud. Les debemos mucho.

- Ha vivido en numerosas ciudades, me atrevería a decir que todas, ciudades luminosas. ¿Con cuál se queda?

- Siempre cerca de mis hijos. El lugar ideal en el campo, con el mar cerca y un aeropuerto internacional no muy lejos para conectar con algunas ciudades.

- ¿Vivir en Londres le dio una visión más amplía sobre la arquitectura?

- No lo creo. A pesar de haber pasado tiempo en Londres y seguir haciéndolo esporádicamente, creo que lo que me ha dado tiene más que ver con entender la libertad de lenguaje que una puede tener al expresarse. Mi memoria está llena de imágenes e ideas que tienen que ver con mis orígenes de una manera muy amplia y también, sin duda, con tantas cosas que he visto y sentido en mi vida.

- ¿Es verdad que ha triunfado en el extranjero antes de lograrlo aquí?

- Mi primera exposición individual la tuve en Lisboa. A continuación fui invitada a exponer en el Van Abbemuseum de Eindhoven, en Holanda. He trabajado más fuera porque me proponían más cosas. Expongo en aquellos lugares y con la gente que quiere hacer algo conmigo. Ahora mismo estoy desarrollando un proyecto importante en España y he formado parte de alguna colectiva recientemente.

- ¿Para cuando algún proyecto en Donostia?

- No tengo nada previsto por ahora pero si he tenido en el pasado alguna conversación con Odón Elorza sobre la posibilidad de hacer algo un día.

- Sigo insistiendo en que toda su obra destila luz. ¿Síntoma de optimismo y esperanza, necesidad vital?

- Ambas cosas, supongo. La luz es un material. Muchos arquitectos y artistas han sido conscientes de su valor y la han utilizado. A veces, en algunas obras, su presencia está más acentuada. Pero siempre soy sensible a la capacidad expresiva de ella.

- ¿Qué le aporta el barro que ha utilizado frecuentemente?

- El barro lo entendí y lo utilicé como lo que es, un material muy maleable al que podía añadir color. Fue importante para mí en un momento en el que quería entender un lugar que se acercaba a la pintura en su capacidad de crear ilusión y de que a la vez tenía una presencia física, escultórica.

- ¿Alguno de sus dos hijos tiene inclinaciones artísticas?

- Lucía estudia cine y comunicación. Es muy artista pero creo que le interesa por ahora más la producción. De cualquier manera hay mundos nuevos por definir y las jóvenes generaciones del arte están ahí, construyendo con otros parámetros.

- Acaba de exponer en Milán.

- Sí, la exposición en la Fundación Pomodoro de Milán hasta finales de marzo. Es un recorrido espacial construido con piezas nuevas y otras más antiguas que atraviesa diversas preocupaciones en mi obra.

- ¿Qué le atrajo de la Química cuando comenzó sus estudios? Supongo que ni se imaginaba a dónde iba a llegar, los premios y reconocimientos internacionales...

- Quizá me atrajo la idea de investigación, de especulación y de laboratorio estaban entonces conmigo, cuando quise probar esos mundos a la vez que desarrollaba por mi cuenta mi atracción hacia el mundo del Arte y el deseo de encontrar un lenguaje para comunicarme con el mundo. Los premios implican siempre un reconocimiento de algunos por lo que hacemos. Se agradece y es bonito cuando ocurre y te los dan. Siempre el sueño supera la realidad, siempre he creído que puedo hacer otra pieza que sea única.

- Mientras se le espera en el País Vasco con impaciencia, ¿en qué está trabajando en estos momentos?

- Estoy trabajando en tres proyectos grandes, de intervención en lugares públicos. Uno en el fondo de las aguas de la Bahía de Candelero en la Isla Espíritu Santo en Baja California, México. Es una especie de laberinto que será un arrecife de coral. Entra dentro de un trabajo de preservación de costas en la que están envueltos biólogos marinos y gente de la Universidad de la Paz y San Diego. Otro proyecto en Toledo, con la Organización inglesas Artangel, y otro en Beirut. También preparo una exposición para principio del 2011 con Marian Goodman en Nueva York. Hay proyectos en lugares privados que también ocupan mi tiempo y mi cabeza.

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